Por Alexis Alzuru
Salir legal y pacíficamente de
Maduro es el asunto; otra cosa son las vías para lograrlo. Reconocer esta
diferencia entre fin y medios evitará que el trabajo de la oposición se limite
al revocatorio, lo cual pareciera conveniente porque nadie puede garantizar que
la derogación del mandato presidencial se realizará este año ni podría asegurar
la transparencia del proceso electoral. Al contrario, el comportamiento del TSJ
y el CNE sugiere que lo probable es que la fecha del evento se agende para
algún momento del 2017; y, además, las circunstancias permiten anticipar que
esa elección otra vez estaría marcada por los privilegios, sobornos y
corruptelas oficiales. En caso de materializarse el revocatorio un verdadero
paquete de fraudes sería autorizado y ejecutado como nunca antes.
De allí que para terminar con
este gobierno se necesita una estrategia política, no bastará con activar una
fórmula constitucional. El revocatorio, al igual que la enmienda, es únicamente
una alternativa legal. Pretender usarla para sustituir la estrategia es un
error tan grueso como confundir la parte con el todo. Por lo demás, es útil
distinguir entre la dispersión en la que se incurrió al ensayar por varias vías
constitucionales despachar a Maduro y la pluralidad de acciones, tácticas y
técnicas que se sincronizan dentro de una estrategia. La confusión inicial que
generó la MUD nada tiene que ver con trabajar en los distintos tableros que
estarían dentro una estrategia del tipo “paraguas”.
Una estrategia única y, al
tiempo incluyente, recomendaría atacar a Maduro por varios flancos en
simultáneo. Con la fuerza que activa el revocatorio aprueba aclarar la cuestión
de su nacionalidad; a la vez, presiona por la reincorporación de los diputados
de Amazonas sin desactivar la lucha para traer los capitales que se fugaron por
la corrupción del gobierno. Por supuesto, aumentar el acoso sobre el CNE
también lo aconseja para concretar las regionales este diciembre.
Por cierto, en el marco de una
estrategia integral la fecha del revocatorio no condicionaría sus efectos.
Entre otras cosas porque ese acto se convertiría en un instrumento que en
cualquier momento serviría para debilitar al gobierno; al tiempo que mejoraría
la posición de combate y negociación de la oposición. Desde esta perspectiva, el
revocatorio sería provechoso incluso a finales o mediados del próximo año; pues
su función sería terminar de desfondar por completo la legitimidad de un
régimen que está todo podrido, no solo expulsar a Maduro.
Es sistémica esta pelea y, por
lo tanto, la estrategia debe tener la misma forma. El enfoque parcial y
partidista siempre fracasará porque no se corresponde con la naturaleza del
problema que ahora se enfrenta. Además, ninguna alternativa jurídica podría
imponerse porque en ese terreno la inescrupulosa conducta del gobierno y su red
de cómplices es desinhibida y contundente.
En el actual contexto, lo
conveniente es echar mano a la prudencia antes que a promesas que serán
imposibles de cumplirse gracias a las maniobras oficiales. La experiencia acumulada
en los últimos 17 años debería servir para despertar el sentido de realidad en
algunos jefes de la oposición. Sobre todo, hay que aprender de lo que ha
sucedido con las decisiones de la Asamblea. Einstein decía que la locura es
hacer lo mismo esperando obtener resultados diferentes.
Superar la situación en la que
se encuentra Venezuela exige una visión global; envolvente o sistémica, si se
quiere. Basta pensar que las prácticas y acciones que la oposición realice
deberían aderezarse con acercamientos, encuentros, diálogos y negociaciones con
la gente del Polo Patriótico. El puente discursivo con la militancia chavista
es otro elemento que requiere mantenerse caliente para calzar las piezas del
rompecabezas que se ponga en marcha. Después de todo, la salida de Maduro es un
hecho esencialmente político; no jurídico. Esto es: esa decisión dependerá
exclusivamente de la voluntad y las decisiones que pacten los ciudadanos y los
líderes; no de las leyes y sus procedimientos.
30-04-16
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