Bruno V. Gallo 07 de abril de 2016
El
experto en sistemas electorales y análisis político, Bruno Gallo, argumentó que
dentro de todas las opciones que se plantea la oposición para superar la grave
crisis política y económica, entre las que se cuentan el golpe de Estado, una
revolución, la salida negociada es la mejor.
Así lo
dijo en el foro Venezuela 2016: ¿Salida, golpe, revolución o acuerdo?,
organizado por Roberto Smith Perera y que tuvo lugar el pasado viernes en la
sede de la Sociedad Bolivariana, en la Calle Bolívar del casco histórico de La
Guaira.
“La
visión de la anti política ha instalado en la cabeza de muchos la idea de la
negociación como una mala palabra, una acción burocrática y elitesca. Un
chanchullo acordado entre cogollos. Pero la verdad es que la anti política ha
demostrado que no negocia, impone. Militares, empresarios, actores y mises
venidos a la política, prefieren imponer que negociar, por eso la
descalificación de la esencia de la política, la búsqueda de acuerdos en la
diversidad”.
A
continuación la intervención de Gallo:
Después
de algunas dudas sobre cómo emprender la tarea de disertar sobre la disyuntiva
planteada en el título de este foro, Venezuela 2016: ¿Salida, golpe, revolución
o acuerdo?, a la que Nelson López agregó en un muy concurrido chat de WhatsApp,
las posibilidades del revocatorio y constituyente, he decidido usar la imagen
de umbrales físicos como recurso expositivo.
Es
decir, imaginar que cada una de las posibilidades que nos propone la disyuntiva
son puertas que debemos atravesar, pero antes de escoger cual es la más
adecuada, se me plantean por lo menos dos preguntas previas.
La
primera tiene que ver con quién debe cruzar el umbral y la segunda hacia dónde
queremos ir al cruzar el umbral, es decir, qué esperamos encontrar del otro
lado de la puerta.
1.- ¿Quién debe cruzar el umbral?
Los
sectores opositores, en consonancia con la cultura mesiánica imperante, hemos
estado tentados desde hace algún tiempo a pensar que tenemos la misión
apostólica de sustituir al hombre por otro hombre, al caudillo por otro
caudillo, al partido por otro partido… y así sucesivamente. Pero resulta que
hoy la realidad se expresa con alaridos imposibles de desoír:
– No
hay medicinas, los pacientes sufren las consecuencias, los hospitales parecen
las tiendas de campaña donde se atienden los heridos de una confrontación
bélica del siglo XVII. Muere una jovén en Chichiriviche por una reacción
alérgica despues de ingerir accidentalmente un camarón y recorrer varios
centros de salud en Falcón y por si fuera poco sus familires tuvieron que
llevarla de regreso a Maracaibo en su carro particular pues no habían
furgonetas en la morgue ni ambulancias en el centro de salud donde murió.
– No
hay alimentos, las colas saltan a la vista pueden llamarse como quieran menos
sabrosas y los productos que encuentras cada vez distan mas de poder comprarse.
–
Aumentan los robos, secuestros y asesinatos y esa expresión terrible de la
justicia en manos de la victima que son los linchamientos.
– Los
crímenes no solo aumentan cuantitativamente sino que empeoran cualitativamente
y se tornan cada día mas horrendos: degollamientos, decenas de tiros o puñadas,
derroche de crueldad o 17 mineros asesinados y desmembrados con una sierra
eléctrica.
– El
aparato productivo ha sido destruido por las expropiaciones, la política
monetaria, el acoso y la persecución del estatismo, regresándonos a la
situación de dependencia de las importaciones anterior a los años 40.
–
Nícmer Evans denuncia que se robaron 400 mil millones de dólares de CADIVI y
Julio Montoya investiga la falta de otros 60 mil millones de dólares en Pdvsa,
es decir, la corrupción nunca en toda nuestra vida republicana fue tan grotesca
y desfachatada.
Ante
esta escandalosa realidad sería, como mínimo, miope pensar que los únicos
interesados en pasar el umbral que nos lleva a un país más amable somos
nosotros, los opositores.
De
hecho las encuestas coinciden en negar semejante falta de tino. No solo quienes
nos hemos opuesto al gobierno de Chávez primero y al de Maduro después, estamos
convencidos de que para que el país avance debemos trascender este gobierno. A
decir de todas las encuestas cerca del 90% de la población tiene una visión
pesimista de la situación y mas del 80% piensa que este gobierno lo está
haciendo mal, solo el 13% (aproximadamente) aprueba la gestión del gobierno y
muy cerca del 70% aprueba la búsqueda de una vía constitucional para que este
gobierno no se prolongue hasta el 2019.
Así
pues, una parte importante de quienes han venido votando sostenidamente por el
proyecto que encarnó Chávez antes y Maduro ahora creen que esos umbrales deben
ser traspasados y buscar algo mejor del otro lado de una de esas puerta. De tal
manera que la puerta que escojamos no debe satisfacer solo a un hipotético
nosotros sino a una aún mas hipotético e incluyente mayoría nacional afectada
por el rosario de calamidades que estos gobiernos han potenciado y de la que
apenas mencionamos un abreboca.
2.- ¿Qué esperamos encontrar detrás de la
puerta que crucemos?
La
segunda consideración de alguna manera define, o al menos ilumina, cuál umbral
en más recomendable. Tiene que ver con lo que esperamos encontrar detrás de la
puerta que crucemos. Porque, para encontrarme la misma realidad con otras
caras, mejor nos quedamos quietos.
Si ya
dijimos que quienes debemos cruzar somos una mayoría muy incluyente entonces la
puerta se debe cruzar para que esa mayoría se convierta en protagonista de la
construcción de un proyecto de país igual de incluyente y profundamente
respetuoso de la diversidad. En resumen eso que llaman una visión compartida,
una agenda común que es el secreto de todos los países que han tenido un
relativo éxito, no en frías estadísticas sino en apreciable calidad de vida.
Así pues pudiéramos soñar que detrás de la puerta que escojamos encontraremos
un país con proyecto, un país con una visión compartida de su propio futuro:
En un
país con proyecto ocurren cosas deseables para todos:
– Los
ciudadanos, empresarios, organizaciones políticas y ciudadanas, de un país con
proyecto, saben hacia dónde va el país, conocen sus potenciales económicos y
sus aspiraciones sociales, saben que hay cosas que no cambiarán si cambia quien
gerencia o quien gobierna.
– Hay
reglas claras y universalmente válidas.
–
Todos saben a qué atenerse en ámbitos que no se mueven al vaivén de la
creatividad de un hombre, de la ideología del partido o de los intereses de la
tribu.
– El
sistema de justicia es imparcial, confiable, “justo”, la gente sabe que allí
pueden dirimir diferencias sin que la balanza se incline a favor de quien tenga
más dinero o influencias políticas.
– Con
los países vecinos y aliados se tiene relaciones respetuosas y basadas en
visiones de largo alcance, no basadas en la simpatía que se siente por quienes
los dirigen coyunturalmente, pues importa la comunidad de intereses, no la
comunión ideológica.
– Los
presupuestos se diseñan con base a metas y no a la improvisación, se acude a
endeudamiento público con responsabilidad premeditada y no como si le pidieras
unas monedas al compadre para completar para la cerveza.
– Los
funcionarios al servicio del Estado están allí por sus capacidades y cualidades
técnicas, por su currículo y no por la credencial del partido y mucho menos por
su capacidad para templar testículos, aplaudir a un jefe o gritar la consigna
de turno.
Un
proyecto de país no puede ser el resultado de la visión de una parcialidad que
se le impone a otras y las derrota hasta aniquilarlas.
Un
proyecto de país es el resultado del reconocimiento de la existencia del otro,
de intereses nacionales superiores a las visiones parciales.
Una
visión compartida el resultado de un diálogo en el que se reconozcan las
diferencias pero se fijen unas pocas Políticas de Estado en las que todos los
sectores del país se comprometan, por ejemplo: superación de la pobreza,
inseguridad, estabilización macroeconómica, inflación y política petrolera,
profesionalización del Estado y la carrera administrativa, reforma del sistema
judicial hasta hacerlo imparcial y confiable.
Si el
país pudiera llegar a un acuerdo en ese puñado de temas se abriría para los
ciudadanos un futuro verdaderamente prometedor. Pero eso requiere actores
políticos y sociales capaces de escucharse, de respetarse y de trascenderse a
ellos mismos.
Más
que cambiar a un hombre en el poder, más que cambiar al partido en el poder, el
reto es cambiar esta visión en el poder que lamentablemente es anterior a
quienes nos gobiernan hoy y parece presente en otras visiones y otras
organizaciones políticas. Esta visión puede parecer ingenua, pero no hay forma
de convertirnos en una nación con un destino prometedor sin pasar por esta
“ingenuidad”. Y una nación con destino prometedor solo puede encontrarse detrás
de alguna puerta.
Antes
de hablar de la especificidad de esa puerta quisiera hacer una digresión y
dedicar mi atención a dos trampas que sabotean a posibilidad de traspasar ese
umbral civilizatorio.
3.- Primera digresión.
Cuando
uno ha tenido que ver con la actividad política desde hace tanto tiempo, la
gente te ve y te pregunta “¿Cuándo vamos a salir de estos tipos? ¿qué vamos a
hacer? En el mejor de los casos… porque unos más desesperados te increpan y
exigen que lo que se vaya a hacer se haga ya pues “esto ya no lo aguanto” y
otros bastante peores, de dedican a despotricar contra unos diputados que en
cuatro días cumplirán tres meses en sus curules enfrentado todo el poder de un
proyecto que tiene el monopolio de las armas de la justicia, del presupuesto
público, de la organización electoral y además tiene suficiente desfachatez
como para usarlo con toda la arbitrariedad que es posible. Estos amigos
impacientes, esperan que la Asamblea Nacional desate un nudo gordiano que se ha
ido tejiendo en 17 años de desafueros. Esta actitud promueve desesperanza,
deserción y depresión.
A los
amigos impacientes, a los valientes del teclado y demás desesperados hay que
pedirle paciencia, perseverancia y aportes. Cada quien desde su trinchera
política, intelectual, comunitaria, sindical o partidista, teórica o practica.
Pero lo que está claro es que no se puede seguir cayendo en la trampa de la
impaciencia y la desesperanza, no puede seguirse optando por la solución mas
rápida en detrimento de la mas adecuada.
Quienes
hicimos una pasantía por la izquierda radical nos especializamos en derrotas y
dejamos amigos en el camino y sin embargo solíamos refugiarnos en una frase
extraordinaria de Julius Fucik, poeta y periodista checoslovaco escrita en una
celda de la Gestapo en un reportaje al pie del patíbulo: “Por la alegría he
vivido, por la alegría he ido al combate, por la alegría muero, que la tristeza
nunca sea unida a mi nombre”
Obviamente
nadie más debe morir trascendiendo la crisis, pero sería deseable infundir a
nuestra lucha por el futuro algo de esta esperanzadora decisión de hacerlo con
alegría y por la alegría. O al menos, que podamos administrar mejor nuestro
pesimismo y desesperanza.
4.-
Otra digresión
La
otra trampa a la que queremos referirnos que pudiera sabotear la posibilidad de
escoger la puerta adecuada es el radicalismo y su chantaje, que ha funcionado
sistemáticamente durante los 17 años que ha durado este gobierno y no dudamos
en afirmar que ese chantaje radical ha ayudado a prolongar. Veamos.
En
tiempos de la Coordinadora Democrática una nueva forma de radicalismo aparece
en la Fuerza Armada, un grupo de oficiales de alto y mediano rango, soldados y
sub-oficiales inventa, sin consultar a nadie, por lo menos no a los partidos
políticos, una nueva forma de protesta: Salirse de los cuarteles y declararse
en una extraña rebeldía en una Plaza del Este de la ciudad. Al que no se
solidarizaba, que fue mi caso, se le acusaba de traidor o cobarde o de reducida
virilidad (falta de bolas, decían). Durante varios meses la Plaza Altamira se
convirtió en el epicentro de una forma muy rara de acción político-militar con
mucho valor y muy exiguos resultados. El gobierno salió ganando, avanzó en el
control del aparato militar y la Fuerza Armada perdió algunos valiosos
oficiales institucionales sacrificados en el altar de la testosterona.
Similar
historia se repite con el paro petrolero empujado por el radicalismo a
contrapelo de la opinión de los dirigentes sindicales. El gobierno gana otra
vez y expulsa de Pdvsa a miles de trabajadores experimentados que representaban
además la conciencia del negocio petrolero.
La
historia se repite varias veces más pero citemos solo el golpe de abril de 2002
azuzado por el mismo radicalismo impaciente y por intereses económicos, termina
de atornillar a Chávez en el poder y entregar la Fuerza Armada al Ejecutivo.
El
abstencionismo del 2005 opera de la misma manera, entrega el Poder Legislativo
al partido de gobierno y tiñe de rojo rojito todos los poderes que son electos
por la Asamblea Nacional.
El
último caso es el de febrero de 2014, pero por educación uno no nombra la soga
en casa del ahorcado.
Lo que
si diré con absoluta claridad es que no podemos seguir tomando decisiones
chantajeados por los radicalismos, sin concertar en la MUD y sin considerar las
opiniones que están mas allá de la MUD.
Dicho
esto… volvamos sobre el tema hay un portal que escoger.
5.- La política, el umbral de los
umbrales. Las tareas que hay que hacer para encontar la salida
Ya
hemos dicho que el umbral deben cruzarlo no solo los opositores sino el
universo mucho mas incluyente de los descontentos, los afectados, los que no
creen en la falacia de la guerra económica.
También
hemos esbozado lo que esperamos encontrar al otro lado de uno de estos
umbrales: Salida, golpe, revolución o acuerdo; que no es otra cosa que una
visión compartida. Lo que, de hecho, sugiere una vía.
Recuerdo
que al poco tiempo de comenzar a militar en un partido de izquierda radical,
una corriente maoísta me captó e insistía en que había que utilizar todas las
formas de lucha… todas, armadas o no. Debo decir que ha corrido mucha agua bajo
el puente Osorio desde entonces y obviamente ya no creo en semejante laxitud.
Sin embargo sigo pensando que optar por la violencia o por el pacifismo no es
una decisión solamente ética o moral, sino sobre todo, un problema de
correlación de fuerzas, de posibilidad más o menos objetiva. En la disyuntiva
que nos presenta esta jornada de hoy no solo se trata de lo deseable sino de lo
posible. Con eso en mente deshojemos rápidamente la margarita.
La
salida, si se entiende como un especie de revuelta popular que lleva a la
renuncia no solo de presidente sino del gobierno, aunque parezca teóricamente
deseable, no creo que sea posible pues la experiencia demuestra que no hay
fuerza social o política preparada para dirigir semejante titanismo, ni el
gobierno tiene el talante democrático de De Gaulle como para renunciar.
Un
golpe no me parece deseable ni posible, no me parece deseable porque la cultura
que anima a los militares no es política, no consulta ni negocia, ordena e
impone… y se impone por la fuerza de las armas y una nueva ruptura puede
meternos en otro torbellino interminable. Y no me parece posible porque hasta
para dar un golpe es necesario hablar y esta Fuerza Armada esta cruzada por
informantes, miedos, espionaje y es muy difícil acordarse en semejante nido de
alacranes. Por otra parte la sociedad venezolana y el mundo de hoy condenarían
casi unánimemente una salida como esa.
Una
revolución al estilo de la francesa, rusa o cubana es impensable e indeseable.
Ni siquiera los sectores radicalizados del Psuv están trabajando en ello y mas
que indeseable en esta coyuntura de privaciones y recortes. Sería un remedo
cruel y tragicómico de las masacres de Pol-Pot y los Khemers rojos.
A mi
me parece deseable una salida negociada que satisfaga a los factores
descontentos, e incluso, que no pretenda la destrucción de los factores
desplazados del poder. La visión de la anti política ha instalado en la cabeza
de muchos la idea de la negociación como una mala palabra, una acción
burocrática y elitesca. Un chanchullo acordado entre cogollos. Pero la verdad
es que la anti política ha demostrado que no negocia, impone. Militares,
empresarios, actores y mises venidos a la política, prefieren imponer que
negociar, por eso la descalificación de la esencia de la política, la búsqueda
de acuerdos en la diversidad. Pero hoy tampoco lo veo viable, salvo que se
cumplan cierta pre-condición. Retornar la Política con P mayúscula, sin devaneo
con maniqueísmo alguno. Eso significa:
5.1 Trabajar en la construcción de una
mayoría contundente
Lo que
significa hablarle a la mayoría. Ningún proyecto político triunfa
democráticamente sin el apoyo de las mayorías, debe buscarse ese apoyo sin
complejo y expresando claramente una opción preferencial por los humildes y la
superación de la pobreza. Durante 17 años el gobierno y su partido han vivido
de la falacia según la cual ellos representan a los pobres y “los otros” a las
oligarquías. Si no se revierte esa matriz de opinión será difícil de revertir.
Denunciar
desde la perspectiva de los mas humildes es absolutamente inaplazable, hay que
ponerse frente a las luchas de los trabajadores, los sin techo, los desempleados,
las victimas de pésimos servicios.
5.2 Tender puentes al chavismo descontento
Hay
que hablarle al chavismo dirigiéndole un discurso sin complejos discursos,
decir por ejemplo:
–
Aspiramos la rectificación de los errores actuales y pasados, no pretendemos la
restauración de viejo errores.
– Se
trata de un proyecto incluyente, del que los chavistas no serán excluidos, ni
estigmatizados.
–
Creemos en el respeto a la diversidad, no hay aspiraciones de pensamiento
único, ni exigencias de profesión de Fe
–
Aspiramos una amplia participación democrática y popular en la reconstrucción
del país. La gente será escuchada, nunca mas nariceada,obligada a marchar o
silenciada.
La
identidad de quien pretende constituir mayoría no puede cuidarse de herir
susceptibilidades. Un conocido partido popular se definía antiimperialista y
antilatifundista sin que lo asustara lo que pensarían en el departamento de
Estado, ni pensaba en las puyas que dejarían de dar los terratenientes para la
campaña. AD se forjó una identidad enfrentando los autoritarismos de derecha o
de izquierda con igual vehemencia y colocándose del lado de los más humildes
sin complejos.
5.3 La
importancia ética, política y simbólica de condenar las posturas racistas,
clasistas y excluyentes de cierta oposición silvestre en el “exilio” o frente
al teclado.
Hay
una cierta oposición que no se conecta con los discursos de los sectores
democráticos organizados, son inocuos para el gobierno, su valentía se reduce
al escándalo en las redes sociales, a repetir fórmulas que ahuyentan a nuestros
electores y ofenden a los sectores populares y al “chavismo” con expresiones
racistas y clasistas.
Estos
sectores resultan profundamente funcionales para el gobierno que extrapola sus
despropósitos como identidad genérica de la oposición. La ofensa y el desprecio
de estos “radicales” hacia los sectores populares no ha sido claramente
rechazada por la dirigencia de la Alternativa Democrática. Esa condena no puede
seguir esperando. No suena realista que alguien, “pobre y de color”, quiera
compartir tienda política con sectores que no ocultan su desprecio por negros,
pobres y similares. No puede taparsele la boca, pero se puede deslindar nuestro
discurso de sus prejuicios.
Estos
mismos radicales suelen hostigar a los sectores que abandonan el chavismo
acusándolos de cómplices del desastre, delincuentes que en algún momento
recibirán castigos ejemplares. No es raro escuchar o leer cada vez que ocurre
un notable abandono de las filas chavistas que … “las ratas abandonan el baro
que se hunde” Este es un buen momento para tender puentes a los descontentos,
todos los que abandonen el proyecto político de quienes gobiernan deben ser
respetuosamente tratados. No se trata de dar asilo a violadores de derechos
humanos y corruptos enriquecidos, pero si, de no tender un cerco comunicacional
que mantenga unidas las filas del PSUV por elemental sentido de supevivencia.
En este sentido es menester generar una política, hacia los sectores descontentos
y contra los excesos del radicalismo silvestre.
5.4 La necesidad de construir un proyecto
para, no un proyecto anti ni contra
Diecisiete
años de polarización han logrado construir una barrera insalvable entre
gobierno y oposición, se trata de un maniqueísmo no siempre racional en el que
cualquier definición política es antinómica, no nos definimos por lo que somos
sino por lo que enfrentamos. En ese discurso:
– No
somos demócratas sino anti chavistas, dejando nuestra cualidad democrática,
nuestra principal cualidad, tácita y en veremos.
– No
somos la alternativa democrática sino la oposición. Definiéndonos solo por
nuestra acción contra el gobierno.
– No
aspiramos una sociedad abierta sino que somos anticomunistas. Con la carga
histórica negativa de ese vocablo.
– No
somos un proyecto para la Reconstrucción Nacional, un proyecto PARA salvar la
patria, sino que queremos sacar del poder al chavismo y castigarlo.
– El
país que aspiramos construir (que es, en definitiva, con lo que la gente se identifica)
queda en un lugar de muchísima menos importancia.
¿Quien
se identifica solo con la negación? Es difícil alinearse con quienes no definen
con claridad y pasión su visión, su proyecto de país, sus sueños.
Una
identidad en afirmativo que defina con claridad lo que somos es urgente, pero
sobre todo es necesario que esa identidad recoja claramente las aspiraciones y
anhelos de las mayorías populares, que despierte su entusiasmo, que congregue a
quienes quieren superar el fracaso de un proyecto político que, para bien y
para mal, reunió y traicionó a una contundente mayoría electoral.
Que
las mayorías se sientan identificadas con la Alternativa Democrática depende de
la capacidad que tengamos para definirnos claramente según las aspiraciones
mayoritarias de los venezolanos y no contra algún otro proyecto.
A manera de conclusión
En
conclusión, nadie negocia una salida del poder con una fuerza a la que puede
derrotar en la cotidianidad de la acción política o por la fuerza de los
poderes públicos y armados que controla. Sin embargo una fuerza basada en una
contundente mayoría sienta a cualquier poderoso a negociar salidas. De tal
manera que antes de traspasar cualquier umbral es menester, trabajar duro en la
recuperación de un espacio político secuestrado por el gobierno. Lo que
permitirá convocar a las mayorías empujar una salida negociada y en paz sin las
dudas de que esa mayoría pueda sentirse identificada con quienes los convocan.
Mientras tanto se debe arrebatar a quienes hoy controlan el poder ejecutivo y
la mayoría de los poderes factitivos, todo los espacios que sea posible
liberar, ciudadano, regional, municipal, popular, electoral…
Acumular
fuerzas los obligará a negociar.
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