Por Hugo Prieto
Manuel Llorens es director
de Encuestas Libres, un grupo de investigación académica de la Universidad
Católica Andrés Bello. Es psicólogo y sigue líneas de investigación en exclusión
social, violencia y la realidad política.
“En este momento, como se
están jugando las cartas en el plano institucional, pareciera que desde el
poder están apuntando a prolongar y maximizar el conflicto”, dice Llorens.
Seguimos en la apuesta todo o nada, buscando soluciones fáciles a problemas
complejos. Engañándonos unos a otros.
Hay un trasfondo que habla
de una profunda crisis cultural, cuyos antecedentes refieren a nuestra
incapacidad para identificar cuáles son realmente nuestras fortalezas como
pueblo. No estaría del todo mal releer “Breve tratado de la presunción”, ensayo
escrito por Mario Briceño Iragorry, para entender lo que estamos viviendo.
Del 6-D, cronológicamente
hablando, estamos muy cerca, pero anímicamente, a una distancia de años luz.
¿Qué hay detrás de esta paradoja?
Lo que yo destacaría
de esa pregunta es que estás hablando de la variable tiempo. Aquí el factor
tiempo es clave, en el sentido de que la velocidad del deterioro es muy grave
—en salud, en la situación económica, en la inseguridad—, y eso va generando un
clima para el desespero. Una sensación que en el tiempo se vuelve inmediata. Se
hace muy difícil pensar en cuestión de plazos. En los registros de las
transiciones políticas, una de las cuestiones más relevantes es cómo lidiar con
las expectativas de la gente. Ante la posibilidad de un cambio, cuando estamos
hablando de estados de fragilidad y de deterioro como el nuestro, la gente
quiere que todo ocurra ya, pero justamente las instituciones políticas, que de
por sí están muy deterioradas, conspiran para que esas expectativas se cumpla.
Y eso puede desatar más desazón, más fragmentación.
¿Para que se cumplan o para
que no se cumplan?
Exacto, estamos ante un
juego político, donde la mayoría de las instituciones, deliberadamente, están
tratando de impedir que se produzcan esos cambios. Eso hace que las
expectativas de la gente se vean insatisfechas a tres meses del 6-D.
Voy a referirme al tema de
la transición en América Latina, sin ánimo de establecer comparaciones, porque
no es el caso. En países que han pasado de la dictadura a la democracia (Chile,
Argentina) o que vienen experiencias autoritarias (Perú), hay grandes
obstáculos para abordar episodios realmente tenebrosos (violaciones a los
Derechos Humanos, empobrecimiento generalizado, destrucción económica), quedan
como asuntos pendientes, en silencio. Y en Venezuela, que es un país caribeño,
aún más.
Una de las cosas que define
este tiempo es que el trasfondo perverso de lo que había barnizado el
autoritarismo, se ha hecho evidente. Los lazos aparentes con organizaciones
delictivas, cuyo referente podría ser el episodio de Tumeremo, van creando la
sensación de que las organizaciones más eficientes del país son las bandas
criminales. Es un momento durísimo, donde se ha hecho evidente el substrato de
este juego disimulado de autoritarismo que funcionó durante mucho tiempo.
Venezuela, ciertamente, es un país caribeño, entonces tenemos una capacidad
para pasar la página que asombra por lo terrible. Lo de Tumeremo es realmente
escandaloso y, sin embargo, el país sigue andando. Los sobrinos del Presidente
enfrentan un proceso por narcotráfico y esto pasa por debajo de la mesa dentro
de lo que está pasando. Pero sí creo que ha habido un impacto, sobre todo entre
los seguidores del chavismo. Si bien muchos aún no se sienten identificados con
otra opción, se sienten muy distantes y lejanos. En el plano profesional, algo
que me ha llamado la atención, son los chavistas que se han ido del país.
Chavistas que se identificaron de una manera ideológica, que aparentemente no
estaban vinculados con temas de corrupción, han buscado como solución irse del
país. Casi como que no quisieran ver esta versión de lo que han apoyando.
Siguiendo ese planteamiento,
uno podría suponer que hay ciertas claves que ponen de relieve la crisis
terminal (en el sentido de transformación) que atraviesa el chavismo. Digamos,
a una realidad que ni siquiera ellos desean. ¿De ahí podrían salir los
“buenandros” como los llamó Chávez?
De las cosas
preocupantes, dentro del chavismo, es que la lógica autoritaria ha hecho, que
cualquiera de las versiones críticas haya sido aplastada. Eso es muy poco
santo, tanto para el chavismo como para el país. Que esto sea una transición
eficiente, como los países que has mencionado, o que sea una transición
conflictiva en el tiempo, como sucedió en Colombia, que los liderazgos puedan
trasladarse a una esfera más racional, más democrática, depende la convivencia
social y política. Creo que a todos los actores les conviene una transición que
sea eficiente, de lo contrario vamos a un conflicto que se va a sostener en el
tiempo. En este momento, como se están jugando las cartas, por ejemplo, con el
Tribunal Supremo de Justicia y la Asamblea Nacional, pareciera que desde el
poder están apuntando a prolongar y maximizar el conflicto.
Del 6-D se desprenden varios
síntomas, no sólo la angustia, sino la incapacidad de la dirigencia opositora
para vincularse a las demandas de la gente. La MUD está prácticamente
desaparecida. ¿Dónde está la dirección política de esa transición?
No tengo un juicio
definitivo sobre ese planteamiento. Pero pensando en esa pregunta me viene a la
mente una frase que leí con respecto al conflicto de Irlanda del Norte, donde
uno de los observadores, en el momento más álgido del conflicto, marcado por el
terrorismo y la violencia, dijo: el que no esté confundido aquí es porque
no entiende nada. Es decir, el que está aquí y entiende de qué se trata
tiene que estar confundido. Realmente es difícil saber cuál es la receta en
cuanto a la estrategia política. Por lo que he podido observar, diría que la
oposición no está estática. La Asamblea se está moviendo y está presente esta
discusión de apelar a todos los mecanismos constitucionales para lograr un
cambio de gobierno. Considero que no tengo una respuesta, ni para una cosa ni
para la otra. Hay un problema que advertimos en las encuestas
(http://elucabista.com/2015/11/23/el-venezolano-sigue-esperando-a-un-caudillo/)
que realizamos para la elección del 6-D: dentro del chavismo hay un gran
descontento, pero todavía no hay una identificación importante con los
liderazgos opositores. Eso sigue siendo un problema.
Permítame hacerle la
pregunta de otro modo. ¿Por qué la oposición no ha podido construir una
identidad?
Mi opinión es que el
liderazgo opositor tiene que apuntar a una heterogeneidad mayor, tiene que
apuntar a liderazgos que simbolicen cosas distintas, por ejemplo, el tema
hombre/caraqueño/clase media creo que está sobre representado. Hay que apuntar
a tener mujeres, gente del interior del país, de diferentes clases sociales,
que están dentro de la oposición, pero no tienen la misma relevancia. Ahora,
poder caminar con mayor heterogeneidad, sin duda, es un reto, entre otras
cosas, porque podría restar fuerzas para identificar el símbolo que aglutina
todo esto. Todavía no ha aparecido un símbolo que aglutine o agrupe el
descontento que hay en el país. Creo que hace falta pensar en eso.
Si bien las cosas se están
moviendo, no hay una conexión entre el liderazgo opositor y las demandas de la
gente. Allí está el tema de la escasez de medicamentos. La protesta, llevada a
cabo esta semana en la Plaza Altamira, corrió por cuenta de organizaciones no
gubernamentales.
Es muy llamativo que en el
país haya muchas protestas, algunas con una intensidad enorme, Tumeremo,
Mérida, San Cristóbal, hay una cantidad de cosas que suceden, en un lapso de
dos o tres semanas. Sin embargo, la oposición llama a una marcha y la
convocatoria es bastante pobre. Llama la atención que hay un malestar que no ha
sido canalizado, aglutinado, como movimiento político en conjunto. Y eso es un
problema.
Si la dirigencia opositora
sugiere todas las vías que contempla la constitución para lograr el cambio
político, si se parte de un punto en direcciones no necesariamente
coincidentes, uno podría pensar que estos señores, mínimamente, están
desorientados.
Si bien hay protestas y
mucho desespero por la situación que atraviesa el país, también hay una gran
dosis de incredulidad de que por vías institucionales se puedan generar
cambios. Están las dos cosas al mismo tiempo. Hay mucha presión por la
necesidad de un cambio y también desconfianza de que los actores políticos,
realmente, van a poder ser efectivos. Ahora, también es cierto que cuando se
producen los momentos de inflexión, como el 6-D, la gente responde y asume una
posición. Pareciera que la gente está exhausta. Siente que ha marchado muchas
veces. Siente que el gobierno se ha reído del descontento popular. Pensamos que
hay que crear las condiciones para que se produzca el punto de inflexión.
Ahora, esos puntos de inflexión, más allá del estado de ánimo de las personas,
van a venir y la gente se va a manifestar.
Manuel Llorens retratado por
Roberto Mata
¿Cómo va aparecer un símbolo
aglutinador si no hay conexión con las demandas de la gente? La política es
dinámica. Eso hay que buscarlo. Eso no está pasando.
Sería interesante que se
convoque a otros actores del país, que el estamento político pueda abrir los
oídos para poder captar lo que dice mucha gente. ¿Qué piensan, por ejemplo, las
madres de las víctimas del Caracazo sobre lo que ocurrió en Tumeremo? Hay una
sociedad civil que se organizó a partir de una tragedia, de una violación
masiva de los Derechos Humanos, y que 30 años después tiene cosas muy importantes
que decir. Aquí hay actores interesantes, por ejemplo, los periodistas que se
fueron de medios tradicionales (como Últimas Noticias y El Universal, comprados
por capitales cercanos al gobierno) para construir medios digitales que han
revelado lo que se ha querido mantener escondido en el país. Están los abogados
que se organizaron alrededor de un foro penal y que han servido como un muro de
contención a la inacción de la justicia.
En la medida que te vincules
con gente que se activa políticamente, pero que no se adscribe a ninguno de los
bandos en pugna, le das complejidad a la solución y eso es lo que quiere evitar
el liderazgo político.
En la medida en que se
busque un slogan rápido y fácil, seguimos enredados. La situación es muy
compleja y ciertamente requiere de actores que sepan de cada una de las áreas.
Esto va a ser una solución bien complicada. Lo estamos viviendo. Basta decir lo
que está sucediendo.
¿Será que la nostalgia
por o va a funcionar?
Pareciera que todavía el
pensamiento mágico opera. Creemos que las soluciones son inmediatas, que
dependen de una sola persona, que el diálogo se decreta en dos días, que no es
un proceso complejo en el que tenemos que preparar las condiciones para que
suceda, la reconciliación no necesariamente es una ley, eso es importantísimo,
pero la ley forma parte de un proceso que se tiene que gestionar. Y que se
tienen que dar muestras para que se convoque a la gente hacia esos caminos.
Mientras pensemos que hay una figura presidencial que hay que cambiar y que eso
basta, seguiremos pensando en soluciones simples para problemas que son muy
complicados. ¿Cómo abordas el problema de la justicia en el país? Eso va a
requerir una solución muy compleja, muy importante.
Si uno a
Manuel Llorens, aparece una sucesión de link que llevan al tema del fútbol y en
especial a la selección Vinotinto. ¿Podría establecer un paralelismo entre la
crisis por la que atraviesa este deporte y la situación del país?
Es increíble lo
metafórico que es el país. En este momento la discusión pasa por quién es o no
el entrenador. Tenemos una estructura organizativa que está profundamente
corrompida. Y hasta que no se atiende el problema a ese nivel, vas a seguir
adoleciendo de cosas importantes. Cuando estaba en la selección, les lleve a
los jugadores una cita de Mario Briceño Iragorry. A ellos les pareció relevante
y creo que encaja en la situación actual. Decía Briceño Iragorry (Breve tratado
sobre la presunción), que los venezolanos pasamos del pesimismo extremo (el
país no sirve, esto no va a mejorar, este es el peor momento de nuestra
historia) a la presunción de que somos los mejores de la vecindad y sabemos más
que todo el mundo. “Nuestra gran tragedia cultural de pueblo —cita Manuel
Llorens— radica en haber llegado, sin llegar; jamás hemos sabido esperar,
porque un pueblo que no medita el valor de sus propios recursos, ha de caminar
los opuestos caminos que conducen ahora a la desesperación, ahora a la
presunción”. Eso le decía a los jugadores, que tenían entre ceja y
ceja, tenemos que clasificar al mundial. ¿Sí, pero cómo se construye ese
proceso? ¿Qué cosas tienes que hacer en el día a día para llegar al mundial?
Para poder saber qué hay que hacer políticamente, hay que echar para atrás y
preguntarnos qué hemos hecho hasta ahora. Con base a lo que hemos construido es
que podemos tomar decisiones.
¿Usted le está pidiendo a la
gente que tenga paciencia? ¿Qué se ponga en modo de introspección y medite
sobre lo qué está en crisis? ¿Sobre lo que se ha hecho bien y lo que se ha
hecho mal? Aquí todo el mundo ha puesto la torta. ¿Realmente cree que la gente
quiere hacer eso?
Si entiendes la paciencia
como una forma de pasividad, como una ausencia de compromiso, estamos en el
mismo problema. Pero si hay una reflexión -que es un proceso activo-, tienes
que moverte, tienes que propiciar los cambios desde el lugar donde estés. Algo
que me parece grave, al ser la forma en que nos vinculamos marcadamente
afectiva, es que llegamos al razonamiento ético de que , sin detenernos a mirar si esta persona ha cumplido con las cosas que
le corresponden. Yo creo que a cada quien, en el lugar que ocupa, le toca
decir. ¿Qué puedo hacer para que las cosas funcionen?
¿Qué opinión le merece que
el general Rodríguez Torres va a recorrer el país para promover el cambio?
Si el país se empeña en no
tener memoria, en no mirar lo que le correspondía a cada quien según su
responsabilidad, entonces seguiremos teniendo a estos personajes que cambian de
un lugar a otro rápidamente, sin que nadie examine cuál fue su actuación
anterior. ¿Cómo se explica que el señor Rodríguez Torres sea un vocero cuando
su historia anterior es esta otra?
A estas alturas sería muy
difícil negar que las Fuerzas Armadas son un partido político.
A mí me parece interesante
que un sector de la oposición haya comenzado a decir que parte del problema es
el militarismo que hay en el país. Que la solución pasa por examinar lo que
ocurre con el estamento militar y que su actuación política es la traba
principal de lo que está sucediendo.
03-04-16
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