Por Claudio Nazoa
Los venezolanos hemos cambiado
tanto, ante la dramática cotidianidad, que hoy en día añoramos tiempos pasados.
No debemos acostumbrarnos a
vivir en emergencia a pesar de la emergencia. No hay que resignarse a lo malo
ni a la mediocridad. Tenemos que aspirar a lo mejor aunque por ahora no lo
tengamos. Debemos decir, sobre todo a nuestros hijos, que lo bueno y la
excelencia existen.
Si un día nos accidentamos en
una carretera y un buen camionero nos saca del apuro, llevándonos a un pueblo
cercano montados en la parte de atrás del camión, eso se le agradece. Sin
embargo, si la gente debe ser trasladada a diario como ganado porque no hay
transporte, tal como ocurre en Venezuela, eso es inaceptable.
El otro día, unos buenos
amigos me invitaron a una cena. Había escritores, periodistas, empresarios y
actores. De pronto, con estupor, nos dimos cuenta de que todos estábamos
averiguando en dónde conseguir papel tualé y jabón de baño. Eso no ocurre en
ningún país y jamás pasó en Venezuela durante los años que antecedieron a estos
comunistas destructores, incluidas las dictaduras de Marcos Pérez Jiménez y
Juan Vicente Gómez. Qué plaga nos ha caído con estos zamuros comunistas teñidos
de rojo. Qué tristeza la paupérrima vida a la que estos bichos nos quieren
acostumbrar. Vamos derechito al primitivismo, la barbarie y la incultura.
Hay que hacer lo imposible
para no acostumbrarnos a la herrumbre, la miseria, la basura, la corrupción, la
ignorancia, la sumisión, la tristeza, la muerte injustificada y a destiempo, la
mediocridad, el atraso, la hiperinflación, la desnutrición que asesina a
nuestros niños, la destrucción de la moneda, la cursilería militar, la falta de
agua, de luz y luces en la educación, las abusivas cadenas de radio y
televisión, las cínicas mentiras del diario Últimas Noticias, la vergüenza
de ser colonia de la dictadura cubana. No debemos aceptar un sistema electoral
tramposo, gente comiendo de la basura en las calles, el silencio cobarde y
cómplice de quienes pudiendo hacer algo, no lo hacen. En fin, no nos
acostumbremos al comunismo que pretende convertirnos en rebaños de obedientes
ovejitas listas para ser capadas y trasquiladas antes de ir al matadero.
Lo bueno existe. No lo duden.
Recuerden que nos quedan el pensamiento y la escritura, la razón, la esperanza
y los sueños, los ovarios y los cojones. Como si fuera poco, sin importar donde
nos encontremos, nos queda también el enorme orgullo de haber nacido en
Venezuela.