Ismael Pérez Vigil 27 de enero de 2020
Es
evidente que el llamado “mantra” en 2019 –cese a la usurpación, gobierno de
transición y elecciones libres– logró movilizar a los venezolanos e insuflar
ánimos a una oposición decaída a finales del 2018, pero no logró su objetivo de
poner fin a este régimen de oprobio. Se erige entonces para 2020 una posición
que plantea y privilegia la vía electoral.
Pero
no todos los que apostamos a esta vía nos referimos a lo mismo cuando hablamos
de la vía electoral. Algunos están dispuestos a aceptar unas elecciones de lo
que sea; por ejemplo: únicamente elecciones parlamentarias –que corresponde
hacerlas este año, por lo que no se trata de una concesión del régimen– y
descartan cualquier intento por luchar y lograr una elección presidencial, que
corrija la ilegal elección de 2018, origen del gobierno de usurpación.
Están
dispuestos además a aceptar esas elecciones en los términos que sea; y eso
implica que están dispuestos además a aceptar que se hagan con cualquier CNE;
por ejemplo, uno designado por el régimen a través del TSJ, de la irrita AN de
Parra y su pandilla de diputados corruptos, incluso uno designado por la ANC.
Es más, le han puesto en bandeja de plata al régimen que así se haga, al
solicitar al TSJ que se pronuncie acerca de cuál directiva de la AN es la
“legal” –como si eso fuera dudoso o discutible– y solicitando que el TSJ
declare la omisión legislativa y proceda de una vez a designar el CNE. (Si
quedaba alguna duda del carácter pro régimen de la llamada “mesita de diálogo”,
con su actitud ante lo ocurrido el 5 de enero y esas dos propuestas, se les ha
caído la máscara. Está clara la intención, sus curules los esperan. Está claro
también que no los podemos considerar opositores).
No
es esa la vía electoral que otros hemos venido planteando. Desde luego que
aspiramos a un CNE imparcial y unas elecciones libres, observadas por la
comunidad internacional, entre otras cosas; pero conscientes de las
limitaciones y fuerzas que tenemos, de darse esa lucha y no lograrse el objetivo,
lo que plantemos es que, de todas maneras, hay que enfrentar al régimen en
todos los terrenos, incluso el electoral.
Por
supuesto, planteamos también unas condiciones mínimas para esta vía electoral;
pero se trata de una sola condición mínima, que no es precisamente electoral:
la unidad. La vía electoral que planteamos es una estrategia unitaria, única,
de consenso y esto –la unidad política– es una condición fundamental, básica,
que no puede ser sustituida ni mediatizada; es más, quien no esté de acuerdo
con mantener esa posición una vez que se adopte como estrategia, debe ser
dejado de lado.
Llega
a tal extremo la idea de unidad que, aun cuando sería un grave error, si
unitariamente se decidiera no acudir al proceso electoral, la vía electoral hasta
se podría sacrificar, abandonar, en pro de la unidad.
La
unidad es lo que permitirá, entre otras cosas, que la vía electoral que
planteamos sea una que utilice al proceso electoral como una forma de organizar
al pueblo, de una manera eficiente y segura, para enfrentar a la opresión; y
desde luego, que sirva también de base para reorganizar y modernizar a los
partidos políticos, hoy diezmados por la persecución del régimen a sus
dirigentes, la inhabilitación y la falta de recursos.
Pero
hay otros, a los que si consideramos del campo opositor, que dicen que tal
elección no es posible con el actual régimen, sin un cambio completo del CNE
electo por la AN y sin suficientes garantías de elecciones libres e imparciales
supervisadas por la comunidad internacional. ¡Claro que todos queremos eso!
Pero estas afirmaciones generan algunas interrogantes.
Las
preguntas, entonces, son: Sí estamos bajo un régimen dictatorial, tiránico y
despótico, que tiene toda la fuerza de las armas y los cuerpos represivos a su
favor, ¿Es factible pensar que tal régimen va a ceder en su poder y aceptar un
CNE imparcial, que va a dar garantías electorales y permitir una observación
internacional independiente? Y si eso no se logra, ¿entonces qué? ¿No acudimos
al proceso electoral, que el régimen de todas maneras va a realizar y con
participación de una “oposición” dócil, comprada y favorable a sus intereses?
¿Lograremos con esa conducta abstencionista algo distinto a lo que no se pudo
lograr en 2005 o cuando nos abstuvimos de participar en elecciones locales y
regionales? Y la eterna pregunta, y perdonen los muchos que no les gusta que se
formule: ¿Cuál es la vía, entonces?
Con
estos interrogantes no pretendo cambiar la posición de quienes están en contra
de la vía electoral y plantean otras opciones, sin que esté muy claro cuales,
excepto la abstención frente a cualquier proceso electoral. Estas preguntas,
son para la reflexión del ciudadano común, ese que está confundido,
desalentado, por años de predica constante contra la vía electoral y en contra
del voto como instrumento, pero que no se quiere entregar ni rendir ante el
régimen, que quiere participar con alguna opción que le permita manifestarse y
a la vez continuar su vida, que no la tiene nada fácil.
El
ciudadano común es el blanco, además, de la estrategia del régimen de negar el
valor del voto y sembrar dudas frente a los procesos electorales, para
propiciar la abstención, la falta de participación, que le permita a la
dictadura apoderarse sin resistencia de la AN, que es su objetivo fundamental
en este momento, para mantenerse en el poder y que la AN le sirva de trampolín
frente a la comunidad internacional y sobre todo frente a sus “aliados
internacionales” –Rusia, China, Cuba, Irán, Turquía, y otros– algunos de los
cuales “aspiran” a una AN que legalice, bendiga y apruebe sus inversiones y contratos en petróleo, oro,
minerales, etc. y sus “negocios” en general con el régimen.
Pongamos
la discusión de la vía electoral en sus justos términos y sobre todo seamos
sinceros y realistas al plantear alternativas diferentes, las fantasías y las
alternativas utópicas, irrealistas, no nos han ayudado a salir del régimen; esa
labor de hormiga de arrebatarle al régimen espacios –gobernaciones, alcaldías,
AN–, sí.
En
todo caso, de manera abierta o soterrada se intensifica la discusión sobre las opciones
políticas que tiene la oposición para enfrentar el régimen. Lastimosa y
paradójicamente, en buena medida es una discusión inútil. Sobre esta inutilidad
desarrollaré mi próximo artículo.
Ismael
Pérez Vigil
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