Por Gregorio Salazar
Sumida en el confort
que le brinda su espaciosa y bien equipada oficina de rectora, Sandra Oblitas
no ve, no siente ni padece. Arrebujada en su delirio ideológico, flota entre
nubes de honor y compromiso revolucionario a toda prueba, mientras el corazón
le zumba a cada latido de amor por el héroe que, hace 18 años, decidió la
fundación de la Universidad Bolivariana de Venezuela que hoy ella,
triunfalmente, según insinúa, dirige.
No es una aseveración
antojadiza ni producto de malquerencias, se infiere de sus propias
declaraciones a propósito de esa fecha aniversaria, para cuya difusión tuvo a
disposición toda la prensa oficialista y las pantallas de Venezolana de
Televisión (VTV), esas que el abuso de poder y el furor dizque revolucionario
han convertido en una vitrina de la impudicia política.
No es la primera vez
—no hay que olvidarlo— que Sandra se desempeña como rectora. Con la misma
denominación, pero con otro encargo también revolucionario, estuvo en el CNE.
Fue un período de cuatro sufridos años, (sufridos, claro, por los opositores a
la revolución), a cuyo término no estuvo ni un solo día desempleada.
Un buen día del 2020 se
acostó como rectora del CNE y al otro se levantó como rectora de la UBV.
Tras su sillón debió
encontrar colgado un cuadrito con la frase «Gracias por los favores
concedidos», idéntico al que encontró Tibisay Lucena en su oficina de rectora
de la Universidad de las Artes. Nos hace recordar el descaro de aquellos
perturbados que un día gritaron: «Pusimos la bomba…¿Y qué?».
Entre otras tribunas
mediáticas, Sandra fue invitada al programa que dirige —cobrando su cuota de
pertenencia a la antecesora familia real— Adán Chávez, para explicar todos los
alcances de esta “obra maravillosa, del comandante Chávez quien dijo: «Yo quiero
una universidad para este país, para este pueblo, para esta patria». Muy
loable, obviamente, pero para ello no tenía que hacer desaparecer a todas las
demás, cargadas de años de noble historia y de aportes impagables por
invalorables a la construcción de la nación venezolana.
No emanan de las
palabras de Sandra dónde radica la grandeza de la UBV.
No se sabe cuántos alumnos tiene, cuántos profesionales de verdad ha graduado, a cuál mercado de trabajo se incorporan, cuál es su presupuesto o cómo ha afectado a los alumnos y al profesorado el ventarrón de la diáspora que ha aventado fuera del país a casi siete millones de venezolanos. Nada. Es una universidad dedicada «al saber y al trabajo», con apego a las garantías de la CRBV. Vean, pues…
Tenemos, entonces, que
llevando incorporado «el espíritu indómito de Chávez» (Sandra, dixit), la UBV
campea a paso de vencedores en medio del enorme cementerio, uno más como tantos
otros, en que los jefes de Sandra han convertido las universidades nacionales,
cuyo drama recorre frecuentemente las redes: presupuestariamente estranguladas,
destruidas sus plantas físicas, lo mismo que sus laboratorios, sus talleres
mecánicos o de imprenta, sus auditorios e instalaciones deportivas, como en
cuadros que recuerdan escenas de guerra.
Es posible que a
Sandra, a sus tempranos 52 años, todavía la puedan asaltar incurables delirios
ideológicos, pero el cinismo ya es otra cosa.
Cuando los periodistas
laudatorios que fueron a entrevistarla en cambote le preguntaron si no había
habido un punto de encuentro con la UCV, esto respondió: «Creo que la
Universidad Central de Venezuela tendría que reinventarse un poco». ¿En serio?
¿Solo un poco?. Y he aquí la causa, según ella, de los problemas de esa
universidad: «Lo grave de la UCV es que abandonó su esencia universitaria,
abandonó la academia para dedicarse a una acción en la que tampoco ha tenido
éxito, que es la acción política, eso es como un doble fracaso que ha tenido la
UCV». Ah, claro, es que no lleva por dentro «el espíritu indómito de Chávez».
Justamente, por no
haberse doblegado ante la demencial deriva autocrática, por no ceder ante los
intentos de desnaturalizar sus principios y sus valores ni rendirse de
adoración a los pies del difuntísimo caudillo es por lo que las universidades
fueron condenadas a morir de asedio y de mengua.
Rectora Oblitas, ojalá
en la confortable burbuja de su oficina, usted encontrara unos minutos para
leer el Manifiesto de la FAPUV a la nación, en el que
denuncian la constatable «existencia de un plan dirigido a destruir la sociedad
del conocimiento», y para ello se busca «destruir la universidad autónoma,
libre, plural y democrática, abierta a todas las corrientes del pensamiento universal
con el propósito de imponer un modelo educativo politizado y dirigido a
adoctrinar más que a educar».
Nunca entenderemos que
gente como usted, los Rodríguez, Lucena y tantos otros profesionales del
oficialismo que egresaron de la UCV, estrangulen hoy a su alma mater con
sus propias manos. Muchos dudamos de que las futuras generaciones lo entiendan
y, mucho menos, que se lo perdonen.
Gregorio Salazar es
periodista. Exsecretario general del SNTP.
01-08-21
https://talcualdigital.com/oblitas-la-rectora-invidente-por-gregorio-salazar/
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