Carlos Valero octubre de 2014
La realidad se enfrenta al proyecto
autoritario y anacrónico del Cabello- Madurismo. Por primera vez desde el año
2002 la oposición, al margen de sus errores y pugnas internas, es hoy una clara
mayoría de acuerdo a todas las encuestas. Para Seijas (IVAD) el bloque adverso
al gobierno se ubica por encima del 60%, mientras que el bloque pro gobierno es
inferior al 30%. Para Datanalisis septiembre, el 81.6 % de la población
considera que el país atraviesa una severa crisis, el 68% cree que el gobierno
de Maduro debe culminar antes del 2019 y la definición política favorece
claramente a la oposición por primera vez en 11 años ( cálculos de Eugenio
Escuela, @puzkas), ya que al definir los bloques políticos, la oposición
obtiene 38%, los independientes 28.9 y pro-gobierno 28.9, mientras que la
identificación con el partido de gobierno desciende a 16.5% luego de ubicarse,
de acuerdo a la misma encuestadora en 36 % para la elección del 7 de octubre
del 2012 entre Chávez y Capriles.
Si los números de aceptación de Maduro y
su modelo son pésimos, mucho peor es el desempeño del gobierno y la capacidad
de voltear la tortilla para volver a tener un viento favorable en términos de
opinión pública. Maduro tuvo casi seis meses hablando de un programa de
rectificación o sacudón, para concluir defenestrando a Ramírez, aumentando el
número de vice presidencias, nombrando a Jaua como "jefe encubierto de la
campaña electoral " y haciendo su gran contribución de salvar al planeta
eliminando al Ministerio del Ambiente. Es inexplicable la inacción del gobierno
en materia de reformas económicas. Y para colmo, comienzan a derrumbarse los
precios del petróleo, lo cual necesariamente aumentará la percepción de crisis
y la desesperación de la población, porque la única magia económica de estos
quince años de locura ha sido hacer al país mono dependiente de la renta
petrolera.
Es terrible observar como en el entorno
familiar y de amistades de casi todos los venezolanos aparece la figura de los
expatriados, principalmente jóvenes profesionales que huyen por la falta de
futuro construida con ahínco por la élite gobernante. Sería necio negar el
panorama desolador de nuestra patria, todas las alertas que se han hecho sobre
las nefastas consecuencias en las libertades políticas, el desempeño económico
y la calidad de vida del venezolano se han cumplido cabalmente. Siempre se
puede estar peor y Maduro y su camarilla trabajan incansablemente para ello,
sólo que el pueblo ya nos los está acompañando y se avizoran, casi
indefectiblemente, tiempos de cambio.
Las encuestas están desmontando el mito
construido desde el gobierno según el cual el pueblo estaba profundamente
ideologizado, disfrutaba las colas y el desabastecimiento como un preámbulo a
la lucha final contra el imperio y aceptaba, para toda la vida, la orden del
comandante eterno de apoyar y aplaudir todo lo que hiciera Maduro. Falso, el
venezolano apoyó la revolución mientras esta le daba subsidios y reconocimiento
a través de propaganda y el discurso oficial intentó traducir ese apoyo en ideología
y división social. Cierto que una parte muy pequeña de la población compró el
discurso de la lucha de clases y la dictadura del proletariado (en realidad de
la burocracia) pero Rodríguez Torres mandó contra ellos una señal confusa en el
Edificio Manfredi, con lo cual, ni siquiera los colectivos, que han sido usados
como fuerza de choque contra la oposición, deben estar muy contentos con el
madurismo.
El país se aproxima a un cambio
político, que contrario a lo que desean Maduro, Cabello y sus aliados insulares,
será pacífico, constitucional, electoral y democrático. Las fuerzas opositoras
pasaron su peor momento y lograron, contra todo pronóstico, elegir por consenso
a Chuo Torrealba como Secretario Ejecutivo de la MUD. Desde ese espacio,
repotenciado por la crisis y los errores del oficialismo, se consolidará la
nueva mayoría social y política, con una fuerza y tamaño tan grandes, que hará
casi imposible voltear la voluntad popular mediante ventajismo o trampa.
Cambiar diferencias electorales mayores a 10% es prácticamente imposible en la
moderna sociedad de la información, las redes sociales y los teléfonos móviles
inteligentes. Las mayorías sociales y políticas son como la gripe o la riqueza,
no se pueden ocultar.
Por supuesto que el cambio político tiene
muchos riesgos, el más importante para mi se encuentra precisamente en la
velocidad del deterioro del gobierno, que puede crear incentivos para que
fuerzas políticas opositoras tengan la tentación de ir separadas ante los
eventos electorales por venir. Esta debilidad debería minimizarse con la
presión de la opinión pública hacia los partidos, con la definición de métodos
democráticos para la escogencia de candidatos y la incorporación de la sociedad
civil organizada y líderes no partidistas en las fórmulas electorales que se le
presenten al país.
Otro riesgo importante es la
polarización, la cual es el mejor negocio de los corruptos para esconder la
ineficiencia, evitar rendir cuentas de su gestión y mantener entretenido al
ciudadano peleando con sus hermanos. Sin embargo, la mayoría de los venezolanos
se encuentra en la crisis, en las colas buscando alimentos, en la inseguridad
que no distingue ideología ni color político, con lo cual el país ya no se come
ese cuento.
Maduro ha derrochado aceleradamente la
herencia política recibida y al no tener el valor de hacer cambios
estructurales en su modelo se ha auto condenado a perder el poder. La sociedad
democrática debe prepararse para transformar el país, superar el rentismo que
nos condena a ser sub desarrollados y dependientes del gobierno y repatriar a
millones de hermanos que hoy están regados por el mundo. Venezuela no es Cuba y
los venezolanos, chavistas, maduristas, opositores o independientes le van a
cobrar al gobierno el que nos haya llevado a vivir la agonía de sentirse en un
país sumergido en el oscurantismo y sin futuro, en medio de un boom petrolero
tan prolongado. Se van los precios altos y el país quedó arruinado. El
naufragio de Maduro ha terminado de hacer, cual acto de magia, que una potencia
petrolera se transforme un un país de migrantes.
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