Por Leonardo Morales
Cuatro, tres, dos…corresponde
a una cuenta regresiva que generalmente se utiliza para significar distintos
asuntos: lanzamiento de un cohete al espacio, para el inicio de una pieza
musical o para decretar el fin de algo.
La fisonomía de este
gobierno ha sido siempre polémica y controvertida. Maduro, al menos más
descaradamente, procedió a correr la cortina que confirma la sospecha que todos
albergaban y que corrobora que nos acercamos- o ya estábamos- en el fin de los
regímenes democráticos inaugurado en 1958.
La vigencia de gobiernos
democráticos en Venezuela y en cualquier parte de mundo supone, seguramente
muchas cosas, pero importa resaltar en esta oportunidad, el ejercicio pleno de
los civiles de sus funciones en los asuntos públicos, de gobierno, derivados de
una legitimidad impuesta por los ciudadanos en elecciones universales,
directas, secretas y libres, circunstancia hoy seriamente afectada. El control
civil, esto es, la plena autonomía de los civiles para formular las políticas
del Estado ha sido flagrantemente vulnerada dando paso a un régimen militar que
nadie eligió.
Aquellos demócratas
Siempre aparece una
aparentemente paradoja que coloca a un sujeto enredado en conspiraciones y
golpes de Estado con fines democráticos. Salta sobre las mentes esfuerzos para
justificar o descalificar que un genuino demócrata participe en actividades
golpistas.
La Revolución de Octubre, la
nuestra, la adelantada por los adecos y no aquella que fue parteada en Rusia,
tuvo como justificación la instauración de la democracia con todos los
aditamentos que de ello se deriva. Así la Unión Militar Patriótica junto al
liderazgo civil ejercido por Rómulo Betancourt y su partido puso punto final al
gobierno del General Isaías Medina Angarita.
El resultado del golpe fue
la instauración de Junta Revolucionaria de Gobierno integrada por Rómulo
Betancourt quien la presidió y acompañado por Raúl Leoni, Luis Beltrán Prieto
Figueroa, Gonzalo Barrios, Edmundo Fernández, Carlos Delgado Chalbaud y Mario
Vargas, mayor y capitán los dos últimos, respectivamente. Esta Junta, así
conformada, hablaba por sí sola acerca de sus propósitos democráticos y
civilistas, apenas dos uniformados. La historia de regímenes militares parecía
haber llegado a su fin.
Militares: come back
Maduro con pose solemne o de
susto le anunció al país una nueva Misión que sería dirigida por el
Presidente-me refiero a Maduro no a otro- y por el Ministro de la Defensa. La
nueva Misión tiene como decorado que los ministros, los civiles y militares,
deberán subordinarse ante este salvador de la patria- Padrino, no Maduro.
Así como la revolución nos
ha regresado al pasado en materia productiva también lo ha hecho en aquellos
asuntos que tienen que ver con la conducción del Estado y del ejercicio
democrático. Los esfuerzos iniciados desde el 45 del siglo pasado dieron un
salto atrás, al punto de que aquello de que “el sector civil decide y ordena y
la FAN obedece, acata y cumple”, como señala Luis Buttó en “Civiles y
Militares”, es cosa del pasado.
Maduro nos presentó un
panorama sombrío: por un lado, dibujó un gabinete cuyos ministros terminan en
disminuidos oficinistas, en “lleva y trae” del Gran Jefe militar, también de
alimentación, de abastecimiento y, muy importante, de represión. Por otro
lado, para terminar de bordar la faena, nos confirma que los esfuerzos, si
acaso los hubo, en aquello de los motores terminó en pura chatarra. Así las
cosas, ni el Plan de la Patria tantas veces elogiado, ni los motores logaron
éxito alguno. Ante el fracaso anterior, ahora un plan especial dirigido por militares
como que sí los anteriores no estuvieron también en manos castrenses.
Por un error histórico
Maduro reina, sin atributos, sin jerarquía y tembloroso de una casta militar
que ahora tutela la práctica democrática.
16-07-16
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