Por Luis Ugalde
Sorprende que en un naufragio tan
catastrófico y evidente no hayan surgido ya dirigentes decididos a salvar el
barco y persuadir que a todos nos va la vida en ello, no importa el color
político. Con un gobierno empeñado en ignorarlo, negarlo o convertirlo en
conspiración del imperialismo capitalista, la gente echa de menos a estadistas.
Estos no son extraterrestres y hacen falta del lado del gobierno y de la
oposición. Al estadista lo distingue su capacidad de superar la parcialidad
electoral inmediatista y el beneficio personal o partidista, con una visión y
voluntad de país que reta y convence a la sociedad y suscita una
creatividad nueva e inclusiva.
Cada día aumentan en todos los
sectores el sufrimiento y la conciencia de la gravedad, pero no la
sensación de que las soluciones están más cerca, y el malestar se incrementa
con el juego de pin-pon entre la Asamblea que hace nuevas leyes y el Ejecutivo
que manda bloquearlas. En los que se alegraron por la profunda derrota
electoral madurista, se va enfriando la esperanza, pues les parece que la MUD
se diluye como voluntad y estrategia unitaria alternativa y que se van
imponiendo los intereses particulares partidistas, o que hacen propuestas
inviables con la ideología reinante.
Por otra parte, el gobierno
sorprende y disgusta a muchos de sus propios simpatizantes nacionales e
internacionales, por su parálisis mental e incapacidad de tomar decisiones,
mientras la catástrofe se agrava y crece la agresividad política y social.
El pesimismo también reaviva
teorías fatalistas sobre la inferioridad de nosotros como nación con un
determinismo genético-histórico que nos predestina al fracaso. Les parece de
mal gusto soñar con una Venezuela de esperanza, recordar lo que nuestro país
logró en circunstancias difíciles del pasado, con pactos entre adversarios y
tolerancias sociales ejemplares; incluso les parece evasivo poner ante los ojos
a países latinoamericanos que sufrieron situaciones catastróficas peores
y se refugiaban en nuestra amplia hospitalidad. Esas naciones superaron las
coyunturas adversas y quienes nos envidiaban son hoy nuestra envidia. Pasan los
días y lo que en diciembre fue esperanza y primavera se va transformando en
invierno fatalista y se contagia la enfermedad de la antipolítica.
Por lo contrario, la realidad
clama por estadistas guiados por la Constitución democrática y capaces de soñar
con los pies en la tierra y de encontrar razones para ir juntos, como única
posibilidad de construir exitosamente. Estadistas capaces de crear un relato de
esperanza novedoso y transformador donde la muerte se convierte en vida, por el
esfuerzo de la gente. Crear el relato y creer en él, contagiar esa fe a toda la
población, transmitir convicciones, convocar y aglutinar. No pedimos milagros,
pero sí sensatez. No hacen falta genios de la economía ni doctores de la
política, sino voluntades con ética, remeros decididos a remontar corrientes
adversas, concertar una decena de medidas claves y aplicarlas con decisión; su
éxito depende de que sean deseados y apoyados por la gente y por líderes
significativos de la actual oposición, del chavismo y de la Fuerza
Armada, decididos a cumplir la Constitución y hacerla cumplir. Los
comunicadores y sus diversos medios son decisivos, pues la población debe
sentir en carne propia la propuesta y sus efectos en la llegada inmediata de
medicinas, alivio en los supermercados, mercales, abastos, farmacias y centros
de salud, y signos de liberación en las cárceles políticas…Decisiones negociadas
internacionalmente con más pragmatismo y menos ideología. Decisiones que no se
quedan en ayudas momentáneas, sino que van a políticas económicas que
desbloquean la actividad empresarial y hacen a nuestro país atractivo
para la inversión y la productividad. Medidas que combinen el estímulo a la
creatividad empresarial con la nueva visión social inclusiva de la empresa,
como camino de superación de la pobreza y esperanza de los pobres, con
políticas que fortalecen su organización y productividad y multiplican sus
oportunidades.
Camino de drástica recuperación
ética y lucha por el rescate constitucional de las instituciones y el
implacable castigo a la corrupción y al saqueo público. Necesitamos un gobierno
de salvación nacional capaz de hacer más con menos, tomar decisiones difíciles,
responder al país que a gritos silenciosos pide reconciliación. Un gobierno de
transición que se pone límite temporal a sí mismo, pues los partos felices no
pasan de nueve meses de embarazo.
28-04-16
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