Participar en la mesa de
diálogo, a juicio de los analistas Nicmer Evans, John Magdaleno y Luis
Salamanca, le pasó una alta factura a la Mesa de la Unidad Democrática por la
desmovilización ciudadana que se originó. La presión social en la
calle, que hasta octubre se había convertido en un importante capital político
para la oposición, se fue enfriando y, por tanto, permitió al
gobierno oxigenarse.
Pero el gobierno también
llevó su parte: ante la opinión pública internacional quedó en evidencia que es
un actor que no cumple con sus acuerdos y la desaprobación a la gestión de
Nicolás Maduro siguió aumentando dentro de la población, incluso, de
chavistas.
Nicmer Evans
considera que hubo dos niveles de diálogo: el público y el
subyacente. “Más allá de la extensión de esta especie de telenovela, de la
escenificación que le generaba expectativas a la gente, se trataba de un acto
absolutamente lleno de nada porque no hay una intencionalidad real de cumplir
con los acuerdos”.
Luis Salamanca coincide con
Evans: “El diálogo es una cosa muy seria, pero cuando se toma en serio y
los venezolanos esperaban una jornada sincera, pero no se planteó
con un sentido honesto”.
Asegura que al gobierno le
funcionó “para lavarse la cara ante la opinión pública”, pero advirtió que el
diálogo está virtualmente muerto. “El gobierno no ha cumplido y no va a cumplir
porque no están acostumbrados a ceder”.
De acuerdo con John
Magdaleno, la consecuencia natural de la no continuación de la mesa de diálogo
es que seguirá aumentando la tensión.
Explicó que participar en esas
negociaciones representó un costo político para ambas partes: al gobierno le
restó aún más credibilidad porque no cumplió con los compromisos y eso quedó en
evidencia ante la comunidad internacional, mientras que la desmovilización
ciudadana fue el principal costo político que pagó a la MUD porque la mesa de
diálogo se instaló en un momento no propicio.
En el escenario de 2017 que
perfilan los tres analistas, el foco debe ser la salida electoral. Advierten
que la estrategia debe apuntar a que la oposición presione para lograr en el
primer trimestre del año un cronograma electoral que obligue al gobierno a
medirse. “Ellos saben por dónde están cojeando y si el gobierno cierra la vía
electoral indefinidamente, la tensión será muy elevada. La gente ve en las
elecciones una vía para resolver la crisis, pero un pueblo
encerrado, que no puede avanzar sin una salida electoral, se
convierte en una carga de dinamita. Ya esto no es una crisis social, es
una urgencia social que tiene a la población irritada, desesperada”, asegura Salamanca.
Magdaleno señala que
probablemente el gobierno no intentará evitar las elecciones sino ajustarlas a
su conveniencia. Lo ejemplifica con una metáfora del ajedrez en la cual la
oposición tiene que jugar simultáneamente en distintos tableros: la opinión
pública nacional e internacional, la movilización social y los organismos
multilaterales.
Este tablero de ajedrez
también lo observa Nicmer Evans: “Hay un descontento hacia la gestión
de gobierno, pero también hacia la MUD y puede ocurrir que se abra
espacio a alternativas políticas que permitan oxigenar las condiciones
para2017”.
30-12-16
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