Chuo Torrealba 17 de julio de 2016
La
expresión “hegemonía ilegítima” es una redundancia. Para el hombre libre la autoridad nace del
razonamiento congruente con el ejemplo, y es legitimada por el consenso entre
iguales. Todo lo que pretenda ser “hegemónico” será entonces diferente de lo
democráticamente consensuado y, en consecuencia, inaceptable para quien quiera
vivir en libertad. Los demócratas
venezolanos estamos combatiendo a un sector político que pretendió ser
hegemónico sin dejar jamás de ser minoría, que se hizo del poder usando el
resentimiento social como palanca y la oferta engañosa como bandera, que
gracias a su corrupción e ineficiencia perdió el apoyo popular que alguna vez
tuvo y que ahora, transformado en minoría ínfima, quiere sin embargo aferrarse al poder usando
la violencia. Estando ya en la “recta
final” de esta etapa de la lucha por construir una Venezuela del primer mundo,
queremos compartir estos apuntes urgentes:
1) Recordemos y asumamos siempre el carácter
no violento de nuestra lucha: Nuestro objetivo no es “ganarle la guerra” a la
cúpula corrupta que ha secuestrado al Estado.
Nuestro verdadero reto consiste en IMPONERLE LA PAZ. Para ello nuestra estrategia consiste en
construir una paz tan amplia, tan sólida, que sea capaz de aislar, segregar y
derrotar a los violentos. La cúpula
corrupta no tiene ideas, proyecto, liderazgo ni pueblo. Solo le queda el manejo
de la violencia, tanto la violencia institucional que ejercen los burócratas
(como las rectoras pesuvistas del CNE y las “togas express” del TSJ) como la
violencia física a través de las armas (las de los grupos paramilitares
maduristas mal llamados “colectivos” y las de sectores cada vez más
aislados de la fuerza pública, civiles y
militares, convertidos en brazo armado del oficialismo más irresponsable). Así las cosas, sería de una necedad delirante
permitir que nuestra lucha se enlode con la violencia. Nosotros no somos como los “colectivos” del
23 de Enero, cuatro loquitos enmascarados.
Nosotros somos como las mujeres de Ureña, un bravo pueblo que a cara
descubierta rebasa y deja en la
impotencia a los violentos.
2) Recordemos y asumamos siempre la
dimensión social y económica de la lucha
política: Las etiquetas, los insultos, la “quincalla ideológica” lograron
dividir por mucho tiempo a los venezolanos.
Pero finalmente las realidades de la vida nos volvieron a unir. Durante 17 años la politiquería fue el
verdadero “opio de los pueblos”, utilizado para que los venezolanos endiosaran
y adoraran a quien los había sumido en la inseguridad más terrible y en la miseria más atroz. Pero en la cola frente al mercado el país se
volvió a unificar, en la atestada sala de emergencias del hospital sin insumos
nos volvimos a encontrar, en la calle enfrentando y denunciando a los
mercenarios gobierneros que con el cuento
de los “CLAP” quieren secuestrar los
pocos alimentos que llegan al mercado, allí volvimos a reencontrarnos como
pueblo, a reconocernos como ciudadanos, a abrazarnos como lo que somos: ¡Venezolanos todos defendiéndonos de ese
adversario común que es el hambre, la corrupción y el totalitarismo!
3) Recordemos y asumamos siempre la
naturaleza no caudillista de nuestro proyecto de país: El
“chavo-diosdado-madurismo” no es solo un movimiento político fracasado. También es una cultura política perniciosa,
una perversa manera de entender las relaciones entre Estado y Sociedad, entre
gobernantes y gobernados, entre “líderes” y ciudadanos. Un anti-valor fundamental del
“chavo-diosdado-madurismo” como cultura política antidemocrática es el
caudillismo, esto es, la tendencia a colocar a un individuo por encima de la
organización, a las “ocurrencias” de ese individuo por encima de la estrategia
del conjunto, y a los caprichos de ese individuo en el ejercicio del poder por
encima incluso de la historia, debido a la pretensión totalitaria de que una
vez en el poder el caudillo puede reescribir la historia a su antojo y
conveniencia. Al totalitarismo lo vencemos no pareciéndonos a él, sino siendo
su alternativa. Por eso los demócratas
no tenemos ni queremos tener “caudillos”, “mesías” ni “salvadores de la
Patria”: Tenemos dirigentes, que en rigor son SERVIDORES del pueblo, no
“comandantes” ni estrellas de rock. Esos dirigentes forman parte de una
dirección COLECTIVA, como la que nos dio el triunfo del 6D, y están obligados a
conformar una plataforma UNITARIA que garantice la gobernabilidad en la
compleja transición que es inminente y en el duro proceso de reconstrucción
nacional que se avecina.
4) Recordemos y asumamos nuestra propia
fuerza y no caigamos en las operaciones psicológicas que el adversario monta
para desmovilizarnos: El “nosotros” que ahora somos es nada más y nada menos
que la NUEVA MAYORÍA NACIONAL. El “partido” más importante de Venezuela es el
PARTIDO DEL DESCONTENTO, al que pertenecemos 90% de los venezolanos, y la Mesa
de la Unidad Democrática es la expresión político-electoral de esta mayoritaria
Venezuela descontenta y esperanzada.
Actuemos entonces con la serena firmeza, con la asertiva claridad de
quien se sabe y se ejerce mayoría: Que ninguna provocación de las rectoras pesuvistas
del CNE, que ninguna sentencia teledirigida de las togas express del TSJ nos
perturbe. Que ninguna amenaza de Maduro,
Diosdado o Rodriguez nos haga dudar. A ellos se les acabó el tiempo. Ellos tuvieron todas las oportunidades, todos
los recursos, todo el dinero, toda la influencia, y no hicieron nada. Al menos,
nada bueno para el país. Su tiempo terminó. Al pueblo venezolano no lo
desmoraliza ningún malandro. Empieza un nuevo ciclo histórico, que tendrá al
ciudadano movilizado como protagonista y al bien común como centro ¡Palante!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico