Luis Manuel Esculpí 26 de abril de 2016
Si
Damián Szifrón el director de la premiada película argentina hiciese una ligera
pasantía en nuestro país, encontraría nuevos argumentos para una segunda parte
de su exitoso film. Tendría que suprimir el componente de humor negro,
acentuando los rasgos dramáticos de sus relatos.
Los
ascensores no funcionan, la sala de maquina están inundada, las lluvias
recientes se hicieron sentir en el conjunto residencial. Me dispongo ha subir
por las escaleras, después de varios pisos la pausa se hace obligada, coincido
con un vecino, cuyo nombre desconozco, aunque siempre intercambiamos saludos y
breves diálogos de ascensor. Viene descendiendo con semblante de preocupación.
Es natural, su apartamento se anegó hasta levantar la cerámica. La
conversación, igual que la pausa se prolonga. Considera su desventura en tono
menor, ante un hecho que le sucedió hace poco más de un mes. Al salir de compras
del automercado, fue atracado para quitarle las bolsas. Las entregó sin oponer
resistencia. Luego el malandro le apuntó con una arma a la cara y le hizo dos
disparos. Se protegió instintivamente con los brazos y en cada uno de ellos
recibió un tiro. El instinto lo salvó. Le expreso unas palabras de solidaridad
y nos despedimos lamentando ambos la terrible situación de inseguridad.
Evidentemente no es una sensación.
Continuo
escalando hacia mi residencia, no puedo dejar de pensar en el relato. Lo asocio
inevitablemente con un terrible drama que vivió un compañero, a quien en su
convalecencia visité recientemente. Conozco a José desde los tiempos de la
fundación del MAS, hemos coincidido en nuestro trayecto político. También
participa en las actividades de la Fundación Espacio Abierto. Un grupo de
amigos nos reunimos de vez en cuando a conversar -no sólo de política- rociamos
nuestras tertulias con algunos tragos y siempre "picamos algo". José
es excelente anfitrión.
Un
sábado a las siete de la noche viene conduciendo su carro y lo detiene una cola
en la avenida Francisco de Miranda, casi en fracciones de segundos varios
sujetos lo encañonan y se montan en el carro. A partir de ese momento vivirá la
dramática odisea de un secuestro exprés. Lo trasladan hacia la vía de Guarenas,
se comunican con su familia exigiendo dólares a cambio de su vida. La demanda
no puede ser satisfecha. Luego exigen una cantidad en bolívares también
inalcanzable. A las once de la noche aproximadamente, sin cobrar el rescate,
anuncian que lo van a liberar. Lo conducen a las proximidades del río, le dan
una golpiza incluyendo severa dosis de patadas. Le colocan una capucha. Le
disparan tres tiros a la cabeza y lo lanzan por un barranco.
José
se queda un tiempo sin moverse hasta que supone que los delincuentes se han retirado.
Con su ropa intenta hacer un vendaje para contener la sangre que brota de las
heridas. Comienza a caminar procurando alejarse del sitio donde fue abandonado.
Calcula que caminó por la margen del río entre tres y cuatro horas. Durante ese
tiempo piensa en su familia y en lo que ha sido su vida. Recuerda antiguas
lecturas para serenarse. Se siente débil, oye algunas voces, el sol ha hecho su
aparición, ya son las siete de la mañana.
No
tiene fuerzas para subir el barranco, decide gritar y un grupo de personas lo
socorren, lo cargan y en una casa cercana le prestan primeros auxilios desde
allí se comunica con su familiares. En medio de la barbarie siempre surge la
solidaridad y la sensibilidad humana. Esa siempre fue una característica de
nuestro pueblo.
José
está recuperándose, afortunadamente dos de los disparos solo le rozaron la
cabeza y el tercero no le afectó órganos vitales. ¡Extraña paradoja! Quizás la
capucha fue lo salvó.
Cavilando
llego a mi casa, me dispongo a reposar un poco cuando me entero de una trifulca
disputándose las cebollas de un saco y del saqueo de un camión de basura
rastreando comida descompuesta.
¡Cuanto
se ha degradado la vida en nuestra sociedad! Tanto denostar de los cuarenta
años, los males que hoy padecemos no tienen comparación con los de la república
civil. Los problemas de ese tiempo se han agravado exponencialmente y
recrudecen nuevas calamidades. Asistimos al fracaso de un modelo que desconoció
el éxito en todo lugar donde se intentó implantar. Un discurso reñido con la
modernidad, plagado de galimatías y frases raídas. Apremia la necesidad de
modificar el rumbo. Tiempo de cambiar la conducción e iniciar una nueva época.
Luis
Manuel Esculpí
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