FÉLIX PALAZZI 01 de abril de 2017
@FelixPalazzi
El
país vive y atraviesa por una dinámica de transformaciones veloces. En medio de
esta “deriva totalitaria” buscamos asideros firmes que nos den fuerza para
seguir adelante. La sensación de encontrarnos a la deriva, sin ningún rumbo
claro o atisbo de solución, ha debilitado nuestra esperanza y la capacidad de
esperar un futuro distinto. Pero esta experiencia no es sólo nuestra.
Los
primeros cristianos vivieron una situación parecida. El libro del Apocalipsis
es una muestra de ello. Su género literario, lleno de símbolos e imágenes, ha
marcado definitivamente la historia de Occidente. Este libro no se detiene en
un estudio pormenorizado de los detalles de la época en el que fue escrito. Al
contrario, los símbolos sirven para trascender los propios acontecimientos de
su entorno y desenmascarar la dinámica de injusticia y opresión en nuestra
historia, a veces saturada de inhumanidad. Muy difícilmente podremos saber
quién es el autor de este libro. Pero lo que sí es cierto es que ha sido
escrito por alguien con una gran destreza en el dominio de su cultura y de la
historia que se vivía. Alguien que ha sufrido la injusticia del destierro en
una isla inhóspita, escasa de medios de subsistencia y repleta de otros
exiliados por motivos de crímenes comunes o políticos. De ahí deriva parte de
la genialidad de este libro. El uso de tantas imágenes ayuda a ubicar la
gravedad de la situación que se vivía y buscan mostrar la fuerza del futuro
frente al lánguido presente.
Símbolos
No hay
que entender a los símbolos como slogans. Lo máximo que hemos experimentado en
nuestro contexto contemporáneo son slogans o imágenes que apenas logran
aglutinar a un número de seguidores. El símbolo nace del profundo conocimiento
de la realidad y la capacidad de cargar con ella. Tiene como finalidad unir a
los opuestos y transformar la realidad. Posiblemente en ello radica nuestra
tragedia. La incapacidad de unir a los opuestos para transformar la realidad.
La
fuerza de los símbolos que usa el libro del Apocalipsis es abrumadora. Sería
del todo descabellado asumirlos al pie de la letra, como imágenes de un futuro
incierto, y esperar algún día las noticias sobre el surgimiento repentino de
bestias de múltiples cabezas o escorpiones fantásticos. El mensaje del libro
alude a una realidad similar a lo que Simone Weil, filósofa francesa, denominó
la “monotonía del mal”. Los cuatro jinetes se refieren a la dinámica de una
historia que se repite en diversos contextos.
Los jinetes
El
primer jinete es de color blanco, con una destreza abrumante en el uso de los
medios de ataque (el caballo y el arco). Tiene potencial para vencer. Este
jinete representa a la obstinación de aquellos que siempre quieren tener el
poder por el poder. Así imponen a la humanidad su lógica de control y dominio,
que produce violencia y muerte (segundo jinete), enfermedad y mengua (tercer
jinete), y pobreza y miseria (cuarto jinete). Como podemos observar el mal es
siempre monótono, cambia de contextos y personajes, pero siempre es incapaz de
crear algo nuevo y humanizador.
Este
libro que ha cautivado la historia de la humanidad es mucho más que un libro
con un “final feliz” en el que el mal es vencido y los antihéroes son
destruidos. Apocalipsis significa develar, descubrir, sacar a la luz lo oculto.
Esto es parte de la gran riqueza simbólica de este libro, que se escribió como
una invitación a descubrir y discernir nuestra realidad para transformarla
desde la esperanza en un futuro más humano.
Félix
Palazzi
Doctor
en Teología
felixpalazzi@hotmail.com
@FelixPalazzi
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