Carlos Romero
Mendoza 05 de marzo de 2015
@carome31
En
1999, Iris Varela, en su cualidad de asambleísta, afirmó que “el pueblo deseaba
la eliminación del Congreso y la forma más elegante de eliminarlo era
transformándolo”. Así mismo, Varela advirtió que el modelo bicameral del
Congreso había resultado ser inútil para el sistema venezolano y aseguró que su
transformación permitiría a los electores ver un resultado más inmediato del
trabajo legislativo y reclamar si estos no se producen.”
Henrique
Capriles, entonces presidente de la Cámara de Diputados del Congreso Nacional,
advirtió que “el milenio sorprendería al país con un órgano legislador más
centralista y cómplice, cuya perdurabilidad está en manos del Jefe de Estado.”[1]
Esta
Asamblea Nacional unicameral, nació con una elección suspendida, que fue fijada
en principio para el 28 de mayo de 2000 y pospuesta por el Tribunal Supremo de
Justicia para el 30 de julio del 2000; con una modalidad, que fue la de fijar
otra fecha diferente para la elección de concejales y de las desaparecidas
juntas parroquiales.
Han
pasado 15 años desde que se aprobó la Constitución, en consecuencia, la
sociedad venezolana tendría la capacidad de valorar si realmente ha sido útil
esa transformación del parlamento venezolano.
En
tal sentido, ¿los venezolanos promedio pueden en la actualidad comparar el
valor que tuvo en la democracia venezolana el parlamento bicameral y el que hoy
tiene el parlamento bajo el modelo unicameral? ¿se ha fortalecido la
función parlamentaria en Venezuela a lo largo de estos años? ¿qué acceso tiene
el ciudadano a la información, a las leyes y a la oportunidad real de expresar
su opinión, de elevar un reclamo o bien de promover una iniciativa legal en el
parlamento venezolano?
¿Será
acaso que el venezolano promedio tiene en la actualidad mayor claridad y mejor
información sobre el rol fundamental y la importancia que tiene el parlamento
como espacio plural para el debate político sobre los asuntos públicos
nacionales y de temas que se abordan con la finalidad de cumplir con la labor
legislativa?
A
14 años de la primera elección de la Asamblea Nacional, la realidad política
valida la tesis de Capriles cuando advirtió sobre el carácter de complicidad y
centralismo del nuevo modelo unicameral de nuestro parlamento; pero también, se
valida la visión de Iris Varela, cuando advirtió la necesidad de eliminar al
Congreso, pues las funciones básicas de aquél parlamento bicameral han quedado
prácticamente eliminadas, me refiero a la dinámica del debate político, plural
e incluyente, así como la labor legislativa en función del bien común.
Hoy
el tema de las primarias y del consenso para la elección de candidatos a
diputados, toma un rol protagónico en la agenda política del país. Pero
el debate se reduce a la simple metodología, quitando importancia al debate
necesario y urgente sobre el papel que debe jugar ese nuevo parlamento en el
reencuentro de la sociedad con la democracia.
No
debemos olvidar, que la Asamblea Nacional ha sido exitosa en su labor cómplice
con el ejecutivo nacional, al convertirse en espacio para la transformación del
Estado hacia el socialismo. Prueba de ello fue la aprobación de las leyes
del poder popular en diciembre 2010, a espaldas de sus electores; así como
también las distintas habilitantes que han aprobado en beneficio del Ejecutivo
y sin olvidar la metodología que han utilizado para aprobar los distintos
presupuestos nacionales, que a todas luces, lesiona las bases de cualquier
intento de fortalecer el diseño federal y descentralizado del Estado
Venezolano.
Las
pocas leyes que esa Asamblea ha dictado y aquellas que ha facilitado que el
Ejecutivo sea quien las dicte, ha contribuido directamente a que hoy seamos
meros habitantes de un país, que poco espacio nos deja para intentar actuar
como ciudadanos.
Es
urgente que la agenda política facilite el encuentro y la conexión entre el
venezolano promedio, con sus candidatos y sus partidos, es preciso, que se
comprenda el valor del parlamento en la tarea histórica de recuperar el debate
político y el valor de la representación política, para facilitar ese camino
hacia el reencuentro con la democracia.
El
tiempo histórico nos reclama mayores esfuerzos para comunicarnos entre los
distintos actores de la sociedad civil: partidos políticos, ONGs, organizaciones
vecinales, vecinos, gremios, etc.
En
cada pueblo o ciudad hay representación de la sociedad civil, en consecuencia,
debemos exigirnos esos esfuerzos para mejorar nuestras estrategias de
encuentro, de manera que la mayor cantidad de electores puedan transformarse de
simples actores de movilización electoral a facilitadores directos de ese
reencuentro con la democracia.
Resultaría
muy útil para la motivación a participar en estas parlamentarias, y para
enfrentar las distintas estrategias orientadas a desmotivar a un grupo de
electores, que los candidatos asuman un compromiso o acuerdo político con sus
electores, con 5 o 10 aspectos en los cuales se compromete en su condición de
representante político y como parlamentario.
No
se trata de comprometerse a un programa legislativo, se trata de un compromiso
político, ético y moral, para la defensa de la función parlamentaria y de los
espacios para el debate político plural y oportuno de los asuntos públicos; que
además, pudiera servir de marco para concretar la cooperación de sus electores
en la tarea nada sencilla que impone este proceso electoral y el reto del
próximo parlamento.
[1] El universal. Cambio planteado sacudiría
al Congreso. 22 de noviembre 1999. Online en:http://www.eluniversal.com/1999/11/22/pol_art_22102AA
@carome31
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