David Smolansky Urosa 20 de enero de 2020
@dsmolansky
De prologarse la tiranía madurista durante los
próximos meses, habrá más refugiados venezolanos que sirios y seremos uno de
los flujos migratorios más grandes, sino el más grande, desde la Segunda Guerra
Mundial.
Imagínese que cinco mil personas deban abandonar su
país y separarse de sus familiares diariamente sin haber padecido una guerra,
ni haber sufrido de un terremoto ni haber sido desalojados por un huracán.
Piense por un momento qué tan desesperado tendría que estar usted para caminar
desde Lisboa hasta Kiev en busca de medicamentos o cuánto le debe arder el
estómago para caminar desde Madrid hasta Helsinki en busca de alimentos.
Reflexione qué tan grande puede ser el miedo de un joven de perder su futuro para
que navegue en una balsa hasta llegar a una isla desconocida para rehacer su
vida. Bienvenidos al Socialismo del Siglo XXI de Hugo Chávez, Nicolás Maduro,
Diosdado Cabello y muchos otros que han hecho de Venezuela no solo una
dictadura, sino un Estado criminal que ha forzado a 5 millones de venezolanos
dejen sus hogares por escasez de alimentos, falta de medicinas, persecución,
hiperinflación, cortes eléctricos e inseguridad. Hoy, quienes abandonan
Venezuela, caminan distancias similares a las anteriormente mencionadas para
desayunar o entrar a un quirófano.
Los venezolanos empezamos el 2020 como la población
más desplazada del planeta sin haber tenido un conflicto bélico convencional ni
una catástrofe natural. Solo los sirios que han pasado por una guerra en los
últimos 9 años superan a los venezolanos en abandonar sus hogares. Sin embargo,
de prologarse la tiranía madurista durante los próximos meses, habrá más
refugiados venezolanos que sirios y seremos uno de los flujos migratorios más
grandes, sino el más grande, desde la Segunda Guerra Mundial.
Los retos que tienen los países receptores son
enormes. Aproximadamente 2.5 millones de los desplazados no tienen
documentación o sus pasaportes están próximos a vencer. Siete de cada diez
mujeres que dan a luz en la frontera brasileña o colombiana son venezolanas.
Además, más de 1.5 millones de refugiados presentan algún síntoma o riesgo de
desnutrición. Todos estos venezolanos merecen ser reconocidos como refugiados,
según lo establece la Declaración de Cartagena, para gozar de protección
permanente, acceso a servicios como la salud y educación e inserción en los
mercados laborales. La comunidad internacional debe cooperar mucho más con las
naciones latinoamericanas y caribeñas que han visto sus capacidades seriamente
alteradas ante un flujo migratorio que nadie pronosticó que podía alcanzar las
5 millones de personas cuando empezó hace 5 años.
Ahora bien, el mayor reto de la comunidad
internacional es frenar este deslave humano y la única solución es desmantelando
al régimen de Maduro. No se trata de otra dictadura latinoamericana a manos de
un caudillo. Es mucho peor. Es una estructura criminal que se sostiene
económicamente a través del narcotráfico y la minería ilegal, con métodos cada
vez más sofisticados de represión y control social, donde la proliferación y
albergue de grupos irregulares están a la orden del día para controlar
territorios ricos por su abundancia petrolera, gasífera o minera. Todo esto con
apoyo de agentes cubanos y tropas rusas.
Ante este paraestado, los venezolanos están
completamente desprotegidos y prácticamente la única opción de sobrevivencia es
huir a otro país. En ese sentido, cuando la vida de millones de personas corre
peligro, la legislación internacional valida cualquier opción, actuando más
allá de la diplomacia, para proteger a dicha población que puede terminar
exterminada en cámara lenta o desterrada para siempre. Por eso, urge la salida
de la tiranía de Maduro. De lo contrario, Venezuela se vaciará.
David Smolansky es el Comisionado de la Secretaría
General de la Organización de Estados Americanos (OEA) para la crisis de
migrantes y refugiados venezolanos. Exalcalde de El Hatillo (Caracas) con orden
de arresto y en el exilio.
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