Por Alejandro Moreno
En una zona cerca de Caracas
hay cinco urbanizaciones populares conectadas entre sí en nombre y en
servicios. Y en gobierno de pranes. Un pran mayor coordina a cinco pranes
subalternos. Una banda de malandros controla la vida de los habitantes en cada
zona. Si usted va de visita lo detendrán a la entrada y lo revisarán unos
sujetos con armas a la vista. Conocen bien a la gente del lugar pero usted es
sospechoso porque puede ser policía o malandro de otro sitio. La banda fija las
leyes de funcionamiento y convivencia. Así, por ejemplo, a los niños que estén
en la calle más allá de las 10:00 de la noche los recogen, se los esconden a
las madres y sólo después de que éstas se desesperan por la angustia se los
entregan. Cada cierto tiempo deciden que hay limpieza de calles. Convocan a la
gente. Por lo menos una persona por familia tiene que presentarse. Si se da el
caso de alguna ausencia, se presentan bien armados en la casa y obligan bajo
amenazas. Los consejos comunales, quieran o no, tienen que acatar lo que el
pran decida. Él es quien convoca a reuniones y en ellas se coloca al frente con
sus luceros armados y “con lenguaje malandro”, dicen los testigos, fija la
decisiones que se deben tomar. A las reuniones acuden sobre todo las mujeres.
Los hombres no asisten porque no saben qué les pueden hacer. Los miembros de la
banda no sólo consumen en público la droga sino que también la distribuyen sin
ningún tipo de control. Ellos son la autoridad. Si surge algún problema entre
vecinos, intervienen armados para “poner paz” porque se llaman “Movimiento de
Paz”. Si el conflicto se mantiene, expropian las casas y hasta expulsan a los
implicados de la urbanización. Ya ha pasado varias veces. Sus decisiones,
fundadas o no, son inapelables. Cobran impuestos (vacunas) a los buhoneros que
ahí viven así ejerzan su comercio fuera, a las bodegas, a los bachaqueros y a
cada familia “para servicios a la comunidad”. Queman las manos a los que consideran
ladrones. A más de un inocente también. Llevan gente de fuera y los asesinan en
un lugar ya establecido. La policía recoge los cadáveres. Han amenazado con
saqueo a los bodegueros que según ellos venden caro. Ya no venden ni caro ni
barato. ¿Sigo?
El régimen está, pues,
calcado sobre el que ejercen los pranes en cada cárcel.
¿Puede darse algo así sin la
anuencia del gobierno?
¿Cada una de nuestras
comunidades estará destinada a convertirse en un régimen dictatorial carcelario
con un pran en el poder?
¿Es esta la organización
comunitaria del socialismo del siglo XXI?
ciporama@gmail.com
29-11-16
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