Daniel Pardo 24 de abril de 2016
@pardodaniel
Luego
de recitar un rosario y entonar dos evangelios, los niños de una escuela en Las
Lomas, un pueblo rural a las afueras de Caracas, hacen fila para entrar al
comedor, donde cada uno recibirá el que puede ser el único plato que comerá en
el día.
"Son
chamos de familias desestructuradas, que viven en casas de barro, que si no es
acá no tienen dónde comer", dice Ana María González, la hermana que
preside este autosustentable centro de asistencia vinculado a la fundación
internacional cristiana Fe y Alegría.
El
plato de metal que los niños abordan con ansias tiene una gran porción de pasta
con salsa de tomate, una tajada de plátano maduro y tres cuadraditos de carne.
"Antes
podíamos darles granos y carnes o pollo todos los días, pero ahora se reduce a
uno o dos días por semana", asegura González, mientras los niños comen en
silencio.
Su
testimonio parece repetirse a lo largo del país: los venezolanos –y entre ellos
la población más vulnerable, los niños– están comiendo menos y en menor
calidad.
Las
encuestadoras lo reportaron recientemente: Datos encontró que 90% dice comprar
menos alimentos, Venebarómetro estima que 31% asegura comer menos de tres veces
al día y Encovi halló que 15% considera su alimentación monótona o deficiente.
Los
datos oficiales sobre alimentación no se publican desde 2013, cuando la crisis
económica apenas arrancaba: en ese momento el Instituto Nacional de Estadística
reportó que el hambre –medida por consumo de calorías– afectaba a un 5% de los
venezolanos.
Tres
años después, muchos venezolanos creen que acá se vive una emergencia
alimentaria, que hace un mes fue decretada por la Asamblea Nacional, controlada
por la oposición, en busca de solucionar la escasez, la inflación y la recesión
que golpearon el plato de comida.
El
presidente, Nicolás Maduro, niega que haya dicha crisis, que
considera más una guerra económica de especuladores y contrabandistas para
sabotear su gobierno.
"En
Venezuela no hay hambre, pasamos un momento difícil pero el pueblo
tiene acceso a sus bienes", dijo el mandatario hace una semana.
Y,
como suele hacer, recordó que el año pasado la Organización de las Naciones
Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés)
premió a Venezuela por segunda vez en 24 meses por su labor en la lucha contra
el hambre.
Hambre
oculta
Al
volante de una camioneta en medio de un caótico barrio popular en Caracas, la
nutricionista Marianella Herrera señala a una mujer cuyo cuerpo parece una
torre de neumáticos.
"Eso
es lo que llamamos hambre oculta", le dice a BBC Mundo, para ilustrar
el fenómeno que según ella –doctora de la Universidad Central de Venezuela
(UCV) y miembro de la dirección del Observatorio Venezolano de Salud (OVS)– se
está dando en el ámbito alimenticio en Venezuela.
El
"hambre oculta", un concepto reconocido por nutricionistas a nivel
mundial, se refiere a la deficiencia de micronutrientes en personas que se
pueden ver bien físicamente.
"Acá
no hay una hambruna típica de países africanos, sino que lo que come la gente
no alimenta", continúa Herrera.
Según
estudios del OVS y la ONG Fundación Bengoa para la Alimentación y Nutrición, el
75% de la dieta actual de los venezolanos se limita a carbohidratos.
El
producto con mayor intención de compra, según estas ONGs, es la harina de maíz
precocido con la que se hace la arepa; después el arroz, los panes y las pastas.
Las
frutas y las hortalizas –que a diferencia de los otros productos no tienen
problema de abastecimiento, pero sus precios aumentan más del 250% anual, según
cifras oficiales– son cada vez menos accesibles para las clases medias y bajas.
Y las
proteínas animales, menos: según la Federación Nacional de Ganaderos, en 2015
los venezolanos redujeron la ingesta de carne de res en 42% con respecto a
2012, el consumo más bajo en 55 años.
Herrera
vuelve a la corpulenta mujer en el barrio: "Tú puedes verla gordita y
dices que está bien alimentada, pero si esa gordura es resultado de una
alimentación desbalanceada, esta persona puede estar desnutrida y es muy
vulnerable a enfermedades como diabetes, anemia e hipertensión, entre muchas
otras".
Hasta
hace unos cuatro años Venezuela era de las economías con mayor consumo general
per cápita de la región: acá incluso los más pobres podían tomar
whiskey escocés, almorzar una parrillada con carne argentina y cambiar de sabor
con chocolates suizos.
Economistas
y nutricionistas coinciden en que la percepción sobre el hambre se
exacerba por traumas psicológicos: que la arepa ya no se pueda rellenar con
carne desmechada, frijoles negros y queso blanco –sino solo con mantequilla– es
un golpe chocante al venezolano, aseguran.
Hoy en
Venezuela, como en algunos otros países de la región, se pueden ver
restaurantes con langosta, bife de chorizo y queso francés en el menú, así como
zonas de extrema pobreza donde los niños encajan aquella figura del africano
con cuerpo esquelético.
Pero
en ambos casos se trata de minorías: la mayoría, dice Herrera, come mal y puede
sufrir hambre oculta.
De
hecho, en 2013 Venezuela empezó a figurar en el segundo lugar del ranking de la
FAO de países latinoamericanos con mayor obesidad.
"Sí,
ningún venezolano se ha muerto de hambre directamente, pero ¿y si se muere de
una diarrea que se complicó por el bajo nivel de micronutrientes, no lo
deberíamos considerar una muerte de hambre?", se pregunta la doctora.
Aunque
el gobierno ha intentado promover la buena alimentación con varias campañas,
ninguno de sus voceros ha opinado sobre la obesidad como reflejo de la
malnutrición, o el hambre oculta.
Por el
contrario, en el sector oficialista se suele ver la obesidad como un
reflejo de que acá no hay hambre.
Ante
la guerra económica, conucos
Eliazar
González –un extransportista de infladas ojeras en otro sector rural a las
afueras de Caracas, Hoyo de la Puerta– ha decidido seguir la recomendación del
presidente Nicolás Maduro para paliar la crisis: desarrollar un
"conuco", un cultivo casero para abastecerse de víveres.
"El
año pasado logré producir unas cositas que me hicieron muy feliz, pero este año
no he podido sembrar nada, porque no ha llovido ni hay un sistema de
riego", relata.
Mientras
termina la sequía, González está consiguiendo sus alimentos como la mayoría de
venezolanos: haciendo fila por horas en supermercados.
El
gobierno atribuye los problemas de abastecimiento a una supuesta guerra
económica gestada por el sector privado para desestabilizar al país.
Y la
"ofensiva" contra la crisis se ha dado en tres frentes.
Primero,
atacar a los supuestos gestores de la guerra a través del Plan Gorgojo (como el
insecto que invade las despensas).
Casi
60 funcionarios de la red de supermercados estatal han sido arrestadas por
corrupción y, según cifras de la Fiscalía, poco menos de 400 personas fueron
detenidas por acaparamiento, boicot o contrabando de alimentos.
En
otra operación similar llamada "El Bus Drácula", las autoridades
arrestaron el año pasado a 2.800 revendedores de productos básicos, mejor
conocidos acá como "bachaqueros".
La
segunda estrategia es importar más productos y venderlos a precio regulado en
mercados populares, sin la mediación de empresas privadas.
A los
21 entes adscritos al Ministerio de Alimentación, el gobierno añadió hace
semanas un Sistema Popular de Distribución de Alimentos, con el que instaló
1.187 mercados comunales en los que serán distribuidas 5.100 toneladas de
pollo, arroz o pasta, según cifras oficiales.
El
tercer frente "de ataque" es incentivar la producción, que se redujo
después de las expropiaciones y el boom de las importaciones: el sector de
alimentación, por ejemplo, lleva 5 años en recesión, según cifras oficiales.
La
oposición propone una alianza con el sector privado, pero el gobierno ha
preferido promover cultivos caseros con el denominado Plan Siembra de la
Patria, que espera desarrollar 1.200 hectáreas de agricultura urbana donde se
produzcan acelga, cilantro o berenjena, entre otros.
El
gobierno estima que "el pueblo" puede generar hasta 30.000 toneladas
de remolacha, pimentón o zanahoria en sus localidades.
"Cada
matica que se siembra es una construcción de poder, porque va a producir algo
aunque sea para que una familia se libere del poder del capitalismo monopolista
y especulador", dijo desde una jornada de siembra trasmitida por
televisión el alto funcionario y diputado chavista Elías Jaua.
Desarrollar
conucos en Venezuela, un país con óptimas condiciones climáticas para cultivar,
ha sido durante años la consigna de Enrique Egana Wallis, un cafetero caraqueño
de raíces escocesas.
El
también miembro del Centro de Tecnología Ecológica de la UCV, que pasa parte de
sus días enseñando a niños los beneficios de comer lechuga, dice que acá se
pueden cultivar fácilmente los llamados superalimentos que se venden en tiendas
de lujo en el mundo desarrollado: la col crespa, la chía y el amaranto.
"Pero
no desarrollas la agricultura de una día para otro; tienes que aprender a
cultivar la planta, cuidarla a diario y educarte en formas de cocinarla",
le dice Egana a BBC Mundo.
"La
escasez no se soluciona con esto; la escasez necesita acciones urgentes, de
impacto inmediato; no van a reemplazar una industria con huertos caseros",
opina.
Según
la encuestadora independiente Datanálisis, el desabastecimiento de alimentos
básicos ronda el 80% de los supermercados y 40% de los hogares.
Entre
enero y febrero el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social documentó
64 saqueos por alimentos y en la reciente Semana Santa, de acuerdo a la
vicepresidencia, hubo 21 intentos de robo colectivo a tiendas o camiones.
Pequeñas
protestas por la escasez se producen prácticamente a diario a lo largo del
país.
BBC
Mundo solicitó entrevistas con el ministro de Alimentación, Marco Torres, con
la ministra de Agricultura Urbana, Lorena Freitez, y con la dirección del
gubernamental Instituto Nacional de Nutrición, pero no obtuvo respuesta.
¿Líder
en la lucha contra el hambre?
Para
ilustrar lo que para ellos eran verdaderas épocas de hambre, los partidarios
del chavismo suelen recordar que antes de la revolución socialista los pobres
comían alimento para perro, que acá se conoce como "perrarina".
Historiadores
y economistas han cuestionado la anécdota, que se reportó en algunos diarios de
los años 90.
Pero
muchos venezolanos la repiten, celebrando las políticas alimentarias del
fallecido Hugo Chávez, que con el subsidio de medio centenar de productos
centrales en la dieta del venezolano –como la harina de maíz precocido– logró
disparar los índices de consumo calórico.
Los
premios que la FAO le ha dado a Venezuela se basan en cifras oficiales que
reportan una disminución del hambre de 13,5% en 1992 a 5% en 2012.
Hace
un par de semanas –en uno de esos recurrentes días en que las fotos de
kilométricas filas en supermercados abundan en las redes sociales– el delegado
para Venezuela de la FAO, el brasileño Marcelo Resende, dijo tras una reunión
con el ministro de Alimentación: "Felicito al pueblo de Venezuela y su
gobierno por crear la mejor red pública para distribuir alimentos y también los
felicito por lograr una activa participación y organización social de todo su
pueblo".
BBC
Mundo solicitó una entrevista y envió un cuestionario a la FAO en Venezuela,
pero no obtuvo respuesta.
"Lo
habíamos alertado"
La
declaración de Resende generó una avalancha de críticas y no pocas burlas en
sectores opositores.
"La
única explicación que podemos dar a esas declaraciones es que usan cifras
oficiales viejas y basan su definición de hambre en consumo calórico, que es un
método anticuado e incompleto", le dice a BBC Mundo Jennifer Bernal,
nutricionista de la Universidad Simón Bolívar (USB).
Para
ella, así como para Marianella Herrera, el hambre se debe medir más allá del
consumo calórico, teniendo en cuenta la presencia de micronutrientes.
Los
expertos no niegan que el gobierno haya obtenido logros para proteger el plato
de los venezolanos durante los años que coincidieron con la bonanza del crudo,
entre 2004 y 2008.
Pero
dicen que esas políticas, basadas en las importaciones, dependían de la renta
petrolera.
Y
aseguran que el control de precios es la causa principal de escasez, que se ha
agravado con la caída del 70% del precio del petróleo en el último año.
"Llevamos
seis años alertando que venía esta escasez", dice Julio Borges, un
diputado de la oposición que presentó la declaración de crisis alimentaria en
la Asamblea.
El
conocido congresista, que habla con BBC Mundo en la sede de Radio Caracas Radio
antes de su programa semanal, alega que cuando el gobierno expropió 1.200
empresas empezó a caer la producción y "se tapó el hueco" con
importaciones.
"El
gobierno empezó a controlar todo el proceso productivo y distributivo; a
controlar los precios de semillas, los hilos, la importación de materia prima;
luego pasaron a importar los productos acabados y expropiaron los
supermercados; y para rematar les dieron a los militares el poder sobre el
proceso", se queja.
Según
cifras oficiales, en los últimos 10 años el petróleo pasó de ser responsable
del 68% de los ingresos del país, al 95%.
"En
la medida que el país se ha secado de dólares, sin producción y sin
inventarios, la crisis de escasez se vuelve crisis alimentaria", dice Borges.
La
oposición dice que además de la "incompetencia en el manejo
económico", la crisis alimentaria se debe a que "se robaron
los reales (el dinero)".
"Fueron
142 mil millones de dólares que le asignaron a la Misión Alimentación. Lo dicen
con orgullo y hoy no hay comida. ¿Quién se robó el dinero?", cuestionó la
diputada opositora Manuela Bolívar en una reciente sesión parlamentaria sobre
el tema.
En la
misma sesión la bancada oficialista no negó los hechos de corrupción, pero
atribuyó la escasez a una "intervención de fuerzas extranjeras"
aliadas con el sector privado.
El
chavismo en la Asamblea abrió 28 procesos por corrupción de alimentos y ninguno
tuvo consecuencias.
Uno de
ellos fue el famoso escándalo de Pdval (bautizado por la prensa local como
"Pudreval"), en 2010, cuando al menos 130.000 toneladas de alimentos
podridos fueron encontradas en Puerto Cabello después de que habían sido
importadas por Pdval, una empresa de supermercados de la estatal Petróleos de
Venezuela (PDVSA).
Los
alimentos habían sido abandonados por quienes los importaron y, a pesar del
breve arresto de tres directivos de Pdval, hoy no hay culpables por el
escándalo.
Casas
de alimentación
Belky
Rodríguez, una vigorosa caraqueña del barrio popular de Guarataro, cerca del
centro de la capital, es de las que dice que los problemas de corrupción en el
gobierno son por infiltrados de la oposición en los ministerios.
Pero
pese a la corrupción –y a unas filas que le generan un intimidante gesto de
furia–, para ella "acá nadie se está muriendo de hambre, eso es un
invento de la oposición".
Rodríguez
administra hace 11 años una Casa de Alimentación en su residencia, a donde
llegan 130 personas de lunes a viernes a recoger una porción del almuerzo que
ella cocina.
Mientras
habla con BBC Mundo, Belky sirve en un tupper a un hombre
mayor una porción de arroz, varios pedazos de carne en salsa y una pequeña
tajada de plátano maduro frito.
Los
alimentos, que guarda en un depósito con dos neveras, los recibe todos los
jueves de una de las redes de supermercados del gobierno, Mercal.
Desde
2004 el gobierno venezolano ha creado 4.500 Casas de Alimentación como la de
Belky, quien limita el dispendio de almuerzos a personas conocidas suyas y
–dice– de bajos recursos.
Mientras
la de Belky se mantiene intacta, otras Casas de Alimentación fuera de zonas
urbanas –aunque no hay cifras de cuántas exactamente– han tenido que suspender
actividades, porque Mercal dejó de llevarles los alimentos.
Comida
solo para la ciudad
Un
ejemplo es el pueblo de Turgua, a un par de horas de Caracas: Mercal dejó de
llegar desde finales del año pasado y los seis centros de distribución de la
empresa estatal están cerrados desde entonces.
Edixon
Cisneros es un joven turguense vocero del Consejo Comunal, una asociación
civil.
El
estudiante de ingeniería, becado en la Universidad Simón Bolívar, anhela los
días en que se sentaba al frente de la televisión con una caja de cereal que se
comía completa.
"Ahora
racionamos y comemos lo que se encuentra", relata mientras maneja una
sonora camioneta de su familia.
Su
padre, Gustavo, tiene tres empleos, como muchos de los habitantes de Turgua,
que deben viajar tres o cuatro horas al día para llegar a sus trabajos y hacer
fila en los supermercados urbanos donde sí hay comida.
Uno de
los trabajos de Gustavo es en Mano Amiga, una escuela de casi 1.000 estudiantes
de la Congregación de Legionarios de Cristo en Turgua, que cuenta con salas de
computación, edificios nuevos y canchas de fútbol, básquet y béisbol.
Pese a
ser un colegio aventajado en comparación a la mayoría de escuelas del país
–como la que citaba arriba, en Las Lomas–, la cantina de Mano Amiga dejó de dar
almuerzos a los estudiantes y redujo la cantidad de desayunos que vende.
Por
estar en fase de desarrollo, los menores de edad son considerados la
población más vulnerable ante los problemas de hambre, o hambre oculta, por
encima de los adultos mayores y los enfermos.
Mientras
en América Latina la desnutrición infantil es del 5% según la FAO, en Venezuela
la Fundación Bengoa encontró un 9% para 2015 (las últimas cifras oficiales
reportaron 2,9% en 2011).
La
cocina de Mano Amiga –que tiene hornos, extractores y parrillas– parece recién
hecha: está intacta, y en ella solo se ven unas cajas de yogurt que les donó
una empresa amiga de la Congregación.
"Aparte
de eso, los niños traen su comida; sea una arepita o un sanduchito o
nada", le dice Cisneros a BBC Mundo.
Y para
reemplazar la leche y saciar la sensación de hambre, añade, "hay niños que
traen el agua que sobra de la pasta en su casa".
El
hambre en números
¿Qué
responden los venezolanos cuando se les pregunta qué comen?
12%
comen
dos o menos veces al día.
40%
de lo
que comen es maíz, arroz, pastas y grasas.
- 87% no le alcanza la
plata para la comida.
Encuesta
Encovi, 2015
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