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lunes, 2 de agosto de 2021

Oblitas, la rectora invidente por @goyosalazar

Por Gregorio Salazar

Sumida en el confort que le brinda su espaciosa y bien equipada oficina de rectora, Sandra Oblitas no ve, no siente ni padece. Arrebujada en su delirio ideológico, flota entre nubes de honor y compromiso revolucionario a toda prueba, mientras el corazón le zumba a cada latido de amor por el héroe que, hace 18 años, decidió la fundación de la Universidad Bolivariana de Venezuela que hoy ella, triunfalmente, según insinúa, dirige.

No es una aseveración antojadiza ni producto de malquerencias, se infiere de sus propias declaraciones a propósito de esa fecha aniversaria, para cuya difusión tuvo a disposición toda la prensa oficialista y las pantallas de Venezolana de Televisión (VTV), esas que el abuso de poder y el furor dizque revolucionario han convertido en una vitrina de la impudicia política.

No es la primera vez —no hay que olvidarlo— que Sandra se desempeña como rectora.  Con la misma denominación, pero con otro encargo también revolucionario, estuvo en el CNE. Fue un período de cuatro sufridos años, (sufridos, claro, por los opositores a la revolución), a cuyo término no estuvo ni un solo día desempleada.

Un buen día del 2020 se acostó como rectora del CNE y al otro se levantó como rectora de la UBV.

Tras su sillón debió encontrar colgado un cuadrito con la frase «Gracias por los favores concedidos», idéntico al que encontró Tibisay Lucena en su oficina de rectora de la Universidad de las Artes. Nos hace recordar el descaro de aquellos perturbados que un día gritaron: «Pusimos la bomba…¿Y qué?».

Entre otras tribunas mediáticas, Sandra fue invitada al programa que dirige —cobrando su cuota de pertenencia a la antecesora familia real— Adán Chávez, para explicar todos los alcances de esta “obra maravillosa, del comandante Chávez quien dijo: «Yo quiero una universidad para este país, para este pueblo, para esta patria». Muy loable, obviamente, pero para ello no tenía que hacer desaparecer a todas las demás, cargadas de años de noble historia y de aportes impagables por invalorables a la construcción de la nación venezolana.

No emanan de las palabras de Sandra dónde radica la grandeza de la UBV.

No se sabe cuántos alumnos tiene, cuántos profesionales de verdad ha graduado, a cuál mercado de trabajo se incorporan, cuál es su presupuesto o cómo ha afectado a los alumnos y al profesorado el ventarrón de la diáspora que ha aventado fuera del país a casi siete millones de venezolanos.  Nada. Es una universidad dedicada «al saber y al trabajo», con apego a las garantías de la CRBV. Vean, pues…

Tenemos, entonces, que llevando incorporado «el espíritu indómito de Chávez» (Sandra, dixit), la UBV campea a paso de vencedores en medio del enorme cementerio, uno más como tantos otros, en que los jefes de Sandra han convertido las universidades nacionales, cuyo drama recorre frecuentemente las redes: presupuestariamente estranguladas, destruidas sus plantas físicas, lo mismo que sus laboratorios, sus talleres mecánicos o de imprenta, sus auditorios e instalaciones deportivas, como en cuadros que recuerdan escenas de guerra.

Es posible que a Sandra, a sus tempranos 52 años, todavía la puedan asaltar incurables delirios ideológicos, pero el cinismo ya es otra cosa.

Cuando los periodistas laudatorios que fueron a entrevistarla en cambote le preguntaron si no había habido un punto de encuentro con la UCV, esto respondió: «Creo que la Universidad Central de Venezuela tendría que reinventarse un poco». ¿En serio? ¿Solo un poco?. Y he aquí la causa, según ella, de los problemas de esa universidad: «Lo grave de la UCV es que abandonó su esencia universitaria, abandonó la academia para dedicarse a una acción en la que tampoco ha tenido éxito, que es la acción política, eso es como un doble fracaso que ha tenido la UCV». Ah, claro, es que no lleva por dentro «el espíritu indómito de Chávez».

Justamente, por no haberse doblegado ante la demencial deriva autocrática, por no ceder ante los intentos de desnaturalizar sus principios y sus valores ni rendirse de adoración a los pies del difuntísimo caudillo es por lo que las universidades fueron condenadas a morir de asedio y de mengua.

Rectora Oblitas, ojalá en la confortable burbuja de su oficina, usted encontrara unos minutos para leer el Manifiesto de la FAPUV a la nación, en el que denuncian la constatable «existencia de un plan dirigido a destruir la sociedad del conocimiento», y para ello se busca «destruir la universidad autónoma, libre, plural y democrática, abierta a todas las corrientes del pensamiento universal con el propósito de imponer un modelo educativo politizado y dirigido a adoctrinar más que a educar».

Nunca entenderemos que gente como usted, los Rodríguez, Lucena y tantos otros profesionales del oficialismo que egresaron de la UCV, estrangulen hoy a su alma mater con sus propias manos. Muchos dudamos de que las futuras generaciones lo entiendan y, mucho menos, que se lo perdonen.

Gregorio Salazar es periodista. Exsecretario general del SNTP.

01-08-21

https://talcualdigital.com/oblitas-la-rectora-invidente-por-gregorio-salazar/

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