Por Piero Trepiccione
En el contexto político
venezolano actual muchos se hacen la misma pregunta: ¿cómo hace el gobierno
para ganar elecciones estando en minoría? La respuesta es elemental pero
compleja al mismo tiempo. Diluyes el descontento para ganar con porcentajes
mínimos. Si revisas todos los estudios de opinión en los últimos meses te das
cuenta de que la ecuación electoral del país está en un setenta por ciento
de descontento hacia el gobierno y las actuales políticas públicas y un
treinta por ciento amalgamado en torno al presidente Maduro y el proyecto de la
revolución bolivariana-chavista.
Con estos números
evidentemente una elección presidencial abierta, sujeta a las
normas legales y con supervisión internacional, difícilmente podría
ganarla el gobierno; sin embargo, aquí comienza la aplicación de la “ingeniería
electoral estratégica” cuyo eje central pasa por “diluir el descontento” con operaciones
tácticas claves que dispersen la concentración y alineación de la mayoría
social con una mayoría política circunstancial tal y como ocurriera
en diciembre de 2015.
En primer lugar, se relanza
la política de control social desde lo político con el carnet de
la patria y los bonos nacionales que afianzan la estructura clientelar del
Estado, garantizando una base de apoyo alrededor del treinta y cinco por ciento
de la población. Luego, promueves desconfianza entre los líderes
opositores para implosionar su principal plataforma de organización
política, la MUD, dejando abierta la posibilidad de que surjan plataformas
alternativas que requerirían tiempo valiosísimo para estructurarse. A la par,
desde el poder electoral le complicas el funcionamiento a los partidos
y sus tarjetas para postular candidaturas presidenciales y le das la
potestad a algunos de ellos solamente para dificultar los procesos de
negociación internos.
Adicional a este cocktail,
promueves acciones políticas desde el Estado que obligan a replegarse
a las fuerzas opositoras y adelantas las elecciones presidenciales para que las
posibilidades de aglutinamiento sean mínimas a la par de un proceso de
negociación diplomático en República Dominicana cuyo ritmo lo impone,
fundamentalmente, el gobierno.
Como vemos, este complejo
tinglado tiene un objetivo claro: la reelección de Nicolás Maduro con
un porcentaje de votos que podría oscilar entre un treinta y un cuarenta por
ciento de la población votante. Es decir, seguir gobernando desde la minoría
organizada y monolíticamente encauzada. Esta fórmula no es nueva. Ha sido
aplicada en muchos países del mundo con variaciones y tonalidades particulares,
algunas más democráticas, otras no tanto. ¿Y cómo se enfrenta una fórmula de
esta naturaleza? Con unidad de propósitos, coherencia y
madurez política; pero por sobretodo, con sentido de Estado.
04-02-18
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