Por Gioconda San Blas
“Fir…”, “a discreción”, “media
vuelta”… vociferaba el personaje uniformado encargado de la instrucción militar
de adolescentes en un plantel público al cual fui para compartir una feria
científica y tecnológica de jóvenes liceístas. Como “acto cultural “dentro de
la programación, se incluyó este singular despliegue “militar”. El
contraste no podía ser mayor: la subordinación, la obediencia sumisa, a gritos,
de la disciplina militar en oposición al razonamiento lógico y sosegado, a la
libertad del pensamiento creativo del científico.
No surgía esa asignatura
militar de un capricho de la directiva del plantel. Ya desde 2011(Gaceta Oficial 39.641, 24/03/11,
resolución 017621 del Ministerio de la Defensa) está vigente el “plan de
educación militar para la defensa integral” en los subsistemas de educación
básica y universitaria de la nación. Como instructores en esos cursos, la
milicia bolivariana, un grupo creado al margen de la estructura profesional
militar, muchos ni siquiera bachilleres, politizados a favor del régimen,
dispuestos a hacer de las suyas para imponer en niños y jóvenes el lenguaje de
la guerra, una única visión del mundo y consolidar en ellos la idea de que aquí
estamos para obedecer a la jerarquía militar, a contrapelo de lo que el mundo
civil reconoce como forma de relación en sociedad: libre discusión de las ideas
y fórmulas de consenso.
De manera que el instructivo N.º Ceofanb 001-16, de
fecha 7 de marzo de 2016, emitido por el Ministerio de la Defensa y el Comando
Estratégico Operacional de la FANB, ordenando realizar la campaña
motivacional El Valiente Soldado Bolivariano 2016, no es más que una
extensión de la anterior resolución, en el empeño de adoctrinar a la nueva
generación de venezolanos en su “amor… a los hombres en armas”,contribuyendo a
“la formación del nuevo ciudadano con conciencia socialista… defensores de la
soberanía y seguridad de la Nación”. O sea, convertir a nuestros niños en copias
tropicales de las Hitlerjugend (juventudes hitlerianas) o la Opera Nazionale
Balilla de Mussolini.
Uno se pregunta si vale la
pena alarmarse ante este programa de adoctrinamiento masivo, dado el reducido
presupuesto destinado a él: Bs. 59.391.804 para “formar” 707.430 niños, es
decir, Bs. 84 (ochenta y cuatro) por alumno. Pero sí, sin importar el monto,
hay que preocuparse. A lo largo de 200 años de historia republicana, lo militar
ha ocupado lugar preponderante (apenas unos 50 años de gobiernos civiles, casi
todos frágiles por la permanente amenaza castrense a sus espaldas), sin que su
ejercicio prolongado en el poder se haya traducido en progreso para el país.
Como apunta Rafael Arráiz Lucca en su libro “Civiles”, “el militarismo ha
estado invadiendo el ámbito de la ciudadanía; mandando, más que gobernando;
girando instrucciones, más que buscando consensos”. El mito del hombre
fuerte, por lo general imponiéndose con el forcejeo de las armas.
Mientras tanto, han sido
civiles expertos en las más variadas ramas del saber, los responsables en la
era democrática 1958-1998 por la construcción de grandes obras de ingeniería,
por la estructuración de un sistema sanitario acorde con los tiempos modernos,
por la fundación de un sistema científico tecnológico que nos colocó por
primera vez en el mapa de la ciencia mundial, por un desarrollo destacado de la
vida cultural. Todas ellas obras venidas a menos por mano de un régimen dizque
“cívico-militar” que ha puesto en improvisadas manos castrenses el manejo de
los más delicados asuntos técnicos de la nación.
En los últimos 15 años,
Venezuela ha comprado casi US$ 6
mil millones en equipos bélicos diversos,
principalmente a Rusia, China y España, que podrían haberse invertido en la
construcción de escuelas y hospitales. Armas compradas para disparar
contra un pueblo inerme que protesta por la falta de alimentos y medicamentos,
exigiendo mejores servicios de salud o calidad educativa.
“Hombres que han creído que
Venezuela es su patrimonio”, clamó José María Vargas hace 180 años,
refiriéndose a los caudillos militares que negaban a los civiles el derecho a
gobernar, a cuenta de una perpetua compensación por sus servicios en la gesta
independentista. Han pasado casi dos siglos del alegato varguense y todavía
ellos siguen creyendo que Venezuela es su patrimonio.
TUITEANDO
46 neonatos en el Hospital Universitario de Caracas, 71
en el Hospital Central de San Cristóbal, casi
100 en el Hospital Central de Cumaná es
el macabro censo de bebés fallecidos en el primer trimestre de 2016, en razón
de las precarias condiciones de esos centros asistenciales. Todo un drama
nacional.
21-04-16
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