Susana Seleme
Antelo 06 de abril de 2015
“Si
no existieran intereses diferentes, casi no se notaría el interés común y
nunca se le pondría trabas; todo iría por sus propios pasos y la política
dejaría ser un arte.” Jean-Jacques Rousseau
Solo los regímenes dictatoriales y autocráticos creen que las sociedades a las que sojuzgan terminan acostumbrándose a los abusos y menosprecios de la calidad democrática y ciudadana, es decir de sus derechos civiles y políticos, como derechos humamos. Y no es así. De ahí que gran parte de la sociedad boliviana dijo “basta” , el domingo 29 de marzo, cuando se elegía 9 gobernadores y 329 alcaldes en todo el país. Ese “basta” se traduce en votos que no favorecieron a los centralistas antidemocráticos del Movimiento al Socialismo (MAS), a pesar de los inagotables recursos que gastaron en propaganda política, pese a que el jefe del régimen Evo Morales hizo campaña con sus candidatos violando toda norma, y desafiando el chantaje que lanzó a la oposición y al electorado: “No trabajaremos con opositores que ganen en las próximas elecciones”, las del pasado 29 de marzo. La amenaza la han vuelto a repetir algunos hombres del oficialismo con una frase digna de dictadores folclóricos y populistas: “la música la pone el MAS, y todos bailarán a ese ritmo”.
El voto rechazo de los electores descalifica también al Órgano Electoral que, como el poder judicial, ha sido instrumento del poder político que se creyó absoluto e invencible, al punto de impedir que 228 candidatos en Beni, no pudieran ejercer su derecho a ser elegidos: fueron inhabilitados a solo 9 días de las elecciones, sin tiempo de sacar sus fotos de las papeletas electorales. También pesó la corrupción en todo los niveles de gobierno, que como la peste no ha dejado resquicio, hasta llegar a meter “la mano en la lata” de los recursos que correspondían a los más pobres de los pobres: el Fondo Indígena. Y esa ‘metida de mano’ afectó a la candidata oficialista por la gobernación de La Paz, no por su condición de mujer indígena. Como dice el refrán: “tanto va el cántaro al agua que al final se rompe”.
Claro que el cántaro no se ha roto del todo, pero esta desportillado, pues el voto que el régimen obtuvo en estas últimas elecciones regionales, dista mucho del obtenido en octubre pasado: 60 %. Se ha resquebrajado la adhesión al autócrata porque despreció las particularidades de las elecciones departamentales y municipales, en las que pesan más los liderazgos regionales y locales que los nacionales. El 29 de marzo la figura del caudillo no bastó para ganar en La Paz, por ejemplo, su antes bastión inexpugnable, donde perdió la gobernación frente a un candidato indígena e intelectual, Feliz Patzi, aliado al vencedor de la alcaldía de la capital y sede del gobierno, Luis Revilla, ambos jóvenes líderes de una nueva oposición. En la populosa urbe de El Alto, ganó otra joven de 34 años también de ascendencia aymara, sencilla y carismática, con una trayectoria política en su ciudad y en su partido, y un discurso inclusivo sin poses populistas ni radicales. Con ella no hubo machismo ni anti-indigenismo.
El régimen tampoco ganó en Beni, a pasar del golpe de Estado a esa democracia departamental y al liderazgo emergente de Ernesto Suárez. Allí habrá segunda, pese a la inhabilitación de 228 personas y al boicot en la revisión de las actas del Territorio Indígena del Parque Nacional Isiboro Sécure, el ya conocido TIPNIS, cuya población fue objeto de feroz represión el año 2011. De 11 poblaciones, 7 ganó la oposición excluida de la papeleta, pero con nuevo candidato sin foto, y el oficialismo solo venció 4.
Las contradicciones del ejercicio del poder sin contrapesos
Se puede afirmar que el reiterado manoseo al libre voto ciudadano con el objetivo de lograr el copamiento político-territorial y social total, despreciando la institucionalidad democrática y el equilibrio de poderes, entre otros factores, hoy representa una debilidad para el régimen. Dependerá de la conciencia política boliviana para que el país encuentre su mejor cauce en el marco de una democracia moderna. Es decir, sin ataduras corporativas de diverso orden, disfrazadas como movimientos sociales que son portadores de la “antipolítica” pues reniegan del diálogo político que no reconocen la pluralidad político-partidaria representativa, que más allá de sus falencias, siempre son corregibles en virtud del reconocimiento de las diferencias, como parte de la realidad concreta.
Las observaciones de los representantes de la OEA, sobre las pasadas elecciones son lapidarias y no admiten excusas, no solo en el caso de Beni, sino también por la inconstitucionalidad de todas las medidas del Tribunal Electoral que atentan contra la calidad de la democracia y el voto de la ciudadanía, violando la Constitución Política del Estado, ‘ley de leyes’ que le dicen, y que debiera estar por encima de cualquier otra disposición jurídica.
Sin dudas hay que señalar que para quienes gobiernan hoy Bolivia, la democracia es solo un método, un mero procedimiento para su reproducción en el poder vía el voto, no siempre libre, sino bajo prebenda o chantaje. Morales y compañía no conciben la democracia como una auténtica condición social que otorga libertad e igualdad político-jurídicas a todos los ciudadanos, sin distinción alguna, para elegir y ser elegidos, para dirigir el gobierno o los gobiernos de sus comunidades.
Las realidades locales y los ‘cuoteos’
Algunas notas de prensa observan que en las elecciones de marzo pasado no ha habido un bloque opositor homogéneo, como el oficialista. En los hechos han ganado diversas agrupaciones políticas regionales que portaban aspiraciones y demandas locales, de ahí su fortaleza y su triunfo, que son distintas a la fragmentación o dispersión, como puede darse en elecciones nacionales, así el adversario sea un poderoso y antidemocrático centralismo, o no lo sea. Sin embargo, el caso del Movimiento Demócrata Social del reelecto gobernador de Santa Cruz, Rubén Costas, merece atención: ganó en gran parte de los municipios cruceños, se hizo con la Alcaldía de Cochabamba, antes reducto del MAS, apoyó a otros candidatos ganadores y obliga a una segunda vuelta en Beni. El tiempo dirá si esta incursión política expresa una visión que va de la región al resto del país. Pero hoy existen en Bolivia nuevos y jóvenes liderazgos ganadores, como los dos de Tarija; tres La Paz; uno o más en Beni, otro en Cochabamba, por citar algunos, y dependerá de su gestión política y administrativa, de su visión regional-nacional para que se consoliden, no necesariamente en un solo bloque opositor.
Sobre el “cuoteó político” del que ya se empieza a hablar, hay que señalar que sí existió y existe. No obstante es un término peyorativo que sustituyó el concepto de pactos y alianzas políticas necesarias en democracia para garantizar gobernabilidad democrática, a la que se debe agregar la ‘gobernanza” con rendición de cuentas y transparencia en la gestión de las políticas públicas.
Como pensaba Rousseau, en el siglo XVIII, “Si no existieran intereses diferentes, casi no se notaría el interés común.. y la política dejaría de ser un arte”. Es decir, “el arte de la política” así considerada desde los tiempos de Aristóteles, en el siglo III, antes de nuestra era. O en palabras de un escritor contemporáneo como Fernando Mires “La política, al menos la democrática, revela su contextura en sus momentos más cruciales y no hay momento más crucial que una elección… la política siempre será lucha por el poder”.
Cierto que la sustitución de pactos y alianzas, al menos en Bolivia y otros países de América Latina, dejo de ser un arte para convertirse en grosera repartija de espacios de poder y “pegas”. Siempre será un peligro, sobre todo en democracias débiles, sin respeto a la institucionalidad, ni a la división de poderes, ni a las diferencias políticas, ni a los Derechos Humanos como en la actual Bolivia. No obstante, me inclino por ese peligro, que puede ser denunciado o neutralizado, antes que la concentración del poder como el de Morales, que se convierte en poder absoluto con impulsos dictatoriales y totalitarios, hoy algo resquebrajado.
Solo los regímenes dictatoriales y autocráticos creen que las sociedades a las que sojuzgan terminan acostumbrándose a los abusos y menosprecios de la calidad democrática y ciudadana, es decir de sus derechos civiles y políticos, como derechos humamos. Y no es así. De ahí que gran parte de la sociedad boliviana dijo “basta” , el domingo 29 de marzo, cuando se elegía 9 gobernadores y 329 alcaldes en todo el país. Ese “basta” se traduce en votos que no favorecieron a los centralistas antidemocráticos del Movimiento al Socialismo (MAS), a pesar de los inagotables recursos que gastaron en propaganda política, pese a que el jefe del régimen Evo Morales hizo campaña con sus candidatos violando toda norma, y desafiando el chantaje que lanzó a la oposición y al electorado: “No trabajaremos con opositores que ganen en las próximas elecciones”, las del pasado 29 de marzo. La amenaza la han vuelto a repetir algunos hombres del oficialismo con una frase digna de dictadores folclóricos y populistas: “la música la pone el MAS, y todos bailarán a ese ritmo”.
El voto rechazo de los electores descalifica también al Órgano Electoral que, como el poder judicial, ha sido instrumento del poder político que se creyó absoluto e invencible, al punto de impedir que 228 candidatos en Beni, no pudieran ejercer su derecho a ser elegidos: fueron inhabilitados a solo 9 días de las elecciones, sin tiempo de sacar sus fotos de las papeletas electorales. También pesó la corrupción en todo los niveles de gobierno, que como la peste no ha dejado resquicio, hasta llegar a meter “la mano en la lata” de los recursos que correspondían a los más pobres de los pobres: el Fondo Indígena. Y esa ‘metida de mano’ afectó a la candidata oficialista por la gobernación de La Paz, no por su condición de mujer indígena. Como dice el refrán: “tanto va el cántaro al agua que al final se rompe”.
Claro que el cántaro no se ha roto del todo, pero esta desportillado, pues el voto que el régimen obtuvo en estas últimas elecciones regionales, dista mucho del obtenido en octubre pasado: 60 %. Se ha resquebrajado la adhesión al autócrata porque despreció las particularidades de las elecciones departamentales y municipales, en las que pesan más los liderazgos regionales y locales que los nacionales. El 29 de marzo la figura del caudillo no bastó para ganar en La Paz, por ejemplo, su antes bastión inexpugnable, donde perdió la gobernación frente a un candidato indígena e intelectual, Feliz Patzi, aliado al vencedor de la alcaldía de la capital y sede del gobierno, Luis Revilla, ambos jóvenes líderes de una nueva oposición. En la populosa urbe de El Alto, ganó otra joven de 34 años también de ascendencia aymara, sencilla y carismática, con una trayectoria política en su ciudad y en su partido, y un discurso inclusivo sin poses populistas ni radicales. Con ella no hubo machismo ni anti-indigenismo.
El régimen tampoco ganó en Beni, a pasar del golpe de Estado a esa democracia departamental y al liderazgo emergente de Ernesto Suárez. Allí habrá segunda, pese a la inhabilitación de 228 personas y al boicot en la revisión de las actas del Territorio Indígena del Parque Nacional Isiboro Sécure, el ya conocido TIPNIS, cuya población fue objeto de feroz represión el año 2011. De 11 poblaciones, 7 ganó la oposición excluida de la papeleta, pero con nuevo candidato sin foto, y el oficialismo solo venció 4.
Las contradicciones del ejercicio del poder sin contrapesos
Se puede afirmar que el reiterado manoseo al libre voto ciudadano con el objetivo de lograr el copamiento político-territorial y social total, despreciando la institucionalidad democrática y el equilibrio de poderes, entre otros factores, hoy representa una debilidad para el régimen. Dependerá de la conciencia política boliviana para que el país encuentre su mejor cauce en el marco de una democracia moderna. Es decir, sin ataduras corporativas de diverso orden, disfrazadas como movimientos sociales que son portadores de la “antipolítica” pues reniegan del diálogo político que no reconocen la pluralidad político-partidaria representativa, que más allá de sus falencias, siempre son corregibles en virtud del reconocimiento de las diferencias, como parte de la realidad concreta.
Las observaciones de los representantes de la OEA, sobre las pasadas elecciones son lapidarias y no admiten excusas, no solo en el caso de Beni, sino también por la inconstitucionalidad de todas las medidas del Tribunal Electoral que atentan contra la calidad de la democracia y el voto de la ciudadanía, violando la Constitución Política del Estado, ‘ley de leyes’ que le dicen, y que debiera estar por encima de cualquier otra disposición jurídica.
Sin dudas hay que señalar que para quienes gobiernan hoy Bolivia, la democracia es solo un método, un mero procedimiento para su reproducción en el poder vía el voto, no siempre libre, sino bajo prebenda o chantaje. Morales y compañía no conciben la democracia como una auténtica condición social que otorga libertad e igualdad político-jurídicas a todos los ciudadanos, sin distinción alguna, para elegir y ser elegidos, para dirigir el gobierno o los gobiernos de sus comunidades.
Las realidades locales y los ‘cuoteos’
Algunas notas de prensa observan que en las elecciones de marzo pasado no ha habido un bloque opositor homogéneo, como el oficialista. En los hechos han ganado diversas agrupaciones políticas regionales que portaban aspiraciones y demandas locales, de ahí su fortaleza y su triunfo, que son distintas a la fragmentación o dispersión, como puede darse en elecciones nacionales, así el adversario sea un poderoso y antidemocrático centralismo, o no lo sea. Sin embargo, el caso del Movimiento Demócrata Social del reelecto gobernador de Santa Cruz, Rubén Costas, merece atención: ganó en gran parte de los municipios cruceños, se hizo con la Alcaldía de Cochabamba, antes reducto del MAS, apoyó a otros candidatos ganadores y obliga a una segunda vuelta en Beni. El tiempo dirá si esta incursión política expresa una visión que va de la región al resto del país. Pero hoy existen en Bolivia nuevos y jóvenes liderazgos ganadores, como los dos de Tarija; tres La Paz; uno o más en Beni, otro en Cochabamba, por citar algunos, y dependerá de su gestión política y administrativa, de su visión regional-nacional para que se consoliden, no necesariamente en un solo bloque opositor.
Sobre el “cuoteó político” del que ya se empieza a hablar, hay que señalar que sí existió y existe. No obstante es un término peyorativo que sustituyó el concepto de pactos y alianzas políticas necesarias en democracia para garantizar gobernabilidad democrática, a la que se debe agregar la ‘gobernanza” con rendición de cuentas y transparencia en la gestión de las políticas públicas.
Como pensaba Rousseau, en el siglo XVIII, “Si no existieran intereses diferentes, casi no se notaría el interés común.. y la política dejaría de ser un arte”. Es decir, “el arte de la política” así considerada desde los tiempos de Aristóteles, en el siglo III, antes de nuestra era. O en palabras de un escritor contemporáneo como Fernando Mires “La política, al menos la democrática, revela su contextura en sus momentos más cruciales y no hay momento más crucial que una elección… la política siempre será lucha por el poder”.
Cierto que la sustitución de pactos y alianzas, al menos en Bolivia y otros países de América Latina, dejo de ser un arte para convertirse en grosera repartija de espacios de poder y “pegas”. Siempre será un peligro, sobre todo en democracias débiles, sin respeto a la institucionalidad, ni a la división de poderes, ni a las diferencias políticas, ni a los Derechos Humanos como en la actual Bolivia. No obstante, me inclino por ese peligro, que puede ser denunciado o neutralizado, antes que la concentración del poder como el de Morales, que se convierte en poder absoluto con impulsos dictatoriales y totalitarios, hoy algo resquebrajado.
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