Vladimiro Mujica 20 de abril de 2021
@MujicaVladimiro
La
imagen no podía ser más abominable, competía con el disgusto que producía el
discurso infame, autoritario y prepotente del alcalde del municipio Sucre, en
el estado Yaracuy, Luis Adrián Duque. El flamante regidor municipal,
cuya acción hizo explotar a las redes sociales, marcó las casas de los vecinos
de su municipio donde supuestamente se habían reportado enfermos de COVID.
Duque fue inmediatamente comparado en su conducta con los nazis y la
persecución de los judíos, una comparación exagerada porque la acción de los
nazis fue sistemática y de exterminio deliberado y no puede bajo ningún
respecto ser mediatizada. Más al punto, es que la actuación de Duque se
inscribe en un patrón de irrespeto por las leyes y por la persona humana que se
ha hecho característico de la gestión de gobierno chavista-madurista.
Tanto
se excedió el alcalde del PSUV, que el Ministerio Público abrió
una “investigación penal al alcalde Luis Adrián Duque de Yaracuy, quien de
manera unilateral y al margen de la política del Estado venezolano para
combatir la pandemia: marcó macabramente las casas de pacientes que sufren
Covid19”, según manifestó el fiscal general Tarek William Saab en Twitter. La
saga “macabra” del alcalde no terminó allí, Duque pidió disculpas públicas
y Julio León Heredia, gobernador de Yaracuy, publicó el video del alcalde
en una historia de su cuenta social de Instagram y escribió: “Solo los hombres
y mujeres de honor, rectos, humildes y comprometidos con el pueblo y la
revolución son capaces de asumir las 3R de Chávez. Mi respeto y admiración
camarada Luis Duque” (Runrunes).
Las 3R de Chávez, para quienes ignoran su significado en la cosmogonía chavista
son: Revisión, Rectificación y Reimpulso (Aporrea). Alguna
gente malintencionada me ha señalado que en otra lectura de las 3R, quizás
mucho más apropiada a la realidad nacional es: Robo, Represión, y
Retroceso. Pero estas son interpretaciones libres del tema donde
cada cual puede ejercitar su imaginación en medio del desastre de nuestra
adolorida Venezuela.
El
caso del alcalde Duque no es tan singular como la acción de Tarek William Saab
pretende hacerlo aparecer. Un trato similar al de las marcas infames en las
casas de los afectados por COVID se le dio a miles de venezolanos que
intentaron regresar por la frontera colombiana a su país y se encontraron con
que fueron recibidos como “armas biológicas”, agentes terroristas del
gobierno colombiano para infiltrar a Venezuela con COVID. Si no fueran
trágicas, especialmente en el contexto actual de indefensión de la nación
frente al ataque de la pandemia, resultarían risibles las
declaraciones de importantes personeros del régimen (Cinco
8). Pero ahí están las declaraciones y los actos en toda su brutalidad y
descaro abismal de quienes deberían proteger al pueblo venezolano y que se
comportan como sus perseguidores, pretendiendo poner un estigma sobre los
enfermos de COVID. Una conducta que emula los peores actos de persecución en
los tiempos de la peste negra de la Europa medieval. Sobre lo que deberíamos
haber aprendido desde esos tiempos hasta ahora, acaba de aparecer un
instructivo artículo en El País (El
País).
Pero
conjuntamente con las acciones de barbarie medieval, el régimen pretende
avanzar su estrategia de control social y político. En los últimos tiempos se
han acelerado los embates del gobierno de facto y sus pilares institucionales
controlados, el TSJ y la AN ilegítimos, o los milicianos del PSUV, contra lo
que queda de libertad en Venezuela. Por un lado está el caso extremadamente
serio de la sentencia del TSJ contra El Nacional. La intención del régimen de
silenciar a este medio irreductible y resiliente, que ha sorteado todas las dificultades
imaginables para seguir trayendo periodismo veraz en un medio de comunicación
de altura, no puede ser más explícita. La reacción del editor de El
Nacional (Miguel
Henrique Otero) y de muchas organizaciones nacionales e internacionales ha
sido muy clara, pero la amenaza es importante. De igual gravedad es la
pretensión del régimen de criminalizar la acción de importantes organizaciones
de la sociedad civil utilizando para ello un mecanismo violatorio de la
Constitución. En palabras de las ONG que están promoviendo un importante
documento (ONG)
: “Las organizaciones de la sociedad civil que suscriben el presente
pronunciamiento manifestamos nuestro categórico y definitivo rechazo a la nueva
Providencia Administrativa No. 001-2021 para el Registro Unificado de Sujetos
Obligados ante la Oficina Nacional Contra la Delincuencia Organizada y
Financiamiento al Terrorismo, adscrita al Ministerio de Interior, Justicia y
Paz, publicada en Gaceta Oficial No. 42.098 del 30 de marzo de 2021, por
constituir un acto inconstitucional, de extralimitación legal y de grave
quebrantamiento a las normas internacionales de protección de los derechos
humanos y libertades fundamentales que son de obligatorio cumplimiento para el
Estado venezolano.”
La
ausencia de una reacción coordinada del liderazgo político venezolano, que
debería tener la responsabilidad ineludible de articular una respuesta
estratégica y unificada al desafío que constituye revertir el proceso de disolución
nacional al que el chavismo ha conducido a Venezuela, ha estimulado una suerte
de reacción concertada de la sociedad civil en diferentes espacios. Ello ha
estado acompañado de importantes iniciativas que apuntan a definir una alianza
unitaria que incluya a los partidos políticos. Todavía es muy temprano para
decir cuál será la suerte de estas iniciativas, promovidas tanto desde la
diáspora como en Venezuela, pero por lo pronto las mismas hacen recordar una
obra magistral de Lope de Vega, el así llamado Fénix de los Ingenios, una
expresión aparentemente creada por su contemporáneo Miguel de Cervantes, para
referirse a la acción del colectivo contra la injusticia y la tiranía. En
diálogo inolvidable entre el juez y sus interrogados en su obra Fuenteovejuna,
a propósito de la muerte del representante de la injusticia, el Comendador, a
manos del pueblo que decidió tomarse la justicia por su propia mano, y que aún
enfrentado a la tortura se resiste a la delación y a la traición:
– “¿Quién
mató al Comendador?
–
¿Quién es Fuenteovejuna?
– Todo
el pueblo, a una.”
Sin
pretender utilizar la imagen de la obra de Lope de Vega para incitar ningún
ejercicio de justicia popular no constitucional, en la cual no creo, quizás es
tiempo de que comencemos a manejar la desobediencia civil al gobierno de facto
como en Fuenteovejuna, cuidándonos entre todos y actuando
todos en concierto. Ello parece indispensable para transformar la voz de un pueblo
que rechaza al régimen en actos constitucionales que apunten realmente a
restablecer la vigencia de la Constitución y a revertir la disolución de la
nación.
Vladimiro
Mujica
@MujicaVladimiro
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