Por Leonardo Carvajal
Diagnóstico de nuestra
coyuntura política
1.
Estamos en el peor y más difícil momento del
Gobierno. Entre otras razones, porque sus reservas líquidas no alcanzan ni los
mil millones de dólares; porque las reticencias china y rusa cada vez son más
notorias; porque hasta Uruguay, México y Argentina le reculan de a poco; porque
el Foro de Sao Paulo reunido en Caracas es la única empalizada internacional
que les queda a quienes dispusieron de varias murallas como UNASUR, MERCOSUR,
CELAC y ALBA; y, encima, con unas temidas elecciones legislativas a la vuelta
de la esquina.
2.
También estamos en el peor y más peligroso
momento de la oposición. Por varias razones, de las cuales solo destacaré la
más importante: no tenemos una oposición, sino cuatro oposiciones. La del G4,
hasta ahora hegemónica, de Primero Justicia, Voluntad Popular, Acción
Democrática y Un Nuevo Tiempo, con posibles fisuras a lo interno y probable
posición abstencionista; la de quienes apuestan por la vía electoral como ruta
estratégica, donde están el Movimiento al Socialismo, Avanzada Progresista,
COPEI y otros grupos; la de quienes abiertamente claman por una salida de
fuerza, como Vente y Alianza Bravo Pueblo; y la de una enorme mayoría
silenciosa del pueblo que está en contra del desgobierno de Maduro, pero que no
se siente interpretada por los tres grupos opositores.
3.
El grupo denominado G4 se mantiene amarrado
al un, dos, tres de su catecismo político. No recitan sus líderes cada día lo
de Padre, Hijo y Espíritu Santo, pero sí el: Cese de la Usurpación, Gobierno de
Transición y Elecciones Libres. Y aunque hace mes y medio Guaidó planteó que
iniciaba una fase de diálogos y rectificación, ésta más bien ha devenido en
ratificación de esa fórmula metafísica que no política. Podría haber dicho al
respecto, cáusticamente, el siempre lúcido Teodoro Petkoff, que: “Solo los
estúpidos no cambian de opinión”, o de axioma estratégico.
4.
Con esa estrategia de exigir primero el todo,
la salida del Gobierno, el grupo del G4 se mantiene en la lógica extremista de
la polarización, dialéctica que instauró Chávez desde 1998 y que recicló hasta
el final de su vida con la repolarización; estrategia que siempre ha sido útil
al Gobierno y perjudicial a la oposición.