CEV 07 de julio de 2018
HOMILIA
ACTO
EUCARISTICO
INAUGURACION
ASAMBLEA EPISCOPAL JULIO 2018.
La
oración de la Iglesia en esta hora tercia, ante la Presencia Real de Jesús
Eucaristía, nos brinda algunas líneas que pueden orientar nuestras labores
dentro del marco de la Asamblea Episcopal que estamos iniciando. Nos reunimos
los Obispos de Venezuela para una de las dos Asambleas Ordinarias de acuerdo a
los Estatutos de la CEV. Pero, "ordinaria", en este contexto no debe
ser entendida como una acción cualquiera o sin referencia a la vida de nuestro
pueblo, al cual pertenecemos y del que somos sus pastores. Es
"ordinaria", que significa mantener viva la comunión entre nosotros
mismos, los Obispos, con nuestros presbíteros y diáconos, laicos y miembros de
la Vida Consagrada. "Ordinaria" porque se inserta en la vida
cotidiana de nuestras comunidades.
Desde
esta perspectiva, hay tres ideas que nos llegan de la Palabra de Dios
proclamada en esta oración que estamos realizando: el acompañamiento que
siempre nos hace Dios; la confianza puesta en Él y el compromiso por la paz del
pueblo de Dios. En primer lugar, el salmista nos invita a reconocer que el
Señor nos acompaña en todo momento. De allí que le pidamos nos muestre el
camino a seguir puntualmente y así "cumplir su voluntad y a guardarla de
todo corazón". En este reconocimiento le pedimos nos aleje de las
vanidades y de los intereses particulares. Sólo así podremos cumplir su
voluntad y disfrutar de la promesa que Él hiciera desde siempre. No es otra
cosa que la liberación de la humanidad.
Una
segunda idea, consecuencia de lo anterior, es la del la actitud de confianza
que hemos de tener en el Dios de la liberación y de la vida. "Nada les
falta a los que le temen" entona el salmista..."Los que buscan al
señor no carecen de nada". Pareciera contradictorio cantar esta alabanza
de confianza a Dios en los momentos que atraviesa nuestra nación y ante el
sufrimiento de los más pequeños y desvalidos. Pero, esa fue siempre la
experiencia del pueblo de Israel: aún en medio de las dificultades, en medio de
los problemas y opresiones, fue invitado a confiar en Dios, quien cual pastor
bueno, lo condujo en todo momento aún por cañadas oscuras y barrancos
peligrosos.
Para
ello, hemos de afinar nuestro compromiso: éste consiste en "buscar la paz
y correr tras ella, apartarse del mal y obrar el bien", según las palabras
del autor sagrado. Es un compromiso con el bien que nace en Dios y que es capaz
de destruir toda maldad; a la vez, es un compromiso del creyente contra la
corrupción, fruto del pecado: corrupción que nace por la falta de temor de Dios
y la ruptura con la verdad.
Además
de otras ideas importantes, con la gracia de Dios, estas tres ideas que
recurren hoy en nuestra oración inicial nos orientan en esta Asamblea
Episcopal. Asamblea, por otro lado, que se hace en comunión con el pueblo del
Dios, al cual servimos y nos debemos. Con estas ideas, surgidas de la Palabra
de Dios, podremos orientar nuestras reflexiones, nuestras deliberaciones y
conclusiones, así como el mensaje que, ciertamente daremos. Como siempre, esta
Asamblea reafirmará nuestro compromiso de pastores. Nos toca "hacer
brillar la verdad en el amor". Y esa verdad, reflejo vivo de la Palabra
que ibera (cf. Jn 8,32), es la que nos mueve para poder iluminar la vida de
nuestra Iglesia y de nuestra nación.
Desde
esa Verdad que libera, sencillamente, no sólo hablaremos, sino nos invitaremos
mutuamente con todos los venezolanos, a denunciar y luchar contra la
corrupción, presente en tantas personas e instituciones a lo largo y ancho del
país. Es necesario fortalecer nuestra tarea evangelizadora para hacer
resplandecer la luz que rompe todo tipo de tinieblas y que, a la vez, permite
vislumbrar los auténticos horizontes de la libertad y de la justicia, que lo
son del Reino de Dios. Estamos empeñados en promover la VERDAD, no
parcialidades o pseudo-verdades, ni falsos positivos. Lo hacemos, por supuesto,
desde la opción por la unidad, en la comunión con todos, sin excepción,
recordando que el mundo creerá en Dios, al experimentar la fuerza de la unión
entre nosotros y de nosotros con el pueblo de Dios, en especial los más
sufridos.
Nuestro
compromiso y responsabilidad se manifiesta en las acciones realizadas con total
caridad pastoral: nos interesa el bien común de todo nuestro pueblo, no de sectores
particulares; nos llama Dios a edificar la verdadera paz, sin condicionamientos
ideológicos; nos exige el Señor el compromiso de ser buenos pastores dispuestos
a dar la vida por toda nuestra gente. Y dar la vida, obra de amor y
misericordia, es estar disponibles para el servicio, ser capaces de levantar a
quien está caído y sostener al débil, y es hacer sentir que no somos ajenos al
pueblo, a la gente, con sus gozos y alegrías, con sus problemas y dificultades.
Para ello, contamos con la gracia que nos da el Espíritu Consolador.
Confiamos,
precisamente en Dios. Un Dios encarnado, no lejano. Un Dios que, a través de
nosotros, se hace presente a nuestro pueblo para contagiarle esperanza y
aliento en medio de las dificultades. Si somos capaces de manifestar nuestra
confianza en Dios, de seguro, las angustias y problemas bien serios que vive
nuestro pueblo no les asustarán: pues, sencillamente, la gente sabrá entender
que podrá confiar en Dios porque somos puentes con Él y porque somos capaces de
llevar sus cargas pesadas, como lo supo hacer Simón de Cirene con Jesús.
De
verdad que el Señor nos acompaña. Nos ofrece su gracia, su luz y sabiduría.
Pero hay algo cierto también: nos ha colocado en medio de nuestro pueblo para
que los hombres y mujeres de Venezuela sepan que Dios les acompaña. Somos
nosotros, Obispos, presbíteros, diáconos, religiosos y religiosas y agentes
laicos de pastoral, quienes debemos hacerles sentir la presencia y compañía de
Dios en estos tiempos de tribulación y dificultades. Como se ha hecho siempre,
la Asamblea de los Obispos debe contagiar a todo nuestro pueblo la confianza en
el Dios que no nos deja solos. Por eso, la luz de su sabiduría secundará las
propuestas y decisiones, las acciones y las esperanzas que han de ser promovidas
desde acá.
Ante
el Señor Sacramentado, iniciando nuestra Asamblea Episcopal, reafirmamos
nuestra fe en Él. Sabemos en quién hemos puesto nuestra confianza. Que con las
deliberaciones y responsabilidades asumidas en esta Asamblea Episcopal, se
sienta que cumplimos con la Palabra de Dios, proclamada en la oración de
Tercia: "Sabrán todas las naciones del mundo que el Señor es el Dios
verdadero... y nuestro corazón será totalmente del Señor" porque, al
seguir sus mandamientos anunciamos su Evangelizo de liberación y edificamos su
Reino de amor, verdad y Justicia. Nos protege en ello, María de Venezuela,
Nuestra Señora de Coromoto. Amén.
+Mario
Moronta R., Obispo de San Cristóbal
I Vice-Presidente de la CEV
I Vice-Presidente de la CEV
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