Por Simón García
Hay quienes viendo al fantasma
destruir todo lo que recorre, piensan que ya no hay salvación. Los datos
objetivos indican que la oposición no tiene la fuerza para desafiar a un
régimen que se empeña en actuar como si viviéramos en 1848. Pero, ¿qué dicen
los datos subjetivos?
Bajo un sistema perfeccionado
por nuevas tecnologías de dominación, que requiere menos represión, cuanto
mejor logra influir en nuestros pensamientos, parece normal considerar que no
hay nada qué hacer o que no teniendo capacidad para generar una solución, no
queda sino sentarse a esperar que otros resuelvan por nosotros.
Hemos vivido épocas de
desesperanza sombría. Al celebrar las navidades de 1957, en las pocas mesas
donde se atrevían a hablar, en cuchicheo inaudible, sobre la pastoral de
monseñor Arias Blanco, las protestas estudiantiles y de la UCV o la victoria
del NO en el plebiscito del 15 de diciembre, no había nadie que imaginara que
el nuevo año comenzaría con un alzamiento militar en Maracay. La historia
dio un sorpresivo salto y en la madrugada del 23 de enero el país estalló en
nuevos abrazos.
Cuando los cambios avanzan más
despacio que nuestros deseos, cunde una desesperación que se la lleva mal con
la sensatez. Las posiciones extremistas prenden más fácilmente porque ofrecen
el corto plazo y su plus de frustraciones. El 20 de mayo buena parte de la
población se quedó en casa a la expectativa de un final feliz que no llega. Ahora
el pecado de omisión comienza a pegar silenciosamente y hay que alertarse para
que el malestar de conciencia no sea compensado por salidas fantasiosas y
paralizantes como el golpe y los marines.
Pero algo se mueve en el país
real. Hay indignación y sigue asentándose el rechazo al gobierno. Están
aumentando las protestas diarias por falta de servicios públicos
En el terreno gremial
despuntan dos luchas de alta resonancia: la de las enfermeras, que tiende a
extenderse a todos los profesionales del sector salud; y el de los profesores
universitarios, que puede incentivar a todo el sector educativo.
En estas luchas, en especial
la de las enfermeras, hay algunas novedades: son protestas fuera del esquema
gobierno/oposición; diferencian la Agenda Social de la política, subrayando su
carácter reivindicativo; están focalizados en problemas concretos, “afecta a
todos”; expresan una demanda de autonomía de la sociedad civil frente a las
élites políticas.
No se trata, como pudiera
derivarse de una mirada al ras, del retorno de la antipolítica. El
desplazamiento de la acción movilizadora de los partidos a los gremios es
consecuencia del vacío y los errores de los segundos. El vacío se conecta
con la debilidad y los errores con la atrasada visión que considera su relación
social como un medio de control y el abandono de la presencia social
directa.Predomina la concepción de la política como lucha de inteligencia
estratégica, lejos del barro.
En las condiciones actuales,
el fortalecimiento de los partidos requiere la recuperación de las
organizaciones de la sociedad civil y la definición de una política alternativa
al servicio de la gente. Sin un equilibrio virtuoso entre partidos y sociedad,
la debilidad de uno o de ambos no va a desaparecer.
15-07-18
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