Trino Márquez 09 de diciembre de 2015
@trinomarquezc
Se acabó la hegemonía chavista
después de casi diecisiete años de dominar el tablero a su antojo. La
arrogancia roja quedó sepultada por los millones de votantes que salieron a
decir que están hartos de la incompetencia, los abusos y la corrupción. Para el
chavismo, ya no se trata de compartir el Poder Ejecutivo regional y local con
algunos pocos gobernadores y alcaldes a los que se les niegan los recursos
financieros e imponen figuras como el “protector” de Miranda, el jefe del
“gobierno” metropolitano o el presidente de una corporación regional. A partir
de ahora el oficialismo tendrá que cohabitar con un órgano del Poder central en
manos de la alternativa democrática.
Este ascenso no fue el resultado de
una asonada militar, sino de la decisión soberana de la gente, que venció las
amenazas, los chantajes y el ventajismo obsceno del Gobierno. Ya los chavistas
no podrán decir con jaquetonería que cometen arbitrariedades porque representan
la mayoría de los venezolanos. Ahora son una minoría que conserva partes del
Poder porque la Constitución así lo determina. Pero, esa misma Constitución
ordena que exista separación, equilibrio y colaboración entre los Poderes
públicos. En ella no se dice que esos Poderes tengan que estar conducidos por
el mismo partido o la misma persona. Si Nicolás Maduro, jefe del Ejecutivo, en
nombre de una fuerza de la cual carece, decide torpedear las iniciativas de la
nueva Asamblea Nacional, peor para él. Seguirá pagando las consecuencias de su
terquedad.
Al régimen una batalla sin cuartel
con la Asamblea lo perjudicaría más que a la oposición, pues los ciudadanos
dijeron con su voto que rechazan las políticas del Gobierno, que están cansados
de la pugnacidad permanente fomentada por Maduro y que desean soluciones
inmediatas a los déficits que padecen. La superación de esas carencias implica
el diálogo y la concertación entre el Gobierno y la oposición. El Ejecutivo es
el Poder que cuenta con la capacidad financiera y logística para resolver las
dificultades. El Legislativo solo puede actuar para proponer leyes que
favorezcan el crecimiento con equidad y controlar la acción del Ejecutivo. Si
cada iniciativa de la mayoría de la AN es torpedeada o ignorada por el
Gobierno, la pendiente que este tomó el domingo 6-D se hará aún más inclinada.
De privar la sensatez, los líderes
del oficialismo deberían entender que los perdedores fueron, en términos
globales, el socialismo del siglo XXI, proyecto básico del régimen, causante de
la crisis económica y social nacional, y la violencia estimulada por los jefes
chavistas durante la fase previa a la consulta, y que pretendieron desatar
cuando tuvieron evidencias de la debacle electoral que se les venía encima. En
términos más específicos, los perdedores fueron el PSUV, líder del Gran Polo
Patriótico; Nicolás Maduro, quien convirtió -sin que nadie se lo pidiese- la
elección en un plebiscito; Diosdado Cabello, aspirante a seguir al frente de la
Asamblea; y Jorge Rodríguez, alcalde de Caracas y jefe del Comando de Campaña.
El sentido común indica que los responsables de ese fracaso tan estruendoso, no
deben continuar adoptando las mismas conductas que provocaron el descalabro.
Del otro lado se encuentran los
triunfadores. La dirigencia de MUD, con pulso e inteligencia, fue acorralando
al Gobierno para que realizara unas elecciones que no quería efectuar porque
todos los sondeos previos le daban cifras negativas. Logró eludir los
obstáculos hasta encerrar a Maduro y a Cabello en un cuadrilátero electoral del
cual no pudieron escaparse. La MUD impuso la estrategia constitucional,
pacífica, democrática y electoral
Otros vencedores fueron los factores
internacionales –Luis Almagro, secretario general de la OEA, expresidentes y
exjefes de Estado, parlamentarios de la Unión Europea, Mauricio Macri,
intelectuales de renombre planetario y los medios de comunicación- quienes
presionaron al Gobierno a través de denuncias y exigencias en las que pedían elecciones
justas, equilibrio y, especialmente, respeto a los resultados, que –todo
indicaba- serían favorables a la opción democrática. Estos factores y la MUD
formaron una tenaza que logró que los comicios se llevaran a cabo en la fecha
prevista y que el régimen acatase, a regañadientes, los resultados.
El mismo alicate, más la FAN, podría
volver a funcionar si Maduro pretende una trastada con la nueva y democrática
Asamblea Nacional.
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