Por Andrés Cañizález
Las noticias sobre la tensa
interacción entre los presidentes y la prensa parecen trascender fronteras
geográficas e ideológicas. En Brasil, Estados Unidos y México, está en marcha
un contrapunto entre los presidentes de esos países y los principales medios de
comunicación, particularmente la prensa.
Y más allá de las
tradicionales etiquetas de izquierda y derecha, hoy estamos en presencia de un
hilo de afinidades por el carácter populistas de los líderes de esos tres
países. Su discurso nacionalista, ser figuras que se impusieron por encima del
sistema tradicional de partidos y su capacidad de propagar sus mensajes, a
veces muy polémicos, es lo que en realidad tienen en común los presidentes
Donald Trump (Estados Unidos), Jair Bolsonaro (Brasil) y Andrés Manuel López
Obrador (México).
Y ahora también tienen en
común su descontento con la prensa.
Como ya lo indicamos en un
artículo anterior, Donald Trump ha tomado la decisión de que
los dos diarios más emblemáticos de ese país, The New York Times y The Washington Post, ya
no estén más en la Casa Blanca, al suspender sus suscripciones. La decisión de
Trump tuvo lugar el 24 de octubre. Una semana después, el día 31, el presidente
de Brasil, Jair Bolsonaro, tomaba una medida similar contra uno de los más
respetados periódicos de ese país, Fohla de Sao Paulo.
“Espero que no me acusen de
censura”, dijo Bolsonaro y dio libertad para que los funcionarios oficiales
comprende de forma personal este diario, pero aseguró
que no se destinarán fondos públicos para pagar suscripciones:
“No quiero saber nada de Folha de Sao Paulo, leer Folha de Sao Paulo envenena a
mi gobierno”.
Trump acusa a los diarios
tradicionales de Estados Unidos de no dar información sino reproducir Fake News
en contra de su administración. Las decisiones administrativas de cancelar
las suscripciones, en el caso de Brasil fueron seguidas de una velada amenaza
de suspender la publicidad oficial.
En México, en tanto, cada
día con sus alocuciones matutinas el presidente López Obrador coloca en el
banquillo de los acusados a periodistas y prensa. “fifí” (de la clase alta),
“chayoteros” (que reciben dinero para hacer publicaciones), “conservadores”,
“vendidos”, “prensa oligárquica”, “enemigos del pueblo”, “seres deshonestos”,
son algunas de las expresiones de López
Obrador para referirse a la prensa.
Tras ser interpelado por la
organización Artículo 19, este 6 de noviembre López Obrador aseveró que él no
insultaba a los periodistas y que los veía, en realidad como adversarios.
En una visita reciente a
México pude constatar que los avisos oficiales en la prensa escrita se han
suprimido, especialmente cuando se trata de periódicos críticos contra López
Obrador, a los que el presidente mexicano señala de forma directa, como ha sido
el caso del diario Reforma.
Este debate no es sólo
discursivo. En la medida en que los presidentes toman decisiones
administrativas, podemos evaluar estas medidas en una perspectiva del derecho a
la libertad de expresión e información.
Las decisiones que hemos
mencionado en primer lugar son discriminatorias, ya que están enfocadas de
forma particular en algunos periódicos. Al cancelar las suscripciones o
suspender la publicidad oficial, sencillamente se busca sancionar una línea
editorial que no le agrada a los presidentes.
Más allá de la
discriminación, estamos ante una manera también populista de manejar la
administración pública. El dinero público, sea en Estados Unidos, México o
Brasil, con el que se pagan las suscripciones a los medios de comunicación o la
publicidad oficial, no son la chequera personal del presidente.
Estas reacciones pueriles de
Trump, Bolsonaro o López Obrador son muy similares a las que se registraron
años atrás con otro presidente populista, Hugo Chávez quien tampoco toleró a la
prensa crítica en Venezuela. Pero ya eso es harina de otro costal.
12-11-19
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