Más de dos centenares de miles de seres humanos entre ucranianos y rusos han sido borrados del planeta en el lapso de un año. Es el período transcurrido desde el inicio de la «operación militar especial» rusa, el eufemismo con el cual Vladimir Putin trató de enmascarar su invasión a Ucrania, convertida hoy en escenario de atrocidades y de actos de inhumanidad que algunos pensaban no podían repetirse en suelo europeo.
La cifra de víctimas fatales, entre militares y civiles, pronto alcanzará a un cuarto de millón de hombres y mujeres, jóvenes, ancianos y niños que hasta hace poco creían ciertamente que el futuro esperaba por ellos, que tenían al alcance de la mano esa dimensión que habita siempre en la mente de los humanos, en la cual aspiran a hacer posibles sus sueños.
Amplias áreas del territorio ucraniano son hoy escenario de muerte y desolación, tierra calcinada y brazos de hierro retorcidos. Vastas zonas residenciales donde habitaban millones de personas, sus próspera agroindustria, las infraestructuras para la producción de energía, instalaciones hospitalarias, escolares y culturales han quedado convertidas en escombros bajo el incesante fuego misilístico de las fuerzas rusas. Sin poder conquistar Ucrania, demolición y exterminio es el último objetivo.
Más de siete millones de ucranianos han abandonado su país, pero también son legiones de jóvenes rusos los que salieron –y siguen saliendo– precipitadamente de su patria para no verse inmolados vanamente en una guerra, para muchos de ellos fratricida, y porque decididamente no creen en las justificaciones defensivas esgrimidas por Putin ni en los sueños de grandeza imperial en los que delira en su desquicio.
Ven, sí, cómo a lo largo de este año Rusia ha recibido, con escasas excepciones, la repulsa mundial, y cómo ese país se ha ido convirtiendo en un paria, excluido de los foros internacionales de cualquier orden y hasta de los escenarios deportivos más importantes del mundo.
Apenas el jueves 23 de febrero la Organización de las Naciones Unidas (ONU) aprobó una declaración a favor de Ucrania, con el apoyo de 141 países, entre ellos los latinoamericanos Brasil, México y Argentina, sólo 7 en contra, incluida Nicaragua, y 32 abstenciones, entre las que figuran Bolivia, Cuba y Venezuela.