Por Jesús
Alexis González, 29/06/2015
La
respuesta es de una obviedad manifiesta: ¡no
se está generando riqueza económica!—conjunto de bienes y servicios,
factores productivos y recursos naturales con los cuales cuenta una Nación—lo
que nos ha llevado a revertir una
situación de hace apenas 50 años, cuando contábamos con un nivel de vida superior a la mayoría de los países europeos a la par
de ser de los más ricos de América
Latina junto con Argentina, Cuba y Uruguay. Tal deterioro, ha sido
consecuencia de haber asumido un “crecimiento económico” desorientado y
desorganizado que implícitamente niega
la riqueza al impulsar una visión incorrecta del desarrollo procurando
combatir las causas de la pobreza, cuando en realidad ¡la pobreza no tiene causas! ya que representa el estado natural
(de origen) de los países. En razón de ello, asumimos que la interrogante correcta es: ¿cuáles son las causas de la riqueza?, asunto abordado desde hace 240 años al momento de publicarse en
1776 el libro Naturaleza y Causa de la
Riqueza de las Naciones dando origen a la ciencia económica; siendo que en
contrario en Iberoamérica se está hoy día “escribiendo” un ensayo que pretende
dar coherencia metodológica al populismo
cuyo título pudiera ser: Naturaleza
y Causa del Empobrecimiento de las Naciones en el entendido que ¡la riqueza SI tiene causas!.
Es de
señalar, que hace 500 años la esperanza
media de vida en Europa no superaba los 27 años mientras que en 2014 en los
países desarrollados se reflejaba unos 85 años para las mujeres y 81 años para
los hombres, y dentro de los factores que evidentemente han propiciado el
incremento de la longevidad están la alimentación, la higiene y la revolución
industrial (química, médica y farmacéutica) como fruto de la riqueza. De igual modo, y según un trabajo
presentado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en
2014 unas 1.200 millones de personas vivían
en la pobreza extrema con 1,25 dólares
o menos al día lo que equivale a decir que más del 85% de la población mundial
dejó de ser pobre; mientras que en Venezuela para el año 2014, a tenor del
contenido de un estudio elaborado por 3 universidades (UCV, USB y UCAB)
presentado en enero 2015, la pobreza alcanzó
a 48,4% de los hogares y la pobreza extrema afecta a 1,7 millones de hogares.
Aunque
resulte aparentemente contradictorio, podemos inferir que la tendencia hacia el
empobrecimiento se vincula con la búsqueda de una “igualdad para todos” como un estadio superior al enfoque cristiano
de la igualdad plena ante Dios, a la igualdad ante la ley (misma pena para los
mismos delitos sin distinción social) formulada por los ingleses en el siglo
XVII, hasta la ¡igualdad de logros! (los
mismos ingresos para todos) pretendida a partir de la revolución francesa del
siglo XVIII refrendada con posterioridad en el tiempo por “múltiples visiones
socialistas” del mundo, que erróneamente están propiciando una “igualdad que empobrece” incluida la
aspiración de eliminar tanto la actividad privada como el derecho a expresarse libremente ya que ¡el derecho a pensar es inalienable! aun
cuando tenga que mantenerse en silencio.
En la
América Latina actual, ciertos países con abierto desconocimiento de la raíz
del pensamiento económico-social que propugnan y “defienden” (¿o será solo el
poder en sí mismo?)intentan construir
una igualdad de logros como si conocieran perfectamente un futuro que a
todas luces es impredecible y por
tanto cargado de incertidumbre que suponen soslayar con “desviaciones
probabilísticas”, al tiempo de gobernar “democráticamente” (ganando a como dé
lugar las elecciones) haciendo uso de un discurso conscientemente tramposo y
engañoso con razonamientos persuasivos aunque falaces presumiendo una validez
que no poseen, llevándolos a tomar decisiones sin tener claridad en relación a
la realidad que aspiran y sin tener una
visión de largo plazo sobre el país que desean y pueden alcanzar. Venezuela en lo particular, con torcida
interpretación del planteamiento keynesiano referido a la necesidad
circunstancial de socializar la
inversión para controlar ciertas partes de la sociedad haciendo uso del
incremento de la masa monetaria para inducir un aumento de la demanda efectiva
(¡sin llegar a la inflación!) sin que ello implique la desaparición del sector
privado, “estructuró” en los últimos
15 años (1999-2015) un “modelo” basado en una expansión infinita del gasto
público orientado a incentivar la demanda en sacrificio de la inversión que es
la fuente primaria para la creación de riqueza, lo cual se tradujo en una
aplicación ineficiente de unos cuantiosos ingresos por un monto superior a los ¡US$ 2 billones! (US$ 2.015.400
millones) de lo cual muy poco o nada se
capitalizó y muy por el contrario nuestras reservas internacionales tocaron
piso en junio 2015 al situarse en US$ 16.428 millones
De manera
complementaria, aunque sucintamente, vale comentar el “desenvolvimiento” de
nuestro mercado laboral (fuente de
riqueza movida por empresarios y trabajadores) que bajo la gran mentira
científica de que hay que proteger al
trabajador en contra del capitalismo (¿?)ha venido perdiendo su libertad de
funcionamiento ante el creciente intervencionismo gubernamental que ha devenido
en un mercado perturbadoramente reglamentado que rigidiza las condiciones
laborales, desde la imposición de un salario mínimo superior al valor descontado de la productividad marginal hasta el
apuntalamiento de 2 tipos de paro: ( 1) el cataláctico—no
se trabaja en razón al facilismo de la transferencia de fondos a través de las
Misiones—y (2) el institucional—el
gobierno concede privilegios a ciertos sindicatos para que mediante la fuerza
impidan que una mayoría de trabajadores acuerden en paz su contratación--.
Finalmente,
no puede haber duda alguna sobre la necesidad de combatir la débil existencia de los estratos sociales menos
favorecidos, salvo que, en nuestra
opinión, se adelante propiciando la igualdad de todos (¿pobreza para
todos?); en el entendido que tal igualdad sólo se podría lograr (a menos que se
genere riqueza)por la fuerza y hacia
abajo afectando la libertad y quitando a los que tienen (¿justicia?).