Por Edward Rodríguez
Desde el día que falleció
el comandante, los herederos del trono, los cercanos en el ocaso, los
excluidos del poder por dimes y diretes asumieron ser los hijos de Chávez
y Bolívar.
Por un lado, hay una prole
socialista. Ellos son los que dicen darle felicidad al pueblo tomando como
ejemplo a Cuba, pero con un exagerado toque venezolano; es así como en la
isla caribeña existe la tarjeta de racionamiento de alimentos, pero
en la patria del Libertador, lo que hay es desabastecimiento; para
salir del mar de la felicidad se necesita una balsa o salir premiado en una
lotería; mientras que en Venezuela hay que desbancarse para reunir
unos pocos dólares y así poder comprar un pasaje en autobús, no en avión porque
aerolíneas no quedan.
Esta descendencia de hijos
crueles, miente descaradamente; prometen luz y se va, prometen perniles y
no llegan, y si acaso llegan unos poquitos, no logras reclamarlo porque a algún
“honorable” funcionario de la Guardia Nacional Bolivariana, le da por
disparar hacia la cola y matar a mansalva a cualquiera que la esté haciendo
obligado por el hambre; dan aumentos salariales que se desvanecen en
la primera compra; ganan elecciones ayudados por el CNE y someten al pueblo
bajo esa consigna miserable de “somos los hijos de Chávez”.
La otra camada la componen los resentidos, despedidos y expulsados del cogollo; un amigo decía que los cogollos son malos cuando no se está adentro, del resto son muy buenos.
Estos retoños lo encabezan hoy
día Rafael Ramírez el súper ministro de energía y minas y ex
presidente de Pdvsa, quien lleva en sus hombros la destrucción de la
principal industria del país,la creación de “la faja de la corrupción”, el
despido masivo de trabajadores que no eran afectos al régimen, el creador del
lapidario lema “rojo rojito”, entre otras tantas “hazañas”.
Hoy ese hijo, que a cada rato
recuerda que él fue de los poquitos que estuvo acompañando al comandante
supremo en su lecho de muerte, denuncia que vamos por mal camino, que el control
cambiario beneficia a un entorno de Maduro, que cientos de jóvenes están
saliendo de Venezuela para ser esclavos o prostituirse, que el régimen que él
representó busca a punta de fracasados Dakazos solucionar la economía.
Ramírez en su más reciente
artículo despepitó tantas cosas que uno se pregunta: ¿En qué momento y lugar
del principado de Mónaco entró en la reflexión profunda y decidió disparar
contra sus hermanos y ex camaradas sin que le cayeran esquirlas en el
cuerpo?. Esos mismos hermanos que dicen ser hijos de Chávez y Bolívar lo
salvaron con una decisión del TSJ para que no fuera investigado por
corrupción en la comisión de Contraloría de la Asamblea Nacional.
Luisa Ortega Díaz, es la
otra hija desterrada; hoy vive en el exilio como millones de venezolanos; en lo
personal valoré mucho el paso que dio en el 2017 cuando denunció que se
había roto el hilo constitucional, pero también le sale mea
culpa, igual que al mayor general Miguel Rodríguez Torres quien
siendo ministro de Interior y Justicia llevó la oleada de represión y
detenciones del 2014.
No podemos dejar de mencionar
a Jorge Giordani el primero en salir del círculo de Nicolás, a él se
unió Ana Elisa Osorio; ambos fueron los primeros “hijos traidores”, según
sus hermanos de lucha.
En conclusión, tenemos dos
grupos que se hacen llamar los hijos de Chávez y Bolívar, los que gobiernan y
oprimen; y los que, obligados o no, “saltaron la talanquera”.
Escribía Carlos Alberto
Montaner en estos días que en Argentina llegaron a cantar la consigna “puto y
ladrón, queremos a Perón”. Ojalá y en estos 364 días que quedan del 2018 no
digamos con los hijos de Chávez y Bolívar: “con hambre, miseria y corrupción me
resteo hasta la victoria siempre” y, en lugar de ello, procedamos a cambiar al
peor gobierno de la historia democrática de Venezuela.
Fotomontaje: Gina Domingos.
02-01-18
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