Por Ramón Guillermo Aveledo
Nos interesan los problemas
sociales y políticos de nuestros vecinos sudamericanos. Sigámoslos atentos por
solidaridad con pueblos hermanos y para asimilar sus lecciones. Las visiones
parciales, oportunistas o propagandísticas, por insinceridad o amoralidad,
resultan inútiles.
Las protestas recientes,
nutridas y en casos violentas, en Ecuador, Chile y Bolivia han asaltado los
medios y las redes sociales. Hay quien se apura a hablar de una crisis en la
democracia latinoamericana, sacando conclusiones generales y muchas veces
prejuiciadas e incluso ignorando lo que ocurre en otros lugares del planeta,
donde también se siente el impacto de lo que el papa Francisco nos invita a
considerar no como una una época de cambios sino un cambio de época, con nuevos
y exigentes retos.
Pero en la emocionalidad
globalizada que trata Davies en su libro sobre la democracia cuando declina la
razón, empuja a emitir juicios en unos cuantos caracteres o impone a la propaganda
la tarea inmediata de despachar los temas sin digerirlos, de modo que su
análisis nos sea de provecho como comprensión social.
En Ecuador y Chile, los
propagandistas desde el poder venezolano y su coro de sospechosos habituales,
repite que se trata del “pueblo digno que resiste a la imposición del modelo
neoliberal”, mientras en Bolivia, las protestas son parte de un “golpe de
estado”. Los evidentes ingredientes organizativos para instrumentalizar
protestas populares se silencian en los dos primeros casos como en el boliviano
las protuberantes sospechas de fraude electoral y las denuncias de abuso de
poder.
Las respuestas del orden
público no reciben evaluación objetiva y simétrica. Son invariablemente
“criminales” en Ecuador y Chile y “legítima defensa” en Bolivia. Desde otro
extremo, en cambio, se “descubre” una conspiración del Foro de Sao Paulo en
Ecuador y Chile. Se ignora la complejidad del cuadro chileno, donde los
progresos tangibles no han corrido parejos con el siempre difícil desafío de las
desigualdades. Se soslaya la inestabilidad inyectada a Ecuador por los efectos
del gasto público insostenible cuando los precios de las exportaciones bajan.
A esas respuestas
simplificadoras y apuradas falta un dato importantísimo, me parece. Y es que los
gobiernos de Moreno y Piñera hacen un esfuerzo por escuchar la protesta,
dialogar con los inconformes y modificar sus políticas, mientras Morales se
atrinchera en la posición exactamente inversa de impermeabilidad y sordera. La
de los dos primeros es la lógica de la democracia, nunca infalible, siempre
imperfecta. La del último es la propia de las dictaduras, siempre “perfectas”,
ontológicamente intachables.
Error muy grande sería
interpretar aquí, precipitada o prejuiciosamente, que la sola protesta basta.
La política es una combinación de instrumentos lícitos de lucha.
Institucionales, comunicacionales, sociales e internacionales.
12-11-19
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