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martes, 5 de abril de 2016

Manuel Llorens: “No hay un símbolo que aglutine el descontento”


Por Hugo Prieto


Manuel Llorens es director de Encuestas Libres, un grupo de investigación académica de la Universidad Católica Andrés Bello. Es psicólogo y sigue líneas de investigación en exclusión social, violencia y la realidad política.

“En este momento, como se están jugando las cartas en el plano institucional, pareciera que desde el poder están apuntando a prolongar y maximizar el conflicto”, dice Llorens. Seguimos en la apuesta todo o nada, buscando soluciones fáciles a problemas complejos. Engañándonos unos a otros.


Hay un trasfondo que habla de una profunda crisis cultural, cuyos antecedentes refieren a nuestra incapacidad para identificar cuáles son realmente nuestras fortalezas como pueblo. No estaría del todo mal releer “Breve tratado de la presunción”, ensayo escrito por Mario Briceño Iragorry, para entender lo que estamos viviendo.

Del 6-D, cronológicamente hablando, estamos muy cerca, pero anímicamente, a una distancia de años luz. ¿Qué hay detrás de esta paradoja?

 Lo que yo destacaría de esa pregunta es que estás hablando de la variable tiempo. Aquí el factor tiempo es clave, en el sentido de que la velocidad del deterioro es muy grave —en salud, en la situación económica, en la inseguridad—, y eso va generando un clima para el desespero. Una sensación que en el tiempo se vuelve inmediata. Se hace muy difícil pensar en cuestión de plazos. En los registros de las transiciones políticas, una de las cuestiones más relevantes es cómo lidiar con las expectativas de la gente. Ante la posibilidad de un cambio, cuando estamos hablando de estados de fragilidad y de deterioro como el nuestro, la gente quiere que todo ocurra ya, pero justamente las instituciones políticas, que de por sí están muy deterioradas, conspiran para que esas expectativas se cumpla. Y eso puede desatar más desazón, más fragmentación.

¿Para que se cumplan o para que no se cumplan?

Exacto, estamos ante un juego político, donde la mayoría de las instituciones, deliberadamente, están tratando de impedir que se produzcan esos cambios. Eso hace que las expectativas de la gente se vean insatisfechas a tres meses del 6-D.

Voy a referirme al tema de la transición en América Latina, sin ánimo de establecer comparaciones, porque no es el caso. En países que han pasado de la dictadura a la democracia (Chile, Argentina) o que vienen experiencias autoritarias (Perú), hay grandes obstáculos para abordar episodios realmente tenebrosos (violaciones a los Derechos Humanos, empobrecimiento generalizado, destrucción económica), quedan como asuntos pendientes, en silencio. Y en Venezuela, que es un país caribeño, aún más.  

Una de las cosas que define este tiempo es que el trasfondo perverso de lo que había barnizado el autoritarismo, se ha hecho evidente. Los lazos aparentes con organizaciones delictivas, cuyo referente podría ser el episodio de Tumeremo, van creando la sensación de que las organizaciones más eficientes del país son las bandas criminales. Es un momento durísimo, donde se ha hecho evidente el substrato de este juego disimulado de autoritarismo que funcionó durante mucho tiempo. Venezuela, ciertamente, es un país caribeño, entonces tenemos una capacidad para pasar la página que asombra por lo terrible. Lo de Tumeremo es realmente escandaloso y, sin embargo, el país sigue andando. Los sobrinos del Presidente enfrentan un proceso por narcotráfico y esto pasa por debajo de la mesa dentro de lo que está pasando. Pero sí creo que ha habido un impacto, sobre todo entre los seguidores del chavismo. Si bien muchos aún no se sienten identificados con otra opción, se sienten muy distantes y lejanos. En el plano profesional, algo que me ha llamado la atención, son los chavistas que se han ido del país. Chavistas que se identificaron de una manera ideológica, que aparentemente no estaban vinculados con temas de corrupción, han buscado como solución irse del país. Casi como que no quisieran ver esta versión de lo que han apoyando.

Siguiendo ese planteamiento, uno podría suponer que hay ciertas claves que ponen de relieve la crisis terminal (en el sentido de transformación) que atraviesa el chavismo. Digamos, a una realidad que ni siquiera ellos desean. ¿De ahí podrían salir los “buenandros” como los llamó Chávez?

 De las cosas preocupantes, dentro del chavismo, es que la lógica autoritaria ha hecho, que cualquiera de las versiones críticas haya sido aplastada. Eso es muy poco santo, tanto para el chavismo como para el país. Que esto sea una transición eficiente, como los países que has mencionado, o que sea una transición conflictiva en el tiempo, como sucedió en Colombia, que los liderazgos puedan trasladarse a una esfera más racional, más democrática, depende la convivencia social y política. Creo que a todos los actores les conviene una transición que sea eficiente, de lo contrario vamos a un conflicto que se va a sostener en el tiempo. En este momento, como se están jugando las cartas, por ejemplo, con el Tribunal Supremo de Justicia y la Asamblea Nacional, pareciera que desde el poder están apuntando a prolongar y maximizar el conflicto.

Del 6-D se desprenden varios síntomas, no sólo la angustia, sino la incapacidad de la dirigencia opositora para vincularse a las demandas de la gente. La MUD está prácticamente desaparecida. ¿Dónde está la dirección política de esa transición?

No tengo un juicio definitivo sobre ese planteamiento. Pero pensando en esa pregunta me viene a la mente una frase que leí con respecto al conflicto de Irlanda del Norte, donde uno de los observadores, en el momento más álgido del conflicto, marcado por el terrorismo y la violencia, dijo: el que no esté confundido aquí es porque no entiende nada. Es decir, el que está aquí y entiende de qué se trata tiene que estar confundido. Realmente es difícil saber cuál es la receta en cuanto a la estrategia política. Por lo que he podido observar, diría que la oposición no está estática. La Asamblea se está moviendo y está presente esta discusión de apelar a todos los mecanismos constitucionales para lograr un cambio de gobierno. Considero que no tengo una respuesta, ni para una cosa ni para la otra. Hay un problema que advertimos en las encuestas (http://elucabista.com/2015/11/23/el-venezolano-sigue-esperando-a-un-caudillo/) que realizamos para la elección del 6-D: dentro del chavismo hay un gran descontento, pero todavía no hay una identificación importante con los liderazgos opositores. Eso sigue siendo un problema.

Permítame hacerle la pregunta de otro modo. ¿Por qué la oposición no ha podido construir una identidad?

Mi opinión es que el liderazgo opositor tiene que apuntar a una heterogeneidad mayor, tiene que apuntar a liderazgos que simbolicen cosas distintas, por ejemplo, el tema hombre/caraqueño/clase media creo que está sobre representado. Hay que apuntar a tener mujeres, gente del interior del país, de diferentes clases sociales, que están dentro de la oposición, pero no tienen la misma relevancia. Ahora, poder caminar con mayor heterogeneidad, sin duda, es un reto, entre otras cosas, porque podría restar fuerzas para identificar el símbolo que aglutina todo esto. Todavía no ha aparecido un símbolo que aglutine o agrupe el descontento que hay en el país. Creo que hace falta pensar en eso.

Si bien las cosas se están moviendo, no hay una conexión entre el liderazgo opositor y las demandas de la gente. Allí está el tema de la escasez de medicamentos. La protesta, llevada a cabo esta semana en la Plaza Altamira, corrió por cuenta de organizaciones no gubernamentales.

Es muy llamativo que en el país haya muchas protestas, algunas con una intensidad enorme, Tumeremo, Mérida, San Cristóbal, hay una cantidad de cosas que suceden, en un lapso de dos o tres semanas. Sin embargo, la oposición llama a una marcha y la convocatoria es bastante pobre. Llama la atención que hay un malestar que no ha sido canalizado, aglutinado, como movimiento político en conjunto. Y eso es un problema.

Si la dirigencia opositora sugiere todas las vías que contempla la constitución para lograr el cambio político, si se parte de un punto en direcciones no necesariamente coincidentes, uno podría pensar que estos señores, mínimamente, están desorientados.

Si bien hay protestas y mucho desespero por la situación que atraviesa el país, también hay una gran dosis de incredulidad de que por vías institucionales se puedan generar cambios. Están las dos cosas al mismo tiempo. Hay mucha presión por la necesidad de un cambio y también desconfianza de que los actores políticos, realmente, van a poder ser efectivos. Ahora, también es cierto que cuando se producen los momentos de inflexión, como el 6-D, la gente responde y asume una posición. Pareciera que la gente está exhausta. Siente que ha marchado muchas veces. Siente que el gobierno se ha reído del descontento popular. Pensamos que hay que crear las condiciones para que se produzca el punto de inflexión. Ahora, esos puntos de inflexión, más allá del estado de ánimo de las personas, van a venir y la gente se va a manifestar.

                                                                         Manuel Llorens retratado por Roberto Mata

¿Cómo va aparecer un símbolo aglutinador si no hay conexión con las demandas de la gente? La política es dinámica. Eso hay que buscarlo. Eso no está pasando.

Sería interesante que se convoque a otros actores del país, que el estamento político pueda abrir los oídos para poder captar lo que dice mucha gente. ¿Qué piensan, por ejemplo, las madres de las víctimas del Caracazo sobre lo que ocurrió en Tumeremo? Hay una sociedad civil que se organizó a partir de una tragedia, de una violación masiva de los Derechos Humanos, y que 30 años después tiene cosas muy importantes que decir. Aquí hay actores interesantes, por ejemplo, los periodistas que se fueron de medios tradicionales (como Últimas Noticias y El Universal, comprados por capitales cercanos al gobierno) para construir medios digitales que han revelado lo que se ha querido mantener escondido en el país. Están los abogados que se organizaron alrededor de un foro penal y que han servido como un muro de contención a la inacción de la justicia.

En la medida que te vincules con gente que se activa políticamente, pero que no se adscribe a ninguno de los bandos en pugna, le das complejidad a la solución y eso es lo que quiere evitar el liderazgo político.

En la medida en que se busque un slogan rápido y fácil, seguimos enredados. La situación es muy compleja y ciertamente requiere de actores que sepan de cada una de las áreas. Esto va a ser una solución bien complicada. Lo estamos viviendo. Basta decir lo que está sucediendo.

¿Será que la nostalgia por  o  va a funcionar?

Pareciera que todavía el pensamiento mágico opera. Creemos que las soluciones son inmediatas, que dependen de una sola persona, que el diálogo se decreta en dos días, que no es un proceso complejo en el que tenemos que preparar las condiciones para que suceda, la reconciliación no necesariamente es una ley, eso es importantísimo, pero la ley forma parte de un proceso que se tiene que gestionar. Y que se tienen que dar muestras para que se convoque a la gente hacia esos caminos. Mientras pensemos que hay una figura presidencial que hay que cambiar y que eso basta, seguiremos pensando en soluciones simples para problemas que son muy complicados. ¿Cómo abordas el problema de la justicia en el país? Eso va a requerir una solución muy compleja, muy importante.

Si uno a Manuel Llorens, aparece una sucesión de link que llevan al tema del fútbol y en especial a la selección Vinotinto. ¿Podría establecer un paralelismo entre la crisis por la que atraviesa este deporte y la situación del país?

 Es increíble lo metafórico que es el país. En este momento la discusión pasa por quién es o no el entrenador. Tenemos una estructura organizativa que está profundamente corrompida. Y hasta que no se atiende el problema a ese nivel, vas a seguir adoleciendo de cosas importantes. Cuando estaba en la selección, les lleve a los jugadores una cita de Mario Briceño Iragorry. A ellos les pareció relevante y creo que encaja en la situación actual. Decía Briceño Iragorry (Breve tratado sobre la presunción), que los venezolanos pasamos del pesimismo extremo (el país no sirve, esto no va a mejorar, este es el peor momento de nuestra historia) a la presunción de que somos los mejores de la vecindad y sabemos más que todo el mundo. “Nuestra gran tragedia cultural de pueblo —cita Manuel Llorens— radica en haber llegado, sin llegar; jamás hemos sabido esperar, porque un pueblo que no medita el valor de sus propios recursos, ha de caminar los opuestos caminos que conducen ahora a la desesperación, ahora a la presunción”. Eso le decía a los jugadores, que tenían entre ceja y ceja, tenemos que clasificar al mundial. ¿Sí, pero cómo se construye ese proceso? ¿Qué cosas tienes que hacer en el día a día para llegar al mundial? Para poder saber qué hay que hacer políticamente, hay que echar para atrás y preguntarnos qué hemos hecho hasta ahora. Con base a lo que hemos construido es que podemos tomar decisiones.

¿Usted le está pidiendo a la gente que tenga paciencia? ¿Qué se ponga en modo de introspección y medite sobre lo qué está en crisis? ¿Sobre lo que se ha hecho bien y lo que se ha hecho mal? Aquí todo el mundo ha puesto la torta. ¿Realmente cree que la gente quiere hacer eso?

Si entiendes la paciencia como una forma de pasividad, como una ausencia de compromiso, estamos en el mismo problema. Pero si hay una reflexión -que es un proceso activo-, tienes que moverte, tienes que propiciar los cambios desde el lugar donde estés. Algo que me parece grave, al ser la forma en que nos vinculamos marcadamente afectiva, es que  llegamos al razonamiento ético de que , sin detenernos a mirar si esta persona ha cumplido con las cosas que le corresponden. Yo creo que a cada quien, en el lugar que ocupa, le toca decir. ¿Qué puedo hacer para que las cosas funcionen?

¿Qué opinión le merece que el general Rodríguez Torres va a recorrer el país para promover el cambio?

Si el país se empeña en no tener memoria, en no mirar lo que le correspondía a cada quien según su responsabilidad, entonces seguiremos teniendo a estos personajes que cambian de un lugar a otro rápidamente, sin que nadie examine cuál fue su actuación anterior. ¿Cómo se explica que el señor Rodríguez Torres sea un vocero cuando su historia anterior es esta otra?
A estas alturas sería muy difícil negar que las Fuerzas Armadas son un partido político.

A mí me parece interesante que un sector de la oposición haya comenzado a decir que parte del problema es el militarismo que hay en el país. Que la solución pasa por examinar lo que ocurre con el estamento militar y que su actuación política es la traba principal de lo que está sucediendo.

03-04-16




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