HERNÁN DE OLIVEIRA 21 de diciembre de 2016
“El único egoísmo aceptable
es el de procurar que todos estén bien
para estar uno mejor.”
Jacinto Benavente
En el
último trimestre del año, como en una de esas coincidencias, pareciera que el
tiempo transcurre a mayor velocidad, por una parte, el deseo de muchos en que
se adelantara el reloj para ver si se concretaba el referéndum revocatorio, por
otro lado para que cobrar las utilidades, por otro lado “para que se acabe este
año fatídico” llegué oír, y así por el estilo. Pues en ese transcurrir del
tiempo, pienso que identifico como común denominador el hecho que frente a las
crisis, el venezolano se torna más egocéntrico, perdemos la perspectiva del
colectivo, el sentido del bienestar común, la visión de unión, al punto que tal
como comenté en mi último escrito, nos estaríamos convirtiendo en una suerte de
grinch, donde no es que exactamente odiemos la navidad, pero que nos resulte
indiferente ante las fechas, o por lo menos complicado “montar la navidad”,
dice mucho de nosotros mismos.
Al describir ciertos hechos, que me
parecen visibles a la masa de la población en lo cotidiano, percibo que: se
encuentra un producto alimenticio de difícil acceso ¿y cuál es la reacción
inmediata?: venderlo más caro al vecino; se desmaya alguien dentro del metro y
muy poco se presta auxilio al convaleciente; los transportistas exigen aumento
del costo del pasaje y esto se hace de manera unilateral; un presidente es
capaz de colocar una medida de antemano irracional que moviliza de mala manera
a un país, para terminar modificando la orden que de igual forma perjudica la
dinámica que se intenta tener durante la navidad.
Todo ello conserva un tronco común:
el egoísmo.
Por definición, el egoísmo es un
amor desmedido y desproporcionado hacia sí mismo, dedicándose a atender sus
propias necesidades y caprichos. Esto ubica a la persona en una posición donde
el Otro es poco o nada relevante, a menos que le sea útil para algo, en
consecuencia, la relación con la sociedad, con las personas en general, será de
tipo mercantilista, o sea, se basa en transacciones.
Tales transacciones casi nunca
cumple el viejo adagio que reza el “ganar-ganar”, donde ambos se beneficien,
más bien atiende el aspecto donde el egoísta procura adquirir más espacios
privilegiados y obtener más y más elementos, producto de tener más opciones, y
dichas opciones aparecen al alcanzar posiciones de poder.
Que recientemente se haga noticia
que un presidente latinoamericano, en un referéndum donde deseaba optar a un
cuarto mandato haya salido derrotado, ergo, insista en buscar alternativas
jurídicas para postularse, no es otra cosa que una aberración alimentada por el
egoísmo; que un alcalde impida el paso hacia al municipio capital para
protestar, dando espacios solo a sus adeptos es egoísmo; que un presidente
adopte medidas económicas basadas en una guerra que aun no logra demostrar, es
egoísmo; que el mismo pueblo le venda a sus congéneres productos a precios
exorbitantes, es egoísmo.
¿Dónde se origina el egoísmo? Como
en todo proceso psicológico, cuenta con una historia natural. Y esta empieza a
temprana edad y supeditado a los modelos tenidos durante las primeras etapas de
la vida, cuando nuestros cuidadores no nos ponen límites en nuestros deseos,
donde no tenemos consecuencias ni sanciones al cometer faltas, donde crecemos
en hogares donde se valora la individualidad y nos divertimos con el
sufrimiento ajeno. Ejemplos muy simples ayudan a ver como evitar el egoísmo: si
en la escuela una maestra nos enseña a compartir una merienda con alguien que
no pudo traer, aprende a desprenderse y comedirse a sí mismo; si se tiene una
prenda de vestir que no se usa, esta puede regalarse a quien no posee; incluso,
desde una óptico algo más compleja, el que un estudiante de primaria denuncie
con su maestra a un compañero de clases que se está copiando, es un acto de
combate hacia el egoísmo, ya que el que se copia, por no estudiar o por no
saber, acude a cualquier cosa para obtener una aprobación. Eso es egoísta.
En Venezuela, estamos muy
subsumidos a nuestro corto “cuadro de seguridad”. Se delega la responsabilidad
en los líderes políticos para que resuelvan nuestra crisis, eso es egoísta;
estamos en época navideña y lo único que está en la mente es el tema comercial
(comprar regalos, viajar, adquirir comida, tener efectivo) y estamos
concentrados en lo propio; pese a la crisis, damos la espalda cuando el
protagonista de esta historia es el ciudadano anónimo, el de a pie, el
cotidiano, que al llegar a preocuparse por el bienestar de todos, lograría
hacia sí mismo, estar mejor.
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