Por Daniel Santolo
Veo con asombro como somos
capaces de cometer el mismo error político que se cometió en el 2014, retomar
la vía violenta y de confrontación infecunda para desalojar del poder a quienes
lo sustentan. Con todas las críticas que tengamos hacia la casta que se aferra
al poder, y reconociendo todo el mal que se les pueda endosar en la destrucción
del entramado social, sumando el empobrecimiento de nuestra población, ello no
puede ser lo que justifique acompañar a quienes, como en el 2014, creen que por
la vía violenta lograrán hacer ceder a quienes dirigen los destinos del país de
forma circunstancial, a entregar el poder, y mucho menos rendirse en sus
convicciones, más de dieciocho años deberían bastarnos para comprender su
proceder, pero razón tiene el proverbio que nos dice “que el hombre es el único
animal que tropieza dos veces con la misma piedra”, pero la realidad nos dice
que pueden ser más.
Esta estrategia que pretende
mantener a la población venezolana encrespada y en un estado de angustia que
los haga caer en la desesperación, va acompañada de todo un accionar que impide
que el país se normalice en lo económico y en lo social, con el argumento de
que no hay que dejar gobernar a la “dictadura”.
Cuántos venezolanos más deben
caer asesinados para entender, que al igual que el 2014, estas acciones
políticamente irracionales, y alejadas de toda lucha democrática no nos
conducen a la solución de los problemas políticos, y mucho menos a los de
carácter social.
Estos sectores minoritarios
que logran imponerse mediáticamente, juegan a la desestabilización y no pueden
permitir que actores racionales de la política se manifiesten contra los hechos
de violencia, satanizan el diálogo, y pretenden quemar en las hogueras de la
intolerancia a todo aquel que hable de paz y entendimiento; cuando esto es lo
racional, el llamado a practicar la política del diálogo y el acuerdo como
método de resolución del conflicto es lo más conveniente, buscando con
ello una salida pacífica que evite la posibilidad de que caigamos en una
espiral de violencia incontrolable que nos puede llevar irremediablemente a una
guerra civil, y esto lo podemos avizorar con las imágenes de enfrentamiento que
son divulgadas por los diferentes medios de comunicación, no solo de ciudadanos
contra los cuerpos de seguridad del estado, sino también entre grupos de
venezolanos sin uniformes, que creen en una épica guerrerista que se les ha
vendido por parte de un sector extremista bajo la visión de una batalla del
bien contra el mal, lo que lleva a justificar el asesinato como forma de lucha,
nada más alejado de la política.
Sectores minoritarios que
promueven la violencia, saben que la posibilidad de un entendimiento con
sectores gubernamentales para buscar una solución electoral y pacífica, es
lograr disminuir la conflictividad social, pero esto llevaría a
resultados que para los sectores irracionales no les son convenientes, como por
ejemplo, el surgimiento de nuevos liderazgos en el país que pudiesen avanzar en
un mediano plazo en la construcción de una nueva mayoría que compitiera
democrática y electoralmente con lo que representa hoy el régimen, y los
desplace en sus aspiraciones de tomar el poder por la vía inconstitucional.
Estrategia que viene generando
nuevamente, un descontento y animadversión en ciertos sectores sociales
que debemos proteger si queremos construir una nueva mayoría, los cuales son
afectados directamente al no poder desplazarse a sus trabajos, a sus colegios,
al desempeño normal de sus actividades diarias que buscan palear la grave
crisis que los agobia, pero a ello se contrapone la visión irracional y
excluyente de estos sectores violentos que desatienden a las clases populares,
y las hacen culpables de sus propias desgracias.
Llamo a toda la sociedad a
cesar la violencia, todos somos responsables de la muerte de algún venezolano
si creemos y avalamos la vía violenta para derrocar a quienes dirigen
circunstancialmente los destinos del país, pero los que pensamos diferentes
estamos llamados a decirles que no es así, que si es posible construir un país
en paz y en democracia, con sus diferencias, pero creando las condiciones
necesarias para la convivencia y el entendimiento, ya que es absurdo que
un sector pretenda imponerse sobre el otro, que es necesario que todos rememos
hacia el mismo puerto, que hundir el barco no es una opción; y si se llegase a
imponer un sector sobre otro por la vía violenta, el resultado de esta
imposición sería más caos e ingobernabilidad. Nada que nazca de formas
violentas nos puede garantizar la paz.
17-05-17
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