Por Piero Trepiccione
Los recientes
acontecimientos políticos en Venezuela nos muestran la caída en una especie de
punto muerto donde no es posible alcanzar ningún acuerdo entre las partes. La
desconfianza y el descrédito para retomar una negociación de altura que
conduzca a una solución electoral hacen que todo luzca trancado y sin
posibilidades de nada. Mientras tanto, la crisis económica avanza a pasos
agigantados llevándose por delante la cotidianidad de la gente y los indicadores
sociales.
La interrogante que surge en
el marco de una situación como ésta es ¿qué puede ocurrir en el país que
destranque el juego y permita airear la esperanza colectiva? La popularidad del
gobierno de Maduro está en sus mínimos históricos, inclusive, por vez primera,
dentro del chavismo, dos figuras aparecen mucho mejor valoradas que él. Si, en
un movimiento político que se caracterizó por el hiperliderazgo concentrado
primero en Hugo Chávez y luego en Nicolás Maduro, justo ahora surgen dos figuras:
Rafael Lacava y Héctor Rodríguez que dentro de las fuerzas del Polo Patriótico
están por encima en valoración con respecto al primer mandatario. Este aspecto
no puede pasar desapercibido justo en un momento de tranca como el actual.
El hecho que un poco más del
40 por ciento del chavismo cuestione la forma de conducir el país de Maduro y
que surjan dos figuras en paralelo con mejor valoración, habla de un reacomodo
de fuerzas que puede terminar en cambios políticos.
El éxito de Maduro hasta
ahora había sido mantener amalgamadas en torno a su figura a las bases
chavistas. Aunque en relación al país y a la opinión pública venezolana, este
movimiento político cada vez es más pequeño; su espíritu de unidad y de
organización le han permitido a Maduro un importante margen de maniobra. Con
este fenómeno nuevo, la posibilidad de salir del “punto muerto” se pudiera
concretar más temprano que tarde. El otro aspecto que ha permitido la
resistencia de Maduro es sin duda el apoyo geopolítico y financiero de Rusia,
China, Turquía e Irán que han sido el contrapeso perfecto frente a la Unión
Europea y los Estados Unidos. Sin embargo, la imposibilidad del retorno
financiero debido a las políticas públicas del gobierno, le están dejando en
claro a estos países que pueden ayudar hasta cierto punto pero no más allá.
Este punto muerto
significa que no se sigan analizando y discutiendo todas las
posibilidades en torno al conflicto político venezolano. Las repercusiones
internas y externas de la situación local agravan a otros gobiernos de la
región y del hemisferio occidental. Eso, sin añadir la complejidad de la crisis
que está lanzando a la pobreza a miles de venezolanos diariamente. Ese “volcán
social” ha sido eficientemente detenido hasta ahora por ciertos esquemas clientelares
de las políticas públicas, un control exhaustivo de las fuerzas policiales y
militares y el amalgamiento de los apoyos internos hacia la figura de Nicolás
Maduro. Ese movimiento interno de opinión dentro del chavismo puede ayudar a
salir del “punto muerto” más temprano que tarde.
Como vemos estar en un punto
muerto no significa que podamos evolucionar hacia otro tipo de situaciones
y eventos. El tema Venezuela sigue con más fuerza en la agenda continental y
hemisférica este 2020. Es un nudo gordiano que impide resolver otras
problemáticas globales. Por ende, las apuestas continúan con más rigurosidad
luego de algunas lecciones aprendidas.
19-01-20
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