Editorial Analítica 07 de enero de 2021
@Analitica
Estos 22 años de una pretendida revolución humanista
han sido el periodo de nuestra historia en el que más se han vapuleado los
valores que toda sociedad organizada requiere para subsistir, armónicamente
hablando.
Desde sus inicios, tras el falso discurso de crear al
«hombre nuevo», lo que en realidad se impuso fue la destrucción sistemática y
continua del orden prevaleciente, para sustituirlo por el control absoluto de
la sociedad a manos de una nomenclatura hegemónica que estableció las nuevas
reglas que regirían a esta mal llamada revolución bonita, que resultó ser la
más horripilante de nuestra historia republicana.
Estos nuevos valores, si así pueden denominarse los
antivalores, tienen como base darle rienda libre a la viveza criolla, siempre
que esto favorezca a los integrantes de la grey revolucionaria. A través de
este modus operandi se desató el proceso de corrupción más amplio que ha podido
existir.
El enriquecimiento de la clase dirigente a través de
diversos mecanismos concebidos para infringir la ley y anular los controles
administrativos fue total. Pero como se requería que otros sectores
participaran en este festín de Baltazar, que no era otra cosa que apropiarse de
la creciente renta petrolera y crear el soporte necesario para que se
mantuviese el régimen, permitieron y promovieron que la cúpula de las fuerzas
armadas se aprovechase de la falta de controles para enriquecerse y así armar
el círculo perfecto de la sociedad de cómplices de las que nos habló un día
Tomas Lander.
Y como eso no era suficiente para asegurar la
permanencia del régimen, se dedicaron a regar con dádivas a elementos que se
oponían al régimen para fracturar ética y moralmente la resistencia opositora y
así surgieron los llamados ‘alacranes’, que le dieron piso a los diversos
procesos de fraudes electorales y violaciones sistemáticas a la Constitución y
las leyes.
Mientras, empobrecieron y domeñaron al pueblo, con las
famosas cajas Clap, con las que les daban lo mínimo necesario para saciar el
hambre creciente causada por una desatada e incontrolable hiperinflación,
manteniendo a la población sometida a través del Carnet de la Patria.
Hoy la sociedad venezolana mal vive aplicando la
viveza criolla para resolverse y ver de qué manera logra los dólares (nueva
moneda oficial de un país supuestamente antiimperialista) con cualquier
expediente, así sea ilegal, para subsistir en el caos que se ha convertido
Venezuela.
Luchar por salir de este pernicioso régimen no es solo
indispensable desde el punto de vista político, sino también ética y moralmente
hablando, ya que ninguna sociedad puede mantenerse por mucho tiempo a punta de
bodegones creados y controlados por los llamados ‘enchufados’, y a los que solo
tiene acceso un exiguo porcentaje de la población.
Para reconstruirse económicamente, Venezuela tiene que
acabar con la corrupción, con los antivalores, e iniciar una campaña masiva
basada en educar y capacitar a todos, así como una vez lo proclamó Bolívar al
sostener que la base indispensable de la República son la moral y las luces,
para de esta manera tener una población responsable e ilustrada a la vez.
Tomado de: https://www.analitica.com/el-editorial/una-sociedad-sin-valores-2/
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