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jueves, 17 de diciembre de 2015

¿BORGES O RAMOS ALLUP?, por @TUrgelles



Thaelman Urgelles 16 December 2015

Desde la victoria política y ciudadana del 6-D, las redes sociales se han visto inundadas de opiniones acerca de las prioridades de agenda del nuevo parlamento y en especial sobre cuál de los diputados democráticos debe presidir la próxima Asamblea Nacional. Es algo normal, legítimo y deseable que los ciudadanos que tanto contribuyeron al triunfo con su tarea difusora y con su voto intenten, desde sus posiciones en la base social, ejercer influencia sobre las decisiones de nueva mayoría parlamentaria.


Aunque ha sido abundante y variado el número de diputados mencionados para presidir la Asamblea, en realidad las opiniones se han polarizado entre dos de ellos: Henry Ramos Allup y Julio Borges. Ambos exhiben los méritos para hacerlo y cada uno haría un estupendo papel al frente del primer auténtico parlamento  que tendremos desde el año 2005.

Al intentar una evaluación objetiva del número de opiniones que sobre el tema leo en las redes, encuentro que el nombre de Ramos Allup ha sonado más en este tema, tanto para apoyarlo como para cuestionarlo. El mismo Henry se ha labrado un alto perfil mediático a partir del 6-D, en primer lugar porque el momento político lo exige de los dirigentes más curtidos y quizá también como parte de un legítimo esfuerzo para mostrarse como el político más adecuado para presidir la AN en este difícil primer año de sesiones. Mucho avanzó Henry en ese camino, al punto de posicionar su nombre con nitidez, aunque su abundosidad declarativa le ocasionó también algún traspie y no pocos reproches, justos e inmerecidos.

Pienso que Ramos Allup está cabalmente preparado para ser un buen presidente de la Asamblea Nacional, y lo deberá ser sin duda, en algún momento del quinquenio que se abre el próximo 5 de enero; porque ese parlamento deberá durar sus cinco años de ley, aunque se produjese un relevo anticipado del Presidente y/u otros poderes públicos. Pero le encuentro a Henry dos puntos negativos y una objeción positiva que me impiden concordar en que presida la Asamblea en su primer año.

En primer lugar, Ramos pertenece a una generación de políticos que tuvo elevado protagonismo en la Venezuela previa al chavismo, por lo que ofrece la imagen de “hombre mayor” en un marco de renovación política como la que encarna un bloque parlamentario cuya edad promedio no ha sido aun divulgada pero que no dudo en estimar en la treintena. El anhelo de cambio de los venezolanos también implica nuevos rostros y ello no puede ser subestimado por la MUD al tomar esa crucial decisión. Y la segunda es casi gemela de la primera: con justicia y mayormente sin ella, la inclemente y masiva campaña de descrédito que el chavismo ejecutó estos 17 años (y antes los medios y otros factores de poder) contra la llamada IV República y  los “partidos del status” no ha caído en oídos sordos. Millones de ciudadanos –chavistas y también opositores- matienen un rechazo a esos partidos, cuya gradación desfila desde la desconfianza hasta el odio cerrero. Aunque ese fenómeno no sea entera culpa de Henry Ramos Allup, no me parece conveniente que el primer nombramiento de una oposición recién empoderada sea darle la posición más protagónica al líder y estandarte de la AD que resistió estos 17 años. Ello no sería entendido por muchos ciudadanos opositores y en cambio abiertamente rechazado por los seguidores del gobierno que el 6-D comenzaron una prudente aproximación al campo democrático. Sería una torpe confirmación de la conseja chavista que se resume en la consigna “No volverán”.

Mi objeción positiva para que Henry Ramos presida la Asamblea es que él es el mejor Jefe de Bloque Parlamentario con que cuenta la MUD para el inicio de un parlamento que se anuncia complejo, turbulento y pleno de desafíos. Ninguno como Henry reúne en un mismo político el carácter, el verbo y la experiencia parlamentaria requeridos para encabezar a una joven bancada en los combates que se avecinan.  El “burdel político”, como se repite por ahí. Así que, aunque él no tuviera las dos primeras objeciones que ya señalé, lo prefiero mil veces como jefe del bloque parlamentario de la Unidad, una vital posición para la cual los atributos no se improvisan ni se inventan.

Me quedo, pues, con Julio Borges, para ser electo presidente de la Asamblea Nacional el próximo 5 de enero. Y para nada por una operación de descarte. Borges es el político que mejor se ha preparado en estos 17 años para ocupar las principales responsabilidades en el Estado venezolano. Sereno y de ánimo consensual, pero a la vez valiente y decidido cuando le ha tocado asumir peligros y graves responsabilidades. Esa preparación ha marchado en dos sentidos que resultan inseparables cuando se aspira a algo grande en política: en lo personal y en lo colectivo.

En lo personal, con el estudio y el trabajo incansable, al divulgar sus propuestas y cuestionamientos con  puntualidad semanal y con oportunos y fructíferos viajes fuera del país, para tomar contacto con procesos, instituciones y personajes que le permiten conocer a fondo el manejo del Estado y le proporcionan un envidiable espectro de relaciones políticas, diplomáticas y corporativas.

En lo colectivo, al ser el principal constructor de un partido –Primero Justicia- de profundo calado social en la nueva Venezuela, que en vez de confinarse al ámbito de clase media que le dio origen salió a buscar al país extenso y profundo al que había que seducir y convencer para tener algún chance de disputarle al chavismo su adhesión. En Primero Justicia, Borges conforma junto a Capriles un tándem imbatible de cara a los acontecimientos que se nos avecinan: el segundo con su aproximación sincera y afectiva a los millones de compatriotas que claman por un país mejor y el primero como fundamental organizador de la herramienta. Luego de los desvaríos de 2002, ambos permanecieron inamovibles en la ruta de conformar una mayoría social que derrotase al chavismo. No tuvieron zigzgueos ni coquetearon con atajos o aventuras inmediatistas. Pagaron un alto precio por ello y hoy les llegó la hora de redituar. 

Entre los campeones de la victoria histórica del 6-D, destaca Julio Borges en la posición central de la primera fila. Porque tiene 17 años construyendo con paciencia los instrumentos para combatir por ella; y además porque es el indiscutido campeón de la ruta electoral, aquella que finalmente se impuso por el peso de los hechos. Fue Julio quien tuvo la valentía de alzar su meñique entintado el 5 de diciembre de 2005, cuando todos nos abstuvimos para cumplir el llamado –cosas de la vida- formulado por Henry Ramos Allup (quien, en nombre de los partidos, ciertamente respondió a la fuerte presión ciudadana del momento).  Aquel acto de sinceridad y convicción en sus valores le ha costado a Julio la desconfianza, cuando no el rechazo desconsiderado y hasta ruin de miles de opositores. Tal ánimo pervive y flota alrededor de la escogencia de ahora, en la mayoría de manera sincera y espontánea pero en otros de manera torva y manipuladora.

Por si esto fuese poco, debo añadir que Primero Justicia es, con margen apreciable, la primera fuerza política de la Mesa de Unidad Democrática. Una realidad que se expresa de muchos modos, y en particular en el número de diputados electos que provienen de sus filas: 33, ante 25 del segundo partido que es Acción Democrática. Esa condición de primera fuerza parlamentaria debe permitirle, según reglas al uso en la MUD, proponer al primer presidente de la AN en el período que comienza.

Dejo pues, esta modesta sugerencia a los dirigentes de la MUD: Julio Borges a la presidencia de la Asamblea Nacional y Henry Ramos Allup a la jefatura del bloque parlamentario de la Unidad. Posiciones que, tal como juiciosamente se anuncia, serán rotadas anualmente y que podrían intercambiarse en el futuro no muy lejano.


Un apunte final: no es poca cosa la designación de quién presidirá la AN el 5 de enero. Tengo la convicción de que el designado lo estará siendo también para ejercer la presidencia provisional de la República por quizá un par de meses, luego de que la crisis nacional y el proceso desencadenado el 6-D conduzcan a la revocatoria o renuncia del presidente y el vicepresidente actual y deban ser convocadas nuevas elecciones. Eso lo saben Henry y Julio. Es bueno que lo sepamos todos.

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