Miguel
Bahachille M. 01 de marzo de 2016
@MiguelBM29
Los
“revolucionarios” persisten en negar la historia de Venezuela, sobre todo la
ocurrida entre 1958-1998, para machacar un mito socialista creador de esta
arquitectura de gobierno dadora de plena felicidad para el pueblo. Todo
inspirado en el patriotismo rebelde de Chávez. No hay que ser cronista urbano
ni social para saber que la cara aldeana que tenía Venezuela 7 décadas atrás,
hoy es con todas sus fallas una urbe con
rostro moderno. Penosamente, bajo un falsario aserto, el oficialismo insta a
soportar la escasez, inflación, inseguridad, anarquía, colas, como costos
transitorios para optar por la felicidad
plena (¡cosas de la revolución!).
Los
tutores del régimen, educados antes de 1998 (en la cuarta), deniegan de ellos
mismos mediante discursos vacuos tratando de validar algo llamado “Chavismo”
como única referencia moralista. Hay una clara intención de constreñir al
pueblo para que se desentienda de la historia y asuma el presente como ideal,
benéfico y legítimo. De allí el interés oficial de enfocar la mira hacia los
nacidos después de 1998 para convencerlos que las colas forman parte del
“sacrificio necesario” y digerirlas con lealtad en búsqueda de “un mejor
futuro”. Omiten que esos niños y jóvenes provienen de grupos familiares que
revelarán que, con las privaciones de cada época, pudieron acceder a la
seguridad, educación y bienes de consumo sin las vergonzosas limitaciones que
hoy les degradan socialmente.
La
realidad es que del aserto interminable de obras ejecutadas en los
vilipendiados 50 años de democracia, se beneficiaron millones de familias sin
desconocer las insuficiencias de cada administración democrática. Escuelas,
liceos, universidades, represas, carreteras, hospitales, ambulatorios, hoteles,
mercados, siderúrgicas, puertos y aeropuertos, entre una multiplicidad de
obras, conformaron un brioso croquis urbano forjador de excelentes técnicos y
profesionales reconocidos a nivel mundial.
Ahora
hasta “Dagong Global Credit”, principal calificadora de un país amigo (China),
observa el elevado riesgo para Venezuela en el corto y mediano plazo. De hecho,
en julio de 2014 degradó la calificación del país desde BB+ a BB- (El
Universal, Ago-15). Por su parte Standard & Poor's señaló que la economía
de Venezuela se contrajo en 2015 en 7%
y su nivel de riesgo pasó de “CCC+” a “CCC”. Asimismo Reuter estimó la inflación en más del 100% y fuerte escasez de productos básicos. El
mismísimo BCV publicó que en 2015 el IPC presentó una variación acumulada de
180,9% y merma del sector privado en 8,4%. Como si fuere poco, el FMI estima la
inflación de 720% para este año.
No
obstante la evidencia numérica irrebatible, se persiste en denigrar del pasado
e insistir con un socialismo sin rumbo (ciego) que nos ubica en los últimos
puestos de crecimiento y primer lugar de inflación a nivel mundial. Ahora son
más frecuentes las cadenas de Radio y TV, a toda hora, en las que el Presidente
y sus adláteres echan mano de variadas e inimaginables artefactos futuristas
para “encantar ilusos” con las bondades del socialismo.
Nuestros
jóvenes no compran “esos dispositivos milagrosos” y, por el contrario, siguen
alejándose ante la imposibilidad de trabajar en Venezuela. La desaparición de
empresas privadas les mutila cualquier expectativa para casarse y “hacer
familia”, de obtener vivienda propia o alquilada, de disfrutar del ocio necesario,
etc. Es inútil pues insistir en un cambio de mentalidad claramente degradante.
El mundo del joven, con excepción de algunos sofistas enchufados, seguirá
siendo liberal no obstante la intensa propaganda que procura encandilarlo con
un socialismo pasado de tiempo.
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