Sergio Arancibia 27 de marzo de 2019
Las
modalidades y mecanismos que utilice un país para insertarse en los circuitos
del comercio internacional contemporáneo tienen un alto grado de
interdependencia con las relaciones que se den entre los diferentes sectores
productivos y sociales dentro del país.
Si el
país se vincula con el exterior por la vía de la exportación de productos
agrícolas – por poner un ejemplo que caracterizó una parte importante de la
vida de varios países latinoamericanos – entonces los sectores económicos que
comandan la producción de esos productos – cacao en el caso venezolano, trigo
en el caso argentino, caña de azúcar en varios países de la cuenca del Caribe,
café en los casos brasileño y colombiano – detentarán también una posición de
comando en la vida social y política del respectivo país. Si la producción
predominante en la inserción internacional es la producción minera, la
oligarquía minero exportadora será dominante, como sucedió en países como
Bolivia o como Chile.
Durante
el período de la industrialización sustitutiva, la industria naciente requería
de un sector exportador que le proporcionara las divisas que ese proyecto de
industrialización requería para efectos de importar las materias primas,
insumos, repuestos y bienes de capital. Los sectores medios que la industrialización
creaba y potenciaba, junto con la masa laboral que necesariamente acompaña a la
industrialización, crearon fuerzas y coaliciones que, teniendo en cuenta
aquello, cambiaron y presidieron el panorama político de todos los países de
nuestra América.
Hoy en
día, el proceso simple de sustitución de importaciones ya no es capaz de
dinamizar el desarrollo económico de nuestros países, ni de liderizar la
inserción internacional. Se necesita de una industria con capacidad exportadora
que permita generar divisas, y producir bienes de calidad internacional, con
capacidad competitiva, con valor agregado y con utilización de tecnología de
punta. Un sector productivo de esa naturaleza, que supere la división
tradicional entre sectores minero, manufacturero o agrícola, y que sea
transversal a todos ellos, haría constelar en torno a sí – e impondría sus
normas técnicas y de calidad – a las empresas proveedoras de insumos, materias
primas y servicios, determinaría los contenidos y producciones del sector
educacional y universitario y se convertiría en la columna vertebral de las
decisiones de política económica. Los salarios y las productividades que
imperen en el sector exportador serían los referentes de los salarios en el
conjunto del país. Las relaciones exteriores del país deberían, en ese
contexto, estar encaminadas a ganar mercados para los productos exportables,
así como la recepción de capital extranjero debe estar al servicio de la
captación de tecnologías y a la apertura de mercados externos.
En
síntesis, un nuevo modelo de inserción internacional pasa necesariamente por la
generación de nuevos liderazgos productivos internos y por nuevas dinámicas
sociales y políticas.
Sergio
Arancibia
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