Por Olga Ramos, 18/03/2017
Cuando tenía 3 años mi familia se
mudó a Villa de Cura, en aquel momento, la puerta del llano, pueblo fundado por
Juan de Bolívar y Martínez de Villegas -o Bolívar y Villegas para nosotros los
villacuranos, y abuelo del Libertador para los libros de historia.
(#BTW cada vez que releo algo de
la vida de Simón y su familia, -como hice ahora para recordar el nombre
completo de su abuelo-, no puedo evitar preguntarme si alguno de los que está o
ha estado en este des-gobierno, se ha leído o, al menos, tiene una vaga idea de
quién era y de dónde venía Bolívar)
Llegamos a La Villa, porque mi
padre quiso apoyar el emprendimiento de mi abuelo materno, Neptalí que decidió
meterse en ese pueblo para trabajar una panadería -fíjense que digo “para
trabajar una” y no “para trabajar en una”, porque se trataba de su
emprendimiento.
Con Neptalí estaba Machillo, -que
hoy pudiera haber sido llamado “Neptalí Segundo” o “Junior”- mi tío serenatero
y buena nota que, por su inmensa generosidad, tenía más ahijados que monedas en
el bolsillo, que cantaba, guitarra en mano, como los dioses y que hacía las
tortas y dulces más divinos de toda la región.
Les hablo de la Panadería
Bolívar, ubicada en la calle Bolívar de Villa de Cura.
En Cagua, una rama cercana de la
familia, tenía un similar emprendimiento, de la mano de Pepe, alias, Pepito un
simpático gigante con cuya familia nos criamos como hermanos.
Y como las panaderías son
emprendimientos familiares, mi mamá dejó su puesto de contadora en una
petrolera, para irse a la Villa, y trabajar, entre otras, atendiendo el
mostrador.
Hija, nieta y sobrina de
panaderos y pasteleros, mis recuerdos de infancia y adolescencia están llenos
de referencias de trabajo.
(A ver “revolucionarios”, repitan
conmigo: T-R-A-B-A-J-O, ahora todo junto “TRABAJO”, con mayúsculas y no por
gritado. Obviamente, ellos no conocen su significado, pero al menos, “por
ahora”, sabrán cómo se deletrea).
Comprar y pagar los insumos para
preparar el pan, -se que decir “comprar y pagar” parece redundante, pero
algunas personas no entienden mucho que se “compra” invirtiendo dinero, pagando
por lo que se obtiene-, contratar, formar y administrar personal, hacer
inventario, preparar los insumos y equipos, -comprar y mantener estos últimos
también-, limpiar, atender al público, hacer caja, llevar la contabilidad,
pagar impuestos, comprar y cambiar bombillos, pintar paredes, pagar la luz y el
agua, y hasta cargar sacos de harina, forman parte de las actividades que se
realizan en una panadería.
Los dueños de una panadería, se
levantan de madrugada para ir a prender el horno, lo que garantiza que esté a
la temperatura adecuada para hornear el primer pan de la mañana. Mientras el
horno se calienta, preparan los insumos para hacer la masa y comienza el
proceso de producción.
La Panadería Bolívar abría a las
6 am, por lo que mi abuelo y mi tío, a veces con mi abuela, debían estar allá
cerca de las 4 para poder calentar el horno y arrancar el trabajo. La panadería
la abría mi papá a las 6 y la cerraba, con mi mámá, a las 10 de la noche.
(Había panaderías en las que el
horno debía ser pre-calentado en la noche, para lo que el emprendedor, salía de
su casa, a esas horas, para prenderlo y apagarlo y así, además de evitar
accidentes, garantizar que la temperatura que lograda al inicio de la mañana,
fuera la adecuada).
Preparar la masa para hacer pan
-y más en las cantidades en las que se produce en las panaderías-, no se reduce
a mezclar harina con agua y ponerle un poco de levadura para que levante.
Implica hacer la mezcla adecuada y de acuerdo a los tipos de pan que se quieren
producir, amasar, dejar en reposo y dependiendo del tipo de pan, volver a
amasar, cortar, amasar, cortar, moldear -incluyendo “simpático” el corte del
pan en el lomo, colocarlo en las bandejas enharinadas, dejar reposar el tiempo
suficiente y luego hornear, con el cuidado y la temperatura correcta, para que
el pan esté listo, sin quemarse, secarse o quedar crudo por dentro. En algunos
casos, el pan amasado y casi listo, se puede guardar un tiempo en una cava, a
la temperatura adecuada para que mantenga la calidad y la frescura, pero en ese
caso, hay que sacarlo de la cava con suficiente antelación, para que se
“caliente”, antes de ser metido al horno.
Amasar es todo un arte, pero
también es un trabajo duro y rudo. ¿Alguna vez has amasado a mano para hacer
pan? Si no lo has hecho, y consigues harina, pruébalo, es una muy buena
experiencia.
(Si consigues harina, dije, porque sin
harina no hay pan. Esa es otra de las cosas que reiteradamente parece
desconocer este gobierno).
La preparación de los dulces
también es una tarea ardua y delicada. En ella hay mucho de arte y el proceso
tiene tantas variantes como diversidad tenga la oferta de la panadería. En la
Bolívar, los dulces eran riquísimos todos. Eso ya lo dije, ¿verdad?
Pero una panadería no está
completa, sin unas mesas, un buen café y excelente trato de los que están
detrás del mostrador. Así que el trabajo de todos, realmente importa.
Si preparas café o jugos, además
del trabajo de preparación, tienes que lavar y mantener limpias las tasas, los
platos y los vasos. Si calientas un cachito o preparas un sándwich, debes tener
la plancha a la temperatura adecuada, el plato limpio y la servilleta lista
para entregarlos al cliente. Hoy se usan platos de cartón y vasos plásticos, lo
que reduce un poco el trabajo, pero no lo elimina.
En las panaderías siempre hay
cestas para botar la basura y esas también deben mantenerse limpias y,
preferiblemente, vaciarlas con mucha frecuencia.
En la Panadería Bolívar, también
hubo helados que se servían en copa, gracias a una inversión hecha por mi papá en
una gran máquina de hacer helado que estaba a la vista de todos, a la altura
del mostrador.
El café, en la Panadería Bolívar
era mundial, especialmente, los domingos en la tarde, cuando estaba jojota y me
dejaron aprender a usar la greca, -bueno, lo de “mundial” es un modismo
contemporáneo y algunos amigos de la familia que iban a pasar un rato por la
panadería, decían que les gustaba que les preparara el café.
En la Bolívar creció, como
trabajador Saúl . Saúl y Julieta, son una muy querida pareja que aprendieron
cómo trabajar una panadería, y que posteriormente se bautizaron como
emprendedores, en el otro extremo de la Avenida Bolívar, con la Panadería la
Romana. Ellos, como mis abuelos, tíos y padres, saben el significado de la
palabra “trabajo”. Ellos aprendieron lo que significa trabajar, con la
experiencia y el ejemplo.
Muchos recuerdos afloran en mi
mente -más inquieta y triste que de costumbre- desde que a este gobierno se le
ocurrió inventar como excusa la “guerra
del pan” para atacar a los emprendedores, dueños y trabajadores de las
panaderías, con regulaciones absurdas y descabelladas amenazas.
Ahora tenemos a las milicias y a
las personas que distribuyen los CLAP, haciendo de “inspectores” de las
panaderías, para que el gobierno pueda cumplir con la arbitraria amenaza de
“transferir a los CLAP” las panaderías que “no cumplan” con un “instructivo”
elaborado por el gobierno, para regular su producción.
Cuando a uno lo agarra la hora
del desayuno, o la del almuerzo, en la calle y no te dio tiempo de llevarte la
comida en una lonchera, ni te da tiempo para otra cosa, no hay nada mejor que
meterte en una panadería y comerte un cachito de jamón, o de su nueva versión
que es de jamón y queso paisa.
Pero, ahora, tampoco podrás hacer
eso, porque el gobierno, en su “infinita sabiduría”, decidió regular cuanta
harina tendrán mensualmente las panaderías y en qué cosas se puede emplear. Eso
en los casos en los que las panaderías sigan al pié de la letra la absurda
regulación establecida en el “instructivo”, porque aquellas que, por alguna
razón, no logren cumplirla, habrán dejado de ser panaderías y pasarán a ser
locales desde los que los CLAP, con su “impecable preparación de maestros
panaderos y comerciantes”, estarán aprovechándose de un nuevo negocio “ocupado
temporalmente” por el gobierno y en consecuencia, condenado a la quiebra y el
fracaso.
Obviamente, esta gente no tiene
idea de lo que es trabajar, ponerle empeño a algo, emprender, construir.
Prefieren inventar fantasmas y excusas, robar, arruinar y destruir.
Esta nueva declaración de guerra
gubernamental, es un ejemplo de cómo se maneja la dinámica de una sociedad
sustentada en el control absoluto del Estado, en la anulación de todos los
derechos de los ciudadanos y en las relaciones de poder basadas en la lógica y
en el lenguaje de la guerra, tal como se establece en el llamado “Plan de la
Patria”.
Hoy, frente a esta nueva acción
gubernamental, podemos decir: así es como se ve y como se vive, lo que
en el “Plan de la Patria” se denomina “unión cívico-militar” y “guerra popular
prolongada”.
Cuando el caldo de cultivo es
resentimiento y prepotencia, y la dinámica social invocada es la guerra, se
consagra el miliciano como brazo ejecutor de la tiranía.
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