Fernando Mires 25 de octubre de 2016
Nadie
podrá reprochar a la MUD –no la máxima, la única representación política de la
oposición venezolana- no haber recorrido paso a paso las normas
constitucionales para llegar al RR16. Nadie podrá decir tampoco que la AN,
desde el momento en que obtuvo la aplastante victoria del 6-D, no abrió al
régimen una perspectiva de gobernabilidad. A ese régimen –cualquier gobierno
democrático lo habría hecho- habría bastado reconocer la existencia de poderes
independientes al interior del Estado. En lugar de eso desconoció a la AN por
medio de un TSJ elegido a dedo por el mismo Maduro. El RR-16 surgió, en
consecuencias, como resultado del desconocimiento del Parlamento por el
Ejecutivo. Sin el 6-D no habría habido RR. Del mismo modo, sin RR el régimen no
habría chocado nunca consigo mismo.
Nadie
podrá afirmar que los partidos democráticos no asumieron la línea revocatoria
con extrema constitucionalidad. Desde las primeras convocatorias, antes aún de
la firma del 1% , acataron las disposiciones del CNE, aún las más arbitrarias.
Incluso, cuando llegó el momento de firmar el 20%, a pesar de la monstruosidad
emitida por la CNE, la de contar ese 20% por estado, el RR16 siguió inalterable
su camino. Fue entonces, cuando el régimen advirtiendo que ya no podía frenar
el RR16, decidió liquidarlo (no suspenderlo como reza el eufemismo) mediante un
golpe de Estado, robando al pueblo su derecho a elegir, es decir, suprimiendo
al pueblo como entidad política (un pueblo que no elige no es pueblo). Con ello
el régimen cruzó definitivamente la línea que separa a una no-democracia de una
abierta dictadura.
Nominalistas
obsesivos afirmarán que esa no era la primera vez en que el régimen rompía con
la Constitución, que esa más bien ha sido su norma y que por lo mismo, ya era
una dictadura desde mucho tiempo atrás. Concedido. Pero una cosa es definir a
una dictadura en términos jurídicos y otra en términos políticos.
La
dictadura se definió a si misma, no jurídica sino políticamente, el 20 de Octubre
de 2016. Desde ese día ya no es una dictadura tácita, es explícita. Ya no es de
jure, es de facto. Ya no es reversible, es irreversible. Mas todavía: ya no es
solo una dictadura de ejercicio, es además de origen. Pues al suprimir las
elecciones el régimen destruyó la razón (electoral) de su origen, hecho que
advirtió con claridad, desde la OEA, su Secretario General, el socialista Luis
Almagro. O como expresó no con menos claridad el socialista español Felipe
González: el régimen presidido por Maduro ya no acepta ningún tipo de elección.
Al
impedir la rebelión electoral, la dictadura deberá enfrentar una rebelión
constitucional: La rebelión constitucional del pueblo venezolano. Rebelión
declarada por Henrique Capriles y por Henry Ramos Allup, este último en
representación de la AN, el día 21 de Octubre de 2016.
El
RR16 ha cumplido uno de sus cometidos. Enfrentado a la inminencia de una
derrota, el régimen tenía solo dos posibilidades. O daba curso legal al RR
según lo establecido en la Constitución, aceptando –como ocurre en un régimen
democrático- la posibilidad de perderlo, o lo frenaba convirtiéndose en
dictadura. La primera posibilidad habría sido la mejor, quizás más para el
chavismo que para la oposición.
El
chavismo, si hubiera seguido las reglas mínimas del juego, podría haberse
reconstituido como el partido de la oposición a un futuro gobierno, con muchas
posibilidades de retornar (los países latinoamericanos tienen muy corta
memoria). Pero habiéndose impuesto el sector más violento, el más anti-democrático,
el más anti-político del chavismo (sus símbolos son Diosdado Cabello y los
hermanos Rodríguez) será muy difícil a los chavistas arrancar de su piel el
tatuaje dictatorial que los marca.
Declarado
como dictadura explícita, el régimen ha sellado su destino: el nombre de Maduro
figurará al lado del de Juan Vicente Gómez y Marcos Pérez Jiménez. Hay en
consecuencias una relación estrecha entre el 6-D, el RR16 y la rebelión popular
del pueblo venezolano.
El
RR16 no ha fracasado. Todo lo contrario. Sin desaparecer del horizonte
político, ha permitido que en su nombre la lucha haya tomado una forma
superior: la defensa de la Constitución. En otras palabras: desde el RR16 ha
nacido un movimiento constitucional y constitucionalista. Así como el RR16 iba más
allá de la MUD (logró articular políticamente al 80% de la ciudadanía) la lucha
por la reconstitución política de Venezuela va más allá del RR16.
Los
tramos que seguirán después del golpe al pueblo serán los más difíciles. El
SEBIN (La Gestapo del chavismo) asesorado por agentes cubanos, continuará
deteniendo a dirigentes políticos. Los grupos para-militares (mal llamados
colectivos) seguirán asolando las calles. El TSJ dictará sentencias
difamatorias en contra de todo político que desafíe al régimen. No estamos
inventando nada. Todo eso ya está ocurriendo.
La
intensidad de la represión irá en aumento. El mismo dictador lo dijo: el turco
Erdogan, al lado suyo, será un niño de pecho. Razones que obligan a toda la
oposición a intensificar al máximo sus relaciones de unidad interna. La llamada
Salida del 2014 ya es un episodio que quedó atrás. No vale la pena seguir
discutiendo sobre eso. La historiografía del futuro enjuiciará y dictaminará.
Hoy,
la amenaza viene desde otra esquina: la de los dialoguistas, personajes que han
pisado la trampa tendida por el régimen y su ayudista, el español Rodríguez
Zapatero.
Los
dialoguistas son quienes al confundir el bienestar de sus dirigentes con el del
país, confunden, además, los verbos dialogar y capitular. Naturalmente, ya
llegará el momento del diálogo como hoy ya llegó el de la verdadera salida. En
política todo tiene su momento. Equivocar el momento –lo saben los venezolanos
muy bien- se paga muy caro.
Ahora,
precisamente en estos momentos, la correlación de fuerzas es ampliamente
favorable a la oposición. Esa oposición tiene a su favor a la mayoría, la
hegemonía, la legitimidad y la Constitución.
La
mayoría es indiscutida. La oposición ha arrebatado, además, las calles al
chavismo. La hegemonía en el campo de las ideas es imponente. Al lado de la
oposición se encuentran los máximos representantes de la cultura, de las artes
y de la religión. La legitimidad, a su vez, yace en la propia defensa de la
Constitución.
Esa
Constitución, chavista en sus orígenes, hecha suya por el pueblo y por la
oposición, es y será guía y objetivo de uno de los movimientos de liberación
política más importantes de la historia latinoamericana.
Y las
FANB ¿sacrificarán todo en nombre de un régimen minoritario, corrupto y
anticonstitucional enquistado en el poder, a cambio de miserables privilegios?
La oposición -lo ha reiterado Capriles- no los quiere como golpistas, ni siquiera
en contra de Maduro. Solo les pide no disparar sobre el pueblo. Probablemente
–al fin y al cabo, también son ciudadanos- si la oposición continúa siendo
mayoritaria y masiva, no lo harán.
Volveré
a escribir sobre este tema después de “la toma de Venezuela” convocada por
la MUD para el día Miercoles 26 de
Octubre. Día simbólico. Será el mismo día en el que la ciudadanía venezolana se
preparaba para entregar tranquilamente su firma revocante. Tal como debe ser,
tal como volverá a ser.
PS.
Después de dar término a este artículo leí que destacamentos armados del
chavismo dirigidos por el alcalde Jorge Rodríguez, ante el beneplácito de la
GNB, irrumpieron en la Asamblea Nacional con el objetivo de acallar a los
parlamentarios de la oposición.
Esa es
la perfecta imagen de lo que es la Venezuela de hoy. El protagonizado por esos
maleantes ha sido quizás el mejor discurso pronunciado en la historia de la AN.
Esa violencia organizada desde la brutalidad del poder ha desenmascarado la
naturaleza del régimen mucho mejor que todas las palabras de todos los
parlamentarios de la oposición. Las fotos ya está dando vuelta en el mundo.
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