Por Carlos Cruz-Diez
Escribir este mensaje a todos
los venezolanos y en especial a los jóvenes que arriesgan sus vidas diariamente
en las calles de Venezuela, nace del dolor y la angustia ante los trágicos
sucesos que están agobiando a mi país. Además, quiero manifestar la admiración
por la decidida actitud que les ha llevado a enfrentar a un régimen construido
sobre un modelo agotado y obsoleto que se ha empeñado en destruir
los valores humanos que son la única garantía para construir una
sociedad basada en la dignidad, el progreso y la justicia social. También
quiero decirles que están viviendo una oportunidad única, la de cambiar su
propio destino y el del país.
Si mi esfuerzo en la vida para
lograr ganar un lugar en el mundo del arte puede servirles de referencia, les
digo que eso lo logré gracias a realizarlo en un contexto de
plena libertad, y la libertad solo se logra en democracia. Una
libertad sin prejuicios ni dogmas. Considero que esto último es la condición
necesaria para poder abordar seriamente la crisis de modelos que afrontamos en
Venezuela en el presente.
Durante el régimen de terror
que instauró la dictadura militar de Pérez Jiménez, que me tocó vivir
y padecer, era sabido que la gente, en especial los opositores detenidos por
la Seguridad Nacional, padecían torturas y en muchos casos desaparecían
sin dejar rastros. Yo me fui de Venezuela porque eso era una situación humillante,
allí no había lugar para la cultura ni el arte. El objetivo de
un militar es destruir o demoler al enemigo. Al contrario, el arte es generoso,
un artista sirve para enriquecer el espíritu de sus semejantes. El arte en
todas sus manifestaciones, la poesía, la literatura, la música, la danza, el
teatro, la pintura, todos esos son nutrientes para el espíritu de un pueblo.
Fueron los
mismos militares junto a la resistencia civil organizada
los que derrocaron al dictador, instalando en Venezuela una junta de gobierno
que propició el retorno a la democracia, las elecciones y el pacto de
Punto Fijo. Este último fue un acuerdo unánime de los partidos políticos para
lograr la gobernanza, aunque algunos lo utilizaron para repartirse la riqueza
en lugar de administrarla. También les digo que he sido testigo de la
transformación del concepto de “país” y de “patria” en un lugar para
el usufructo y el despojo para beneficio de unos cuantos.
Sin embargo, con la democracia
y durante 40 años, el país vivió una dinámica actividad cultural sin
precedentes: los grandes museos, los festivales teatrales y el movimiento
musical, entre otros, fueron motivo de reseñas culturales en todo el
continente. Solo se nombraban dos ciudades relevantes en la cultura: Nueva York
y Caracas. Después vino la “Revolución”, que es una palabra arcaica, del siglo
XVIII, esa palabra hoy no tiene sentido, carece de significante. Vivimos el
comienzo de una nueva civilización, de nuevos paradigmas, no de
una revolución. La llamada “revolución” acabó con todo lo que se
había construido en democracia.
Pienso que los conceptos
políticos son propósitos para regular, equilibrar el justo desarrollo,
evolución y progreso de la sociedad. A veces, esos conceptos toman un giro
cuasi religioso, convirtiéndose en doctrinas con sus inevitables dogmas.
Conducir la economía de un pueblo basándose en un dogma, es
contradictorio porque un dogma no es necesariamente una verdad ni corresponde
al comportamiento de la sociedad. El dogma es una creencia, un supuesto que pretende
volver estático e inamovible el pensar y sentir del individuo que está en una
continua evolución.
En Venezuela, ha sido trágico
para el país que los desposeídos de “entendimiento y razón”, como dice la
tonada margariteña, hayan tomado el poder, procediendo a
la destrucción de las instituciones democráticas que son la garantía
de la libertad y el progreso humano. El ignorante promueve la ignorancia, sin
darse cuenta de que está provocando el aislamiento y la destrucción de su
propio país y que al final conllevará irremediablemente a su propia
destrucción. Digo esto como artista, ya que el arte no tiene ideología. Si el
arte fuese una ideología impregnada de fanatismo, necesitaría aplastar,
encarcelar, torturar o matar a sus enemigos para hacerse entender. Ningún
artista mata a otro porque no le guste su discurso. Pero vemos que no sucede
así en la política en esta hora aciaga que vive Venezuela.
A esto se suma la dificultad
de los líderes, de los baquianos para ayudar a encontrar el camino, así
como la falta de motivación del ciudadano para consigo mismo, que le
permita superarse y borrar de su mente la idea de que es más fácil ser
limosnero. Cada quien tiene que pensar en ser autónomo, autosuficiente y
generar riqueza para sí y para los demás. A los jóvenes los animo a que se
planteen estos objetivos. Hay mucha gente pensante, inteligente en nuestro
país, por eso tengo la esperanza de que un cambio definitivo se
aproxima. Es una certeza, de allí la motivación para compartir estas reflexiones.
En lo personal creo en la
necesidad de una educación que sirva para razonar, crear e inventar
una nueva organización social y económica de la sociedad y sacudirse de las
religiones políticas obsoletas, contribuir a desacralizar todo aquello que ha
producido falsas creencias y mitos que tanto daño nos han ocasionado.
De no plantearnos con urgencia
un cambio en las percepciones y conceptos que nos conduzcan a una nueva manera
de ver el país, las consecuencias serán dramáticas. He visto con dolor
la diáspora de jóvenes talentos que han salido del país y las
fotografías de sus partidas sobre mi obra en el aeropuerto de
Maiquetía. Solo espero que ésta sea un motivo de reencuentro en un futuro
cercano.
Los valores democráticos y
éticos de los jóvenes venezolanos de hoy en día contrastan con los de
quienes han administrado el poder en los últimos cincuenta años y más aún con
los que han gobernado en los últimos dieciocho años. Con base en esos valores,
los invito a reflexionar sobre los nuevos paradigmas que es necesario crear
ante el modelo ya agotado que vive nuestro querido país y evitar así la
repetición de episodios lamentables en el futuro.
A mis 94 años, les digo
con sinceridad que les ha tocado vivir una época extraordinaria porque todo
está obsoleto y hay que inventarlo de nuevo, hay que inventar un nuevo
lenguaje político que hable de democracia, de valores éticos, de libertad,
progreso y justicia social, hay que inventar la educación y crear un país
de emprendedores, artistas e inventores, un país digno y soberano en el
contexto global, en fin, en Venezuela hay que inventarlo todo. ¡Qué maravilla!
01-01-18
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico