Juan Guerrero 22 de noviembre de 2019
@camilodeasis
Leo
una noticia donde se indica que en La Florida fue detenido un profesor de la
universidad de Miami, por estar incurso en lavado de dinero procedente de
Venezuela. El profesor en cuestión es especialista en estudios sobre delincuencia
organizada y carteles de la droga. Fue acusado por participar en un esquema de
organización delictiva para lavar millones de dólares de dinero sucio que
provenía de Venezuela.
Desde
hace ya varios años los grupos paramilitares y del narcotráfico, al menos en
Venezuela, han infiltrado las estructuras del Estado, partidos políticos,
empresas y hasta las instituciones militares, religiosas y educativas.
Lo
que prevalece por estos tiempos en Venezuela son relaciones eminentemente
económico-financieras, en la mayoría de los casos, permeadas por la oscura
evidencia de la actividad ilícita del narcotráfico que nada tiene que ver con
la naturaleza de las relaciones de trabajo, legítima y legalmente aceptadas y
reguladas por las leyes y normas que rigen estas labores.En
lo
que se refiere a la actividad política venezolana, los tradicionales partidos
políticos venezolanos se han transformado en agencias para el tráfico, sea de
influencias o sencillamente en posicionar a sus miembros y colocarlos en
lugares de la administración del Estado donde pueden ejercer su influencia en
beneficio propio y de su grupo.
En
nombre del partido, en nombre de su caudillo, en nombre de su ideología, en
nombre de su doctrina, de izquierda o derecha, o simplemente de su jefe,
ejercen el despotismo más primitivo que les lleva a desatar una feroz
persecución y destrucción, tanto del personal de la institución como a todo
aquello que signifique acatamiento a las normas, tradiciones, principios y
valores, terminando con llevar a la ruina material las mismas edificaciones,
vehículos y mobiliario.
Es
que en la Venezuela del chavismo-socialismo del siglo XXI todo es un negocio.
Por lo tanto, la misma pobreza, miseria y marginalidad se convierten en fuente
de negocio para los traficantes del dolor humano.
En
el pasado el populismo de los partidos llamados tradicionales fue fuente de
ingreso que lucró a una élite política, hoy gran parte de ella desaparecida. En
la actualidad, el partido que está en el poder controla las fuentes de ingreso
público, mientras quienes se le oponen, buscan fuentes de financiamiento
externo, en nombre de la libertad y la lucha por la democracia.
Creo
que si algún aporte estamos observando en el funcionamiento de la gran mayoría
de estos grupos políticos, es la ausencia absoluta de ideología, principios y
valores en la tradición de lo que se define como partidos políticos.
La
crisis se presenta en la misma ausencia de ética, coherencia doctrinaria y
construcción de valores básicos en el cultivo de una conciencia ciudadana.
La
política en Venezuela se ha convertido en la práctica en una actividad para
lucrar la viveza criolla sin mayor escrúpulo ni pudor.
Es
falso que existan partidos de izquierda, de derecha, socialistas o liberales.
En todo caso, son organizaciones de fachada, de gran pantalla, faranduleros.
Inscritos en organismos internacionales, más para buscar relaciones de
influencia y facilidades de inversión de negocios, amparados en el asalto a las
riquezas del patrimonio de los ciudadanos y jamás en lograr un bienestar para
la población.
La
evidente crisis humanitaria compleja venezolana, pública y comunicacional, es
evidencia de esto que señalamos. La actividad política en Venezuela se asume
como un negocio, como una inversión que tiene fuentes de financiamiento, casi
siempre de oscuros orígenes, para posicionar personajes que son a su vez,
representantes de organizaciones ocultas o grupos con orígenes no precisamente
filantrópicos o de “hermanitas de la caridad”.
Será
difícil, extremadamente arduo y complejo superar esta hecatombe de miseria
donde se encuentra la sociedad venezolana en su generalidad. Esto, porque a más
del desastre económico-financiera, las alarmantes e indignantes estadísticas de
desnutrición, migración forzada, destrucción de industrias y empresas, hay que
agregar las evidencias de principios, valores y tradiciones alteradas, así como
la ética, moral y respeto a las normas y leyes de la república, que son cotidianamente
irrespetadas y suplantadas por formas y maneras de relacionarse, más para
sobrevivir y no para construir a un ciudadano republicano y democrático.
La
práctica de la política es una actividad pública que se ejerce como servicio a
la comunidad y jamás para lucrar a quien la ejerce.
Juan
Guerrero
@camilodeasis
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