Por Carolina Gómez-Ávila
El 3 de marzo pasado, en este
mismo espacio, llamé suicidas a
los líderes de los dos partidos políticos que aún conservan legalidad como
tales dentro de la Mesa de la Unidad Democrática: Acción Democrática y Un Nuevo
Tiempo. Lo hice porque decidieron no postular candidato a las amañadas del 20
de mayo. En ese momento consideré -y aún hoy lo hago- que la lucha pacífica de
los demócratas debe darse en todos los frentes.
Este principio fue manipulado
por Henri Falcón y usado como escudo en su plan para intentar arrebatarle a la
MUD el liderazgo opositor, obviando que votar no basta si no hay maquinaria y
propuesta coherente. Le valió de excusa para traicionar a sus colegas y hacerse
el sordo ante el clamor popular: ¡Unidad! Me temo que el suboficial estudió
estrategia sin aprender que el primer secreto de una coalición es permanecer en
coalición. Por eso me negué a apoyar su aventura.
Del otro lado, los expertos
intentaron quitarle hierro a la huelga electoral. Dijeron que lo importante no
era participar o no en la elección, sino que la opción escogida engranara en la
estrategia dirigida a producir “el ansiado quiebre”. Ninguno dijo que cualquier
estrategia podía usar el voto como catalizador, dependiendo no sólo de por
quién se votara sino con qué conjunto de manifestaciones lícitas se acompañara
el acto. Consignas, señales o símbolos usados a la entrada y salida de los
centros electorales, la convocatoria a una elección callejera en paralelo y/o
el llamado a votar nulo son apenas tres ejemplos que pienso que pudieron
acoplarse a un mecanismo de coacción política.
Lo cierto es que ni los
huelguistas ni el esquirol escoltaron su alternativa con actividades
complementarias; a menos que la inacción posterior al evento la represente,
debo suponer que ninguno de ellos tenía estrategia.
Acoto que es tan manipulador y
falaz pretender que la población ponga su esperanza en las acciones de la
comunidad internacional como hacer creer que estas no servirán de nada; la
verdad es que ninguna de esas apreciaciones es justa: el apoyo de la comunidad
internacional no está bajo nuestro control por lo tanto sus resultados son
impredecibles y lo mismo podrían ayudar a resolver como a complicar aún más
nuestra situación, razón de sobra para apoyar a quienes trabajan en ello con
esmero pero también para no hacerse ilusiones con sus efectos.
Del mismo modo se maniobra
contra la verdad al interpretar el alcance que tienen las sanciones que la
comunidad internacional ha impuesto a nuestros secuestradores. Se obvia que
estos tienen el poder -y lo ejercen- para convertir cada una en mayor castigo
para la población a fin de culparlas de nuestra tragedia cuando la verdad es
que con sanciones o sin ellas seguirían adelantando el mismo plan de exterminio
selectivo por hambre y enfermedad.