Por Ángel Oropeza
Entre las tareas más
urgentes para acelerar el cambio político y ayudar a superar este trágico
momento de nuestra historia, está sin duda la relacionada con la eficacia
política.
De manera genérica,
“eficacia política” se entiende como el grado en el cual la gente cree que
puede incidir sobre su entorno y ejercer influencia sobre el sistema político.
Su importancia viene dada porque la actitud de los ciudadanos hacia la política
(de interés o desinterés, pesimismo u optimismo), así como su conducta (de
resignación o lucha, de pasividad o activación) depende, en parte, de la
percepción que tiene sobre su propia capacidad política; es decir, sobre su
posibilidad de intervenir en los hechos políticos y cambiarlos.
Una población con una baja
percepción de eficacia política es la que constantemente se pregunta qué va a
pasar, y esta pregunta esconde una actitud de observador resignado ante lo que
se supone inevitable y ajeno a su voluntad. Los que solo preguntan qué va a
pasar suponen que vivimos una película que tiene el final grabado y ante la
cual solo cabe sentarse a observar. Lo cierto es que Venezuela no es una
película ya hecha, sino una inmensa obra de teatro experimental en pleno
desarrollo, en la que usted puede subirse al escenario y alterar la trama con
su sola presencia. Por ello, es necesario y urgente cambiar de postura. Es
preciso migrar de la condición de espectador pasivo a la de actor participante.
Es indispensable cambiar de interrogante, y en vez de inquirir inútilmente
sobre qué va a pasar, preguntémonos qué nos toca a cada uno hacer.
Sería una irresponsabilidad
y una falta de respeto intentar desde aquí sugerir lo que usted, amable lector,
tendría que hacer en esta colosal tarea colectiva de construir el cambio
político. Eso va a depender de sus coordenadas personales, laborales y
familiares específicas y muy suyas. Pero hay al menos cuatro cosas que todos
–siempre dependiendo de esas coordenadas– tenemos frente a nosotros como tarea.
La primera es buscar su
forma específica y concreta de participación. La MUD acaba de anunciar el “Plan
1.356” que tiene por finalidad movilizar y organizar a la gente de cara al
proceso de recolección del 20% de firmas para activar la realización del
revocatorio. Pregunte cómo puede usted integrarse o colaborar, pero también
puede dedicarse a organizar su grupo familiar o de amigos para asegurar la
participación de todos en la jornada del próximo 26, 27 y 28 de octubre. O
diseñar su propia forma de participación. Pero hay una cosa que es segura: la
única forma de vencer los obstáculos que el gobierno ha puesto al revocatorio
es la organización popular.
Lo segundo es motivar a
otros. Por distintas razones, no todos pueden estar en las siempre necesarias
actividades políticas de movilización física. Pero todos sí podemos asumir
“actitud de calle”, esto es, asumir que en cualquier actividad que
desarrollemos y donde quiera que estemos, nuestro deber es convencer y seducir
a quien piensa distinto, solidarizándose con su problema, pero ayudándole a
entender quiénes están detrás de su desdicha.
Lo tercero es no espantar a
los oficialistas con mensajes de retaliación y pases de factura. La lucha por
el revocatorio pasa también por ayudar a desmontar la polarización artificial
entre venezolanos y a procurar en nuestro entorno inmediato el acercamiento de
todos los afectados por esta tragedia devenida en gobierno, no importa sus
creencias o la orientación de sus simpatías.
Y por último, nunca deje de
criticar y sugerir ideas a nuestros actuales dirigentes, pero no se preste al
juego divisionista del gobierno que ha puesto en la atomización y destrucción
de la MUD la esperanza de sus sueños de dominación.
La rebelión democrática
popular en marcha necesita de más venezolanos que se pregunten qué les toca
hacer, y no qué va a pasar. Si no cambiamos la pregunta, quedaremos solo como
observadores pasivos de un montaje que será protagonizado por otros, con
consecuencias para usted y para todos.
04-10-16
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