Por Bernardo Kliksberg
El cambio climático se
está acelerando. Entre sus expresiones recientes: hambrunas en África,
inundaciones que arrasaron pueblos en Alemania, subas de calor inéditas en el
Oeste de EEUU, con más de 80 grandes incendios, metros anegados en China,
aumento récord del calor en el Ártico, proliferación de autoincendios en
Australia y California. Cada kg. de dióxido de carbono lanzado a la atmósfera
hace que se pierdan 14.8 kgs de hielo glaciar. Hay, más deshielo, huracanes,
sequías prolongadas con cuantiosas víctimas humanas y materiales, e impactos
sobre la seguridad alimentaria, la salud, y pérdida de especies vegetales y
animales.
Antonio Guterres, Secretario General de la ONU, advierte “estamos en un punto
de inflexión respecto al cambio climático, se nos está acabando el tiempo”.
Angela Merkel, resalta “Tenemos que ir más rápido”.
El calentamiento global está generando olas de calor extremo. Según The Lancet
en el 2018 mataron a 100.000 personas mayores de 65. Un 54% más que en el 2000.
La infraestructura básica está sufriendo. Los mares desbordados, las lluvias
torrenciales, corroen las carreteras, los edificios, las líneas de energía, y
los sistemas de agua. Aumenta la población desplazada. La producción de
alimentos es afectada. Uno de tantos ejemplos, la industria vitivinícola. Las
altas temperaturas hacen que las cosechas de uvas se anticipen dos semanas, que
su sabor se altere, y que contengan más azúcar, y menor acidez. Por otra parte,
las heladas han destruido el 90% de las cosechas de uvas en países como Italia
y Francia, configurando lo que funcionarios de los mismos llaman “probablemente
la mayor catástrofe agrícola de inicios del siglo XXI”.
Frente a una ciudadanía mundial cada vez más alarmada, y que exige defender la
naturaleza y dar pasos serios hacia un mundo verde, han surgido nuevas
iniciativas de amplios alcances.
La Comisión Europea ha lanzado un gran plan de cambios radicales para sus 27
países. Su Presidenta Ursula von der Leyen ha afirmado que “Nuestra economía
basada en energía fósil ha alanzado su límite”. El plan se propone reducir las
emisiones sucias del carbón, el petróleo, y el gas natural y otras, en un 55%
para el 2030, tomando como referencia 1990. Incluye eliminar totalmente las
ventas de autos que usan dichas energías en solo 14 años, sancionar con tarifas
a las importaciones de países que no tienen reglas estrictas de protección
climática, y subir los precios del carbón.
La gestión Biden en EEUU va en la misma dirección. Se ha fijado bajar las
emisiones de gases invernadero en un 50 a 52% para el 2030 respecto a las que
había en el 2005. Para ello empleará un abanico amplio de políticas que vayan
reemplazando las energías sucias por limpias, transformen la industria
automotriz en similar dirección, "eficienticen" las ciudades en el
uso de energías, eliminen el carbón, refuercen a fondo la investigación y la
generación de energías sin huella ecológica como la solar, la eólica, la
mareomotriz, y el hidrógeno. Las principales empresas de autos están
acompañando ese camino. Entre otras General Motors, Mercedes Benz, Renault y
Ford han lanzado planes para producir solo autos eléctricos. Lo que parecía un
quimérico proyecto israelí hace algunos años, la generalización del auto
eléctrico, avanza.
Los intereses espurios que se oponen a estos cambios han montado activas campañas de desinformación, y movilizado poderosos lobbies.
El mundo y especialmente los jóvenes claman por ellos. Debemos preservar el único planeta que tenemos. No hay un planeta B.
(*) Apareció la nueva obra del autor POR UN MUNDO MEJOR. HAC ESPAÑA (disponible en Amazon España).
kliksberg@aol.com
04-08-21
https://www.eluniversal.com/el-universal/103375/nuevas-iniciativas-ecologicas
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