Por Luisa Pernalete
La suspensión de clases se
mantiene hasta finales del año escolar. Necesitamos un consejo de maestros en
plena cuarentena. Digamos que eso fue lo que hicimos esta semana cuando
“conversamos” con docentes que se inscribieron en un foro-chat para tratar el
tema “Educar en cuarentena”, organizado por El Pitazo. Pero imaginemos que
nos hemos reunido, como se suele hacer cada mes en las escuelas.
Comenzaríamos por preguntar
cómo nos estamos sintiendo. Un equipo directivo debe tener presente la
importancia de expresar emociones y sentimientos del personal, pues son
seres humanos que ríen y lloran, y que para poder atender a los
estudiantes de manera sana, hay que cuidarlos. Así, ante esta primera pregunta,
seguro saldrían respuestas como estas: “Estamos agobiados. Todo el mundo exige:
el ministerio, el propio colegio; es difícil trabajar a distancia sin tener
suficientes conocimientos sobre la materia; es difícil resolver las
dificultades sin contar con los compañeros; si estuviéramos en la escuela nos
hubiéramos apoyado”… En fin, están agobiados, a veces no saben qué hacer o cómo
hacerlo, y sin embargo, muchos están cumpliendo una labor maravillosa.
Es verdad que en todo el
mundo esto de “educar a distancia”, con distintas estrategias, pero con
pequeños y con adolescentes, es una novedad para todos, para los educadores y
para los 1.500 millones de estudiantes que tienen sus clases presenciales
suspendidas en toda la Tierra. Sin embargo, hay que hacer una distinción
en el caso venezolano: esta cuarentena nos agarra ya cansados, pues antes de la
misma, la educación venezolana ya estaba en emergencia.
Recordemos algunas de esas
“condiciones prexistentes” de nuestras aulas: inasistencia creciente del
alumnado –por falta de alimentos, por el tema del transporte público, por falta
de agua y/o electricidad en sus casas, según la encuesta de Encovi, para 2019
solo el 50% de los escolares estaba asistiendo de manera regular a clases–;
luego tenemos el tema de la renuncia de los docentes, principalmente por los
bajos salarios que no les daba ni para los pasajes ni para garantizar comida
para sus familias; sumemos las suspensiones obligadas por las mismas
autoridades. En Venezuela la rutina escolar está alterada desde hace por
lo menos unos tres años. De hecho Fe y Alegría, al cumplir sus 65 años, el 4 de
marzo, propuso al país un Acuerdo Nacional para defender a la escuela,
para salvar a la educación. De manera pues, repetimos, esta cuarentena nos
agarra cansados.
Pero volvamos al consejo en
plena cuarentena. Una vez que hemos reconocido nuestro estado de ánimo (agobio,
angustia, y es normal que estemos así) necesitamos aplicarnos lo que le
decimos a las madres, y lo que también decimos a los estudiantes: hay que
respirar profundo, hay que hacer ejercicios de relajamiento, hay que calmarse,
hay que equilibrar trabajo y descanso, porque este maratón es largo, aún no
termina.
Es bueno también tomar
conciencia que no vamos a poder cumplir nuestros objetivos en este tercer lapso
como si estuviéramos con clases presenciales. Debemos ser realistas,
hagamos lo que hagamos, no sólo por no tener las condiciones ideales, como
sería que internet funcionara, que la luz no se nos fuera por horas y horas en
unas cuantas ciudades del país, que todos –alumnos y maestros– cuenten con
teléfonos inteligentes para comunicarnos con facilidad… sin olvidar que la
hiperinflación se come los mínimos salarios… lo digo también porque educar a
distancia a niños y adolescentes tendría que suponer también un cambio en
nuestra manera de educar.
Deberíamos centrarnos más en
las competencias que en los contenidos. Fortalecer, por ejemplo, la comprensión
lectora, que permitiría que se pueda utilizar cualquier texto: cuentos,
canciones, lecturas del texto escolar que cada estudiante tenga en su
casa… porque lo importante es que el alumno comprenda lo que lee. O
resolver problemas a partir de la vida diaria. Eso es un cambio necesario y por
ello no tendríamos que llenar a los chicos de miles de tareas –que a decir
de verdad no van a servir para mucho–. Lo de las tareas requeriría un consejo
especial. ¿Quién no se está quejando del exceso de tareas? Y les comento que no
es sólo un tema de Venezuela, lo he escuchado de madres que viven en otros
países. Educar a distancia no puede ser calcar el programa escolar para “pasarlo”
por radio, televisión o por WhatsApp. No hay derecho a hacerle a los
alumnos y a sus padres, que no son maestros, la vida de cuadritos. La
empatía se impone, hay que ponerse en el lugar de ellos, y ser sinceros:
¿realmente son necesarias, importantes todas esas tareas que estamos poniendo?
Otra reflexión es la
importancia que deberíamos dar, en esta cuarentena y luego cuando nos
reencontremos físicamente, a la educación emocional. ¿No nos está haciendo
falta en este distanciamiento físico administrar mejor nuestras emociones? ¿No
se habrá incrementado el maltrato intrafamiliar por no saber manejar las
angustias? Pues esa dimensión tenemos que trabajarla ahora, es urgente, y
después también.
Tendríamos que tratar
también en este consejo nuestros aprendizajes de esta cuarentena, pero eso será
tema de otra columna. Lo que sí debemos ir pensando es cómo será nuestro
primer consejo cuando volvamos a nuestra escuela: no sólo darnos un gran
abrazo, sino también decirnos cuánta falta nos han hecho los compañeros y los
alumnos, y tendremos que planificar un primer lapso con repaso, refuerzos y
muchos juegos y canciones.
No quisiera terminar este
consejo sin recordar que rezar entre nosotros también ayuda:
“Padrenuestro, que estás en
la escuela / en el patio, entre chamas y chamos / que Tu Reino sea santificado
/ y que de los juegos surjan los hermanos”, dice mi Padrenuestro de la escuela.
Pedir, agradecer, eso se enseña y se aprende.
Por ahora, hemos terminado
este consejo aunque queden puntos por tratar. Descansen.
24-04-20
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico