Por Roberto Patiño
Era el 2016 y en la
parroquia San Alberto Hurtado, en la parte alta de La Vega, empezó a
evidenciarse de manera dramática la crisis de alimentación que hoy padecemos en
Venezuela. Docentes de varios colegios de la zona atendían casos de alumnos que
se desmayaban en las aulas por el hambre. Frente a esa realidad, el párroco de
ese sector, el padre Alfredo Infante, apeló a la solidaridad de vecinos y
afectados para ofrecer alimentación a los niños.
Fue entonces cuando tuve la
fortuna de conocerlo y sumamos esfuerzos para concretar el primero de los
comedores de Alimenta la Solidaridad. “La idea inicial”, recuerda el padre,
“era atender 60 niños en ese comedor de la unidad educativa de Las Casitas,
pero se llegó a 100, después 150 y 200. Entonces, se llegó a conversar con la
comunidad de La Isla: se abrió allí otro comedor, el segundo”.
El padre Infante se involucró
cada vez más en el proyecto, ante la naturaleza inclusiva del programa. “Es muy
interesante escuchar los testimonios de personas que para ese momento eran
afectas al gobierno y que tenían a sus hijos en el comedor. Alimenta no discrimina
por razones políticas ni religiosas. Y eso la gente lo ha reconocido. En
el programa comen niños de familias de cualquier tendencia política y de
cualquier creencia religiosa”.
En la situación actual de
crisis alimentaria y de salud, de emergencia de servicios básicos, con una
hiperinflación inclemente que oprime con mayor fuerza a las familias de los
sectores populares, los comedores representan un complemento a la alimentación
de los niños y muchas veces incluso la única comida diaria. El padre, en ese
sentido, considera que el proyecto representa un alivio para la comunidad,
sobre todo porque las ganancias van más allá de “darle pan al cuerpo”: “Algo
bien interesante es que se abrió también el proceso de formación de las madres,
en el que después de dos años se está notando bastante su crecimiento humano,
personal, social y profesional”.
Un desarrollo que el padre
Infante observa en “la asimilación del modelo de corresponsabilidad, de
trabajar en equipo, de valorar la solidaridad, de encontrar puntos de
encuentro. Asimismo, han aprendido a cocinar; ha habido una formación tanto
interior, en la valoración de su historia de vida, de su experiencia; a nivel
social, entendiendo la importancia de involucrarse en el proyecto y de no
esperar que les den todo hecho; y a nivel económico las madres adquieren
herramientas para ser mujeres emprendedoras”
Alimenta promueve la
importancia del desarrollo personal y comunitario para lograr el empoderamiento
y combatir la desigualdad. De encontrar, entre todos, puntos en común de cara a
organizarse para hacer frente, y poder superar, a los problemas que nos afectan
como sociedad. El padre Infante lo explica de la siguiente manera: “El comedor
funciona, en primer lugar, por la solidaridad de muchas personas que ayudan a que
haya comida para los niños. Luego, en respuesta a esa solidaridad, ha ido
creciendo el compromiso de las madres para organizarse y hacer posible que esa
comida que llega pueda transformarse en alimento para sus hijos. Y en tercer
lugar, porque en los niños ha ido creciendo también ese sentido de pertenencia,
en el que sienten que son parte no solo de un comedor, sino de una organización
social. Ha sido un proceso de pasar del ‘yo voy al comedor a comer’, a pasar
al ‘yo voy al comedor porque pertenezco a una organización social de
convivencia’. Y eso es muy claro. Los niños juegan, comparten. No solo se
está alimentando el cuerpo, sino que los niños van creciendo en un sistema de
apoyo, de solidaridad, de integración”.