Marta de la Vega 21 de enero de 2020
Una
de las consignas más repetidas y mentirosas del llamado “socialismo del siglo
XXI” que impulsó Chávez para hacerse del poder en Venezuela con la asesoría de
cubanos, españoles y mexicanos y la voluntad de dominio de izquierdistas
venezolanos que nunca superaron su rencor antidemocrático y su resentimiento
social, ha sido la frase cada vez más hueca, retórica sin sentido, “Venezuela
ahora es de todos”.
En
realidad, una camarilla de ladrones y rufianes ha secuestrado las estructuras
del Estado, el país y a la gente. No olvidemos que el difunto caudillo de
Barinas fue el inicial artífice de esta demolición generalizada de Venezuela,
que Maduro ha intensificado con su indiferencia, su improvisación, su sectarismo
fanático, su manipulación demagógica de las necesidades de la población, su
desapego e insensibilidad ante las carencias y sufrimiento de las mayorías, la
exclusión de quienes no se pliegan a su proyecto de dominación totalitaria y
criminal, la persecución feroz y la tortura contra quienes considere enemigos.
Pretende,
con sus corrompidos cómplices, controlar las instituciones, no para el bien
común sino para servirse de ellas y perpetuarse en el poder por cualquier
medio.
El
mayor efecto se evidencia en el colapso de la infraestructura y los servicios
públicos, deterioro y destrucción de las instituciones, derrumbamiento de las
mejores tradiciones, fractura de las familias y de la convivencia pacífica,
pérdida de la civilidad y el respeto por los otros, corrupción convertida en
mecanismo de participación y sobrevivencia, desde el portero de la oficina
pública, hasta el jefe de servicios, cualquiera que sea la actividad a la que
se dediquen.
Esta
banda mafiosa que chantajea, soborna, extorsiona a quienes no se sometan a sus
propósitos o “compra” las conciencias de quienes incluso representan a los
ciudadanos, como ocurrió con los diputados que traicionaron los principios de
probidad y valores republicanos para intentar derrotar al presidente encargado
de Venezuela, Juan Guaidó, con la elección de la nueva junta directiva de la AN
el 5 de enero de 2020, fueron formados en una Venezuela que se abrió al mundo
del desarrollo, al crecimiento económico sostenido, sin exclusión ni improvisación.
Estos
sujetos en los más altos poderes de gobierno, usurpadores ilegítimos que han
pisoteado la Constitución y el Estado de Derecho, fueron, con sus mayores,
inmigrantes o criollos, beneficiarios de los avances modernizadores e
integradores que la democracia les aseguró después de la caída del dictador
militar Marcos Pérez Jiménez en 1958.
Pero
se impuso una mentalidad movida por la envidia y la codicia, que es denominador
común de quienes han formado el chavismo, por naturaleza militarista y antidemocrática.
Algunos con oportunismo, otros sin escrúpulos, otros por inmediatismo, de
manera inconsciente o no, se han nutrido del rencor y de la ética del “sálvese
quien pueda”.
Sin
embargo, de la Venezuela decente ha surgido un grupo significativo de
ciudadanos de bien, formados profesionalmente en los mejores centros educativos
del mundo gracias a la planificación de políticas públicas para la inserción de
Venezuela en el mundo desarrollado, algunos en el exterior, otros acá, que de
manera sistemática y sostenida, han pensado el país desde su reconstrucción. Un
esfuerzo de mucho aliento y varios años, con visión a largo plazo, sin
improvisaciones ni inmediatismo.
El
más reciente avance del Plan País, realizado en varias etapas, fue presentado
en diciembre de 2019. Agenda social, agenda económica, agenda de hidrocarburos,
agenda legislativa.
El
diputado Juan Andrés Mejía precisó la necesidad de cumplir 3 fases para su
puesta en marcha: urgencia humanitaria, estabilización y reformas
estructurales. El estamento político y un conjunto de ONGs demócratas y
conscientes de los problemas agobiantes del país, profesionales en todas las
áreas del conocimiento, expertos y tecnólogos, han contribuido a estructurarlo,
concretar las propuestas y medios para llevarlas a cabo.
Todos
debemos leer cuidadosamente su contenido. Abre el futuro a la esperanza del
país deseable que merecemos, con genuina inclusión, sin fanatismo, bajo los
criterios de respeto a las normas y de selección por méritos a los mejores para
ejercer responsabilidades, en un país que sea verdaderamente de todos.
Marta
de la Vega
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico