Carlos Valero 02 de septiembre de 2015
@carlosvalero08
El
país se prepara para unos meses que serán determinantes en las próximas
décadas. El ambiente de cambio que traspira la sociedad se parece mucho al
vivido a mediados de los noventa, cuando el agotamiento de la democracia
representativa avizoraba una transformación en las preferencias y en la
afiliación política, que finalmente condujo a un cambio radical en la
composición del poder. Todas las encuestadoras dicen que más del 87% del país
siente que estamos en una crisis económica, política y social. Más de la mitad
de los venezolanos, no importa la clase social, quiere emigrar del país porque
percibe que acá no hay futuro y casi el 70% desea un cambio de presidente en
forma anticipada. Me atrevería a afirmar que el número de venezolanos que
percibe el país en crisis es el más alto en la historia desde que se lleva
registro de encuestas.
Aún
con evidencias tan fuertes de cambio, y ante el fuerte deterioro de las bases
de apoyo del PSUV y de sus líderes más visibles, Nicolás Maduro y Diosdado
Cabello, parte importante de la población que está deseosa de un cambio, no
cree que el mismo pueda ocurrir. Las frases inteligentes entre intelectuales y
en conversaciones de cafés son del siguiente tenor: “la oposición no tiene como
defender los votos”, “falta poco para que Maduro y Cabello saquen un as bajo la
manga y recuperen el terreno electoral”, “el nuevo Dakazo será mortal para la
oposición” “es imposible derrotar a un gobierno que tiene el control de todos
los medios” etc., etc.,
Al día
de hoy, la distancia electoral entre el PSUV, es decir Maduro y Cabello, y el
resto del país, donde no solo se ubica la oposición sino todos los venezolanos
que están siendo golpeados por esta crisis es de más de 30 puntos. Léase bien,
más de 30 puntos y todavía no comienza la campaña electoral. Por supuesto que
el gobierno podría recortar parte de esa distancia, pero también puede ocurrir
que la misma se amplíe o que se mantenga.
Una
variable clave en las luchas democráticas siempre fue ganarse el voto y la
confianza de las grandes mayorías. Lo primero, según todas las encuestas ha
sido logrado, el país mayoritariamente quiere votar contra este caos y lo harán
por la oposición. Ganarse la confianza de esas mayorías que anteriormente
votaban por el PSUV, dependerá de cómo se interprete la fuerza social y
electoral que derivará después del 6 de diciembre. A la oposición le ha costado
15 años ser claramente mayoría, pero ello no implica que se halla ganado la
confianza de esa nueva mayoría y quizás ello explique en parte el por qué mucha
gente duda todavía sobre la efectiva materialización del cambio político.
Desde
mi perspectiva es muy poco probable que el gobierno logre recortar
sustancialmente la ventaja electoral. Ni cometiendo el mayor fraude electoral
de la historia podrán detener el cambio que se está gestando en Venezuela.
Las
cifras de inflación, desabastecimiento, caída del PIB, inseguridad y pérdida de
credibilidad de Maduro y Cabello no se recuperan con “golpes de opinión pública
”tipo acusaciones de magnicidios, cierre de fronteras o sentencias
condenatorias. Los problemas de calidad de vida del ciudadano son reales, el
dinero no alcanza y el discurso oficial no ofrece ninguna salida. La revolución
se quedó muda, incapaz de dar respuestas.
La
oposición comienza cada día a ser escuchada con mayor atención. Lo que
anteriormente sonaba a discurso economicista o neoliberal, como respeto a la
propiedad privada, libre empresa, inconveniencia de expropiar fuera de la ley y
del sentido común, tiene audiencia en las grandes mayorías y hasta el “Che” de
la revolución pide una medalla para Lorenzo Mendoza porque continúa
produciendo, mientras las empresas expropiadas no producen nada. He ahí los
signos de un tiempo distinto, de un país nuevo que se sacude del populismo y el
rentismo. En la crisis sistémica del socialismo anacrónico chavista se
encuentra una ventana de oportunidad para construir un país de trabajo, sin
discriminaciones políticas ni revanchismos, basado en la educación y en la
construcción de valores de solidaridad y trabajo.
Maduro
intentará torcer la voluntad de cambio a como dé lugar. Creo que cada acción
desesperada conducirá a hundirlo mucho más en la impopularidad y el desprecio.
El camino hasta el 6D será difícil y doloroso, superarlo requiere que cada uno
de nosotros se asuma como protagonista del cambio y garante de la voluntad
popular. El resultado de las mesas debe expresar la nueva mayoría social y ello
es responsabilidad de todos los venezolanos no únicamente de la MUD.
Carlos
Valero
@carlosvalero08
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